El d¨²o de la tos
Los primeros d¨ªas de 2009 se parecen mucho a los ¨²ltimos d¨ªas de 2008. En la pantalla del ordenador tiemblan correos cargados de buenas intenciones. Los m¨®viles env¨ªan y reciben mensajes de felicidad. Y en la casa todo el mundo tose. Oigo a mi hija toser en su habitaci¨®n. La fiebre ha pasado, pero queda una tos ronca, seca, como salida del centro de la tierra. Parece que nos ha contagiado la gripe a su madre y a m¨ª, porque yo oigo toser a mi mujer en el dormitorio, y ella debe o¨ªr mi tos, que me acompa?a como un desconsuelo f¨ªsico. Intento ser optimista, ponerme po¨¦tico, escribir un mensaje original, que no sea cursi, ni est¨²pido, pero tampoco desesperanzado. Quiero contestar a los que me felicitan, a los que dicen que la crisis no importa y que el 2009 no ser¨¢ un a?o malo. Los a?os nunca son malos, vivir un a?o m¨¢s es siempre un privilegio, pero la condici¨®n humana parece imprevisible. Convocamos la felicidad para celebrar el nacimiento de Dios, y dejamos que la tierra en la que vino al mundo sea dominada por la barbarie, la crueldad, la muerte. Pobre Palestina. Quiso ser la patria de Dios y se ha convertido en un escenario del fracaso innoble de la condici¨®n humana. Que alguien se esfuerce en argumentar razones justas para asesinar es siempre un alegato total contra la vida.
Mi hija tose, mi mujer tose, yo toso, el mundo tose. Recuerdo uno de los cuentos morales de Clar¨ªn, El d¨²o de la tos. En medio de la soledad nocturna de un hotel, dos personajes enfermos se dan compa?¨ªa con su tos. El ruido del otro llega como un eco lejano, como la brasa de un cigarro en la oscuridad. Toser resulta una forma precaria de darse fuego cuando el fr¨ªo acecha en una habitaci¨®n desamparada. Detr¨¢s de la pared hay otra vida, otra soledad, y el eco de un mundo desconocido invita a pensar en un cambio de suerte, tal vez en un encuentro feliz, un posible amor, una existencia m¨¢s piadosa. Los que van de hotel en hotel, esperando una muerte solitaria, hubieran podido conocerse a la luz del d¨ªa y caminar por los senderos de un coraz¨®n compartido. Sue?o de una noche de tos, porque a la ma?ana siguiente los hu¨¦spedes dejan la habitaci¨®n sin encontrarse.
Me esfuerzo en imaginar otro mundo y navego en la noche universal del ordenador y los tel¨¦fonos m¨®viles. Los mensajes llegan como golpes de tos, ecos de unas soledades que viven al otro lado de la pared. Muchos cruzan el espacio y el tiempo para traernos la tos de un n¨²mero desconocido, de un nombre confuso. Otros mensajes suenan a recado, son la tos de gente a la que conocemos, a la que queremos, pero a la que vemos poco, gente que pierde su rostro con el paso de los a?os y se identifica cada vez m¨¢s con un n¨²mero de tel¨¦fono o un nombre en la pantalla del ordenador. Vivimos con demasiada prisa. Es comprensible que los a?os tengan prisa por pasar, que el 2009 corra ya hacia su Nochevieja, porque no es un espect¨¢culo gratificante el que le ofrecemos los seres humanos. ?Pero nosotros? ?Por qu¨¦ vivimos con tanta prisa, con tanta noche? ?Por qu¨¦ dejamos que se fabrique un mundo en el que la nada y la jungla, la nada con sangre de jungla, o la jungla con disfraz de nada, inventan una versi¨®n moderna de las leyes de la ferocidad?
Mi mujer tose y lee. Mi hija tose y ve la televisi¨®n. Se me ocurre que debo hacerle una pregunta. ?Qu¨¦ viste la ma?ana del 1 de enero? Cuando yo era ni?o, la pregunta hubiese resultado absurda. El ¨²nico canal de televisi¨®n retransmit¨ªa un concierto de A?o Nuevo y una prueba de saltos de esqu¨ª. Eran experiencias compartidas. Hoy existen mil canales y un mando a distancia para practicar el zapeo y fragmentar las historias de la nada. Me propongo vivir con lentitud el a?o 2009, sacar tiempo para explicarle a mi hija el significado de un mundo con planteamientos, nudos y desenlaces.
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