El ojo de Par¨ªs
La noche tiene una intensidad de tinta china en las fotos de Brassa?. La luz del d¨ªa le despertaba tan poco inter¨¦s como la naturaleza. Sus ¨¢rboles son los de las calles de Par¨ªs; el ¨²nico bosque en el que le interesaba internarse era el Bois de Boulogne, tan habitado de noche por sombras humanas. Su mundo es el de esa edad de oro de las ciudades que empieza con la llegada de la luz el¨¦ctrica y el transporte p¨²blico y acaba no muchas d¨¦cadas despu¨¦s con la capitulaci¨®n incondicional ante la tiran¨ªa de los coches. La juventud de Brassa? fue un itinerario por las capitales de Europa, guiado por la atracci¨®n de sus luces nocturnas: Budapest, Berl¨ªn, Par¨ªs. Esa edad de oro -y de charol reluciente de pel¨ªculas y fotograf¨ªas en blanco y negro- es tambi¨¦n la de la tregua entre un apocalipsis y otro, entre las matanzas de la guerra del 14 y las mucho m¨¢s perfeccionadas de la que termin¨® en 1945 con ochenta millones de muertos y un continente entero en ruinas. Las noches de una nostalgia art d¨¦co con letreros luminosos y m¨²sica de jazz y de tango son tambi¨¦n las de nubes de parados acampando en los parques y desfiles nazis a la luz de las antorchas; las de las cacer¨ªas de jud¨ªos en Bucarest y las rondas de las furgonetas negras de la NKVD en Mosc¨²; las de los bombardeos sobre Madrid y Barcelona y las del toque de queda en el Par¨ªs de la Ocupaci¨®n, cuando Brassa? tuvo que limitar seriamente sus peregrinaciones nocturnas por miedo a las patrullas alemanas.
En su atracci¨®n hacia la noche y sus habitantes habr¨ªa un deseo de reconocerse en quienes escapan a las normas de la luz del d¨ªa
"Lo que m¨¢s ambiciono es hacer algo nuevo y penetrante con lo banal, mostrar una faceta de la vida diaria como si se viera por primera vez"
Es curiosa la frecuencia con que los rasgos m¨¢s ic¨®nicos de un pa¨ªs o de una cultura se deben a la mirada de un extranjero. Desterrados alemanes y austriacos trabajando para productores jud¨ªos de origen centroeuropeo crearon en gran medida el cine cl¨¢sico de Hollywood; la Espa?a racialmente apasionada y taurina de la Carmen naci¨® en una novela y luego en una ¨®pera escritas por dos franceses; el bandone¨®n porte?o es una importaci¨®n alemana; el Par¨ªs nocturno y canalla de caf¨¦s, prost¨ªbulos, faroles en la niebla y pavimentos brillantes de lluvia es una invenci¨®n de la c¨¢mara de Brassa?, que en su mismo nombre elegido ya declaraba su condici¨®n de advenedizo, uno m¨¢s en ese linaje asombroso de h¨²ngaros ap¨¢tridas del siglo XX a los que se debe desde el bol¨ªgrafo hasta la bomba at¨®mica.
El filtro del tiempo, el atractivo est¨¦tico de la fotograf¨ªa, tienden a embellecer lo que ser¨ªa en la realidad una experiencia de desarraigo, inestabilidad y amenaza: no debi¨® de ser f¨¢cil buscarse la vida llam¨¢ndose Gyula Hal¨¢sz en el Par¨ªs xen¨®fobo al que iban llegando en oleadas los fugitivos y los expulsados, los que se quedaban sin pa¨ªs en virtud de los cambios de fronteras y de la construcci¨®n de nuevas patrias originadas por el colapso del imperio austroh¨²ngaro (cuanta m¨¢s gente indeseable o dudosa se expulsa m¨¢s eficazmente se construye una patria). Gyula Hal¨¢sz eligi¨® el nombre Brassa? en recuerdo de su ciudad natal, que se hab¨ªa llamado Brass? cuando fue h¨²ngara y se llam¨® Brasov al convertirse en rumana, y tambi¨¦n, en ¨¦pocas diversas, Kronstadt y Orasul-Stalin. En su atracci¨®n hacia la noche y sus habitantes habr¨ªa un deseo de reconocerse en quienes escapan a las normas de la luz del d¨ªa, a los horarios y a las identidades fijas, a los lugares reglamentados por los poderes diurnos. De d¨ªa estaban claras las fronteras, los l¨ªmites: la iluminaci¨®n natural no favorec¨ªa la impostura. El d¨ªa era de los ciudadanos respetables con todos sus papeles en regla que no ten¨ªan nada que temer de las redadas de la polic¨ªa y que miraban con recelo a cualquiera que pareciese extranjero o hablase con acento. De noche todos los gatos son pardos, dice con extraordinaria poes¨ªa la lengua espa?ola: de noche la tentaci¨®n del para¨ªso terrenal pod¨ªa insinuarse en el letrero luminoso de un club o en la puerta entornada de un prost¨ªbulo o simplemente en los cristales iluminados de un caf¨¦; de noche los hombres pod¨ªan convertirse en mujeres, y las mujeres en hombres; el dulce espejismo del amor se ofrec¨ªa a cambio de dinero; el fugitivo encontraba asilo en un cuarto de hotel o en el calor de una taberna; la esquina m¨¢s vulgar a la luz del d¨ªa era el umbral de un reino a la vez prometedor y temible cuando la hac¨ªa resplandecer de noche la cruda luz de una farola.
Recorriendo la noche con el desasosiego de los sospechosos que no ten¨ªan ni una habitaci¨®n de hotel en la que esconderse, Gyula Hal¨¢sz se convirti¨® en Brassa? y tambi¨¦n en el ojo de Par¨ªs, como lo llam¨® su amigo Henry Miller: ojo nict¨¢lope de ver en la oscuridad, ojo de b¨²ho del objetivo de su c¨¢mara, ojo desvelado de insomnio y de atenci¨®n a la cara oculta de las cosas. "Lo que m¨¢s ambiciono es hacer algo nuevo y penetrante con lo banal y lo convencional, mostrar una faceta de la vida diaria como si se viera por primera vez". Y con esa mirada alerta e insomne que no se fiaba del enga?o de las apariencias diurnas encontr¨® en el fondo de la noche lo que estaba a la vista de todo el mundo y en lo que parece sin embargo que nadie hubiera reparado antes que ¨¦l: los graffiti callejeros, los garabatos pintados o hendidos con una navaja en las paredes de los suburbios que cobraron de pronto, cuando ¨¦l los mir¨®, una majestad terrible de m¨¢scaras primitivas, una belleza delicada y sint¨¦tica de dibujos de Picasso o Paul Klee.
Un cierto n¨²mero de ellos pueden verse ahora en Madrid, en el C¨ªrculo de Bellas Artes. Mir¨¢ndolos uno por uno se repite el viaje de muchos a?os de Brassa? por las noches de Par¨ªs y su viaje fant¨¢stico a la noche de los tiempos, porque en esos garabatos ¨¦l supo ver y nos ense?¨® a ver algo que perteneciendo al presente nos permite intuir y tocar el pasado m¨¢s antiguo, el origen del instinto humano de la representaci¨®n visual. Una pared de yeso sucia y rozada es el muro de una cueva en el que alguien inscribe unos ojos humanos dibujando dos c¨ªrculos con un tiz¨®n o haciendo dos agujeros con una herramienta afilada o puntiaguda o s¨®lo con las u?as. Las paredes oyen: las paredes miran y hablan. En la pared hay la cara de alguien o la pared tiene ojos. Un pez o un caballo o un sexo femenino o un ahorcado o una calavera pueden haber sido dibujados en una cueva o en la pared de una f¨¢brica o en un callej¨®n de Pompeya sepultado bajo la ceniza hace casi dos mil a?os. Lo fugaz se ha hecho eterno, la mano apresurada que garabatea torpemente est¨¢ repitiendo una forma inmemorial. El hombre que camina de noche por las ¨²ltimas calles de la ciudad con su c¨¢mara al cuello y su peque?o cuaderno de notas en el bolsillo ha encontrado un tesoro, como si iluminara por primera vez con su linterna el muro de una tumba egipcia, la pared de una gruta.
Graffiti. Brassa?. C¨ªrculo de Bellas Artes de Madrid. Hasta el 25 de enero. www.circulobellasartes.com/
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.