Los ayeres
Lectura de estos d¨ªas pasados: Alfred & Emily, de Doris Lessing. Me pareci¨® una buena forma de pasar la Navidad -a cuya cabecera se sientan demasiados fantasmas- y de acabar el a?o. Y quiz¨¢ me proporcionara, el bistur¨ª de Lessing, algo de iron¨ªa con que afrontar -ahondando en los males del ayer- el genuino y catastr¨®fico Fin de Milenio, que tanto se trompete¨® poco antes del 2000 (aunque para los iraqu¨ªes empez¨® en 2003; eso si consideramos su vida bajo Sadam como un balneario).
Pero a lo que iba. ?C¨®mo nutrirse mejor que con la experiencia de esa mujer tan, perdonen la palabra -que se presta a equ¨ªvoco-, vivida? Sin acento, por favor: de lo contrario saldr¨ªa v¨ªvida, que tambi¨¦n lo es -y arisca, lo que m¨¢s me gusta-, pero m¨¢s limitadora. Vivida y reflexiva, reflexionada, ignoro si existe el participio, pero me encanta. Bien, el caso es que me met¨ª en Alfred & Emily, que es la historia de sus padres, publicada el ¨²ltimo a?o: una especie de broche -esperemos que no final- para el relato que lleva escribiendo a lo largo de toda su obra. Se ha dicho de este libro que es una nueva denuncia del pasado, de lo ocurrido en Sur¨¢frica durante su juventud. Lo es, pero a m¨ª sobre todo me ha impresionado algo que, le¨ªdo en el entorno de la Navidad, resulta especialmente punzante: y es su intento de otorgarles a sus padres -esos Alfred y Emily del t¨ªtulo- una existencia distinta y m¨¢s feliz de la que llevaron, salvajemente mutilada y marcada por la I Guerra Mundial. "Todav¨ªa hoy vivo rodeada por aquellas trincheras", confiesa Lessing, usando una imagen que es m¨¢s que una met¨¢fora. Trincheras de nuestros padres.
Conf¨ªo por el bien de los lectores en que la obra haya sido traducida y publicada en Espa?a: al fin y al cabo, le dimos el premio Pr¨ªncipe de Asturias y tambi¨¦n fue Premio Nobel hace un par de a?os. Yo le¨ª el libro en su lengua original. Lo compr¨¦ en Beirut, en donde decid¨ª encerrarme en mi apartamento para vivir las fiestas sin otra ocupaci¨®n que mantener a raya la amabilidad de los extra?os. Lo primero que me sugiri¨® -y recuerdo que tambi¨¦n pens¨¦ que era un ritual acorde con las jornadas y muy barato: hasta en estas cosas asoma su morro la crisis- es que las fiestas finales del a?o, cuando no se las celebra, resultan muy apropiadas para intentar devolver a los padres la vida que les pertenec¨ªa y que les fue hurtada por la brutal intervenci¨®n de la historia.
Resulta, en efecto, una faceta no poco significativa de la memoria hist¨®rica, que en Espa?a cada cual tambi¨¦n recupera a su manera -los que la niegan o la inventan, m¨¢s-, tratar de componer las existencias cuyo desv¨ªo ya carece de remedio. Paco y Lola, pens¨¦. ?Qu¨¦ habr¨ªa sido de ellos sin el 18 de julio de 1936? No es que reflexionara en torno al tema por primera vez. Pero s¨ª lo ve¨ªa expuesto, por primera vez, en el libro de Lessing, como asunto literario que no amaga su verdadera intenci¨®n: ajustar cuentas, podr¨ªmos decir. Y, en este caso, la segunda oportunidad de la primera parte, esa existencia inventada que los padres de la autora habr¨ªan podido tener, se hace terriblemente dolorosa a causa de lo que en realidad ocurri¨®, y cuyas consecuencias se nos narran despu¨¦s sin la menor complacencia.
Resulta, pues, hiriente pero ¨²til imaginar a los nuestros, aunque no tengan la suerte de poseer patron¨ªmicos tan est¨¦ticos. ?Se habr¨ªa convertido Paco finalmente en un buen hombre, venciendo su inclinaci¨®n al alcoholismo, de haber sobrevivido su primera mujer, que muri¨® v¨ªctima de un bombardeo de los aliados italianos de Franco, cuando iba a por la leche y el pan en su avanzado estado de embarazo? Mi madre, Lola, ?se habr¨ªa convertido en una beata sumisa y vestida de oscuro, recelosa de cualquier instante de felicidad, o habr¨ªa podido casarse con el hombre a quien ella m¨¢s quiso, que lo hizo con otra, cuando acab¨® la guerra?
Todo lo cual conduce a una buena pregunta para el nuevo a?o. ?Ser¨ªamos quienes somos de haber sido otros nuestros ayeres?
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