El sabio amable de Concord
En el siglo pasado, el pensamiento de Ralph Waldo Emerson fue poco valorado en Europa, al menos en la Europa continental. Se le consideraba una especie de rapsoda especulativo, cuya propensi¨®n declamatoria y eleg¨ªaca ten¨ªa m¨¢s que ver con la caricia sentenciosa de las palabras que con el rigor de los conceptos. Lo le¨ªan los poetas, los fabricantes de discursos pol¨ªticos y los aficionados a la literatura, pero no los fil¨®sofos. Incluso nuestro Santayana, que le incluy¨® en lugar destacado en su ensayo sobre La tradici¨®n gentil en la filosof¨ªa americana, manten¨ªa hacia ¨¦l una distancia no derogatoria pero reticente: "Emerson era un yanki astuto, por instinto en el lado ganador; era un alma alegre, infantil, impermeable a la evidencia del mal y de todo lo que no se acomodaba a su individualidad trascendental para apreciar u observar algo" (en La filosof¨ªa en Am¨¦rica, Biblioteca Nueva). Es un juicio en parte perspicaz pero malicioso y finalmente injusto.
Emerson defendi¨® la grandeza humana sin ignorar su cara aciaga
La gran causa pol¨ªtica que Emerson apoy¨® -el abolicionismo y las ideas lideradas por Lincoln- no era ganadora de antemano. Se comprometi¨® en defensa de John Brown, el guerrillero antiesclavista que acab¨® ahorcado (todav¨ªa Brown, presentado como intransigente y cruel, es el malo de la pel¨ªcula de Michael Curtiz Camino de Santa Fe, al que interpreta truculentamente el mismo Raymond Massey que tambi¨¦n fue Lincoln en otros filmes). Y aunque es cierto que Emerson rechaz¨® creer en la malignidad pura, que para ¨¦l es "la ¨²ltima profanaci¨®n, incompatible con el agente racional", y defendi¨® la confianza en s¨ª mismo y la grandeza humana, no ignor¨® los aspectos aciagos y f¨²nebres de nuestra condici¨®n. Baste decir que influy¨® decisivamente en Nietzsche, que no sent¨ªa predilecci¨®n por los blandos...
Hoy en Espa?a contamos con buenas ediciones de las principales obras de Emerson: Ensayos (Espasa-Calpe), Pensamientos para el futuro (Pen¨ªnsula), La conducta de la vida (Pre-Textos), Naturaleza y otros escritos de juventud (Biblioteca Nueva)... El ¨²ltimo de ellos es Hombres representativos (C¨¢tedra), en excelente edici¨®n y traducci¨®n de Javier Alcoriza y Antonio Lastra, a quienes tambi¨¦n debemos agradecer las dos ¨²ltimas versiones antes mencionadas. En particular, Antonio Lastra, estudioso y traductor no s¨®lo de Emerson sino tambi¨¦n de Thoreau, Lin-coln, Santayana, Leo Strauss o Stanley Cavell, ha escrito ensayos m¨¢s que notables sobre y tambi¨¦n en pos de Emerson, como los que re¨²ne en Emerson como educador (Verbum). Su ¨²ltimo libro, Ecolog¨ªa de la cultura (Katz), es un aut¨¦ntico triunfo de erudici¨®n utilizada de forma f¨¦rtil y creativa, algo que tanto agradecemos los lectores apresurados e ingenuos como yo.
En Hombres representativos, estudios sobre personajes tan dispares como Plat¨®n, Montaigne, Shakespeare o Napole¨®n, Emerson plantea el an¨¢lisis y encomio de la grandeza humana. Cada una de las figuras geniales que considera no es ensalzada -sin omitir aspectos cr¨ªticos- por su individualidad que abruma la colectividad mediocre que la rodea, sino precisamente como representantes de la magnitud de posibilidades que est¨¢ en todos aunque s¨®lo unos cuantos la realicen: "El hombre de genio nos informa no de su riqueza, sino de la riqueza com¨²n". El eminente puede ser ¨²nico, pero nunca est¨¢ solo ni expresa la inalcanzable soledad sino que marca caminos sociales de superaci¨®n. ?sta es la voz genuina de Am¨¦rica como tierra de las oportunidades (un lema tantas veces pervertido), la mejor entra?a democr¨¢tica del gran pa¨ªs. Y la generosidad intelectual y humana de Emerson, tan fruct¨ªfera, se refleja muy bien en una obra monumental pero apasionante, Emerson entre los exc¨¦ntricos (Ariel) de Carlos Baker, cr¨®nica de la andadura del sabio de Concord y de su estimulante relaci¨®n con Thoreau, Hawthorne, Margaret Fuller, Melville, Whitman y tantos m¨¢s. Un fresco divertido, conmovedor y sumamente significativo para quien quiera conocer a la generaci¨®n que invent¨® los ideales de Estados Unidos... desde Lincoln hasta, por fin, Obama.
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