Popeye ya es de casi todos
Caducan en Europa los derechos de autor del c¨¦lebre personaje - En EE UU, su pa¨ªs de origen, a¨²n siguen en vigor, lo que podr¨ªa originar duros litigios
La pr¨®xima guerra comercial entre Estados Unidos y Europa podr¨ªa tener como protagonista a un personaje de c¨®mic: Popeye. Seg¨²n la normativa europea de derechos de autor, el famoso marino ha pasado al dominio p¨²blico al cumplirse 70 a?os del fallecimiento de su autor, Elzie Crisler Segar, por leucemia en 1938. Sin embargo, en EE UU la legislaci¨®n sobre copyright considera un plazo de 95 a?os desde la creaci¨®n del personaje, por lo que hasta 2024 se producir¨¢ una chocante situaci¨®n asim¨¦trica entre las dos grandes potencias mundiales. Mientras que en el pa¨ªs que vio nacer a Popeye sus derechos seguir¨¢n a buen recaudo, en Europa se podr¨¢n usar de forma libre los dibujos de Segar para cualquier obra derivada de aqu¨¦llos, desde camisetas, juguetes, mu?ecos o videojuegos a nuevos c¨®mics basados en los personajes. Una tensa situaci¨®n que est¨¢ generando interminables discusiones en los foros de Internet a la que hay que a?adir un tercer actor: King Features Syndicate, uno de los todopoderosos sindicatos que controlan las tiras diarias que se publican en los diarios americanos y que es propietario de la marca registrada Popeye, un concepto que se rige por diferentes normativas a los derechos de autor. Es de suponer que la filial del imperio Hearst proteja con u?as y dientes un icono que genera suculentos ingresos anuales en forma de royalties de todo tipo de mercadotecnia variada, que pueden llegar a los varios miles de millones de d¨®lares.
Batallas como ¨¦sta se plantear¨¢n en breve con Superman y Mickey Mouse
Hace 80 a?os, el 17 de enero de 1929, aparec¨ªa por primera vez en las tiras de Thimble Theatre, la serie que realizaba Segar, un personaje malhablado y pele¨®n llamado Popeye. Un marino tuerto que arrasar¨ªa en los gustos del p¨²blico, apropi¨¢ndose no s¨®lo de la novia del protagonista, sino del protagonismo de la propia serie. Segar lanz¨® a Popeye a todo tipo de fren¨¦ticas historias surrealistas, con un protagonista antip¨¢tico y amoral que resolv¨ªa todos sus problemas a base de mamporros, acompa?ado de secundarios como el devorador de hamburguesas Wimpy o creaciones tan delirantes como Alice the Goon, la terrible Bruja del Mar o el extra?o Eugene the Jeep. Siempre enamorado de Olive Oyl y perpetuamente enfrentado al terrible Bluto por su amor, Popeye gozaba de una pasi¨®n incontenible por las espinacas (hay que recordar que, en el argot, la marihuana era conocida en los a?os treinta como "espinaca") y de una incre¨ªble fuerza conseguida gracias a la estrafalaria gallina m¨¢gica Bernice. Dos caracter¨ªsticas que poco tienen que ver con su imagen popular, m¨¢s derivada de las adaptaciones a dibujos animados que los Fleischer realizaron a partir de 1933. La popularidad del marinero fue tanta en los a?os treinta que de sus tiras nacieron marcas de espinacas, de hamburgueser¨ªas e incluso el nombre del todoterreno por excelencia, el Jeep.
Ahora, los creadores europeos podr¨¢n usar de forma libre los dibujos de Segar, objeto de los derechos de autor que prescriben en el Viejo Continente, pero tendr¨¢n que evitar no s¨®lo el uso de marcas registradas (como Popeye, Olive Oyl o Bluto), sino que esas obras puedan llegar a EE UU para no incurrir en violaciones de la compleja y algo desquiciante red de normativas legales que se convierte, adem¨¢s, en una especie de telara?a transnacional de dif¨ªcil comprensi¨®n y que ser¨¢ protagonista de una dura batalla legal que en el futuro podr¨¢ afectar a Betty Boop, Mickey Mouse o Superman. En Espa?a, la Ley de Propiedad Intelectual establece un plazo de 80 a?os, que la directiva europea respeta para los autores fallecidos antes de 1987.
Babelia
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