La guerra de nunca acabar
Israel se retira de Gaza en 2005; Ham¨¢s gana las elecciones -democr¨¢ticas- en los territorios ocupados en 2006, y en junio de 2007 se apodera de la franja, tras eliminar la resistencia de los militantes de la Autoridad Palestina; Israel controla todo lo que entra y sale de Gaza manteniendo a su mill¨®n y medio de habitantes a nivel de subsistencia; m¨¢s o menos simult¨¢neamente Ham¨¢s hace llover sobre localidades israel¨ªes cohetes artesanales que aterrorizan a la poblaci¨®n, pero causan conciso n¨²mero de muertos; a mediados de 2008, Ham¨¢s establece una tregua que expira el pasado d¨ªa 19 y los terroristas ofrecen renovarla s¨®lo si se levanta el cerco; Israel el 27 lanza la operaci¨®n Plomo fundido para destruir a Ham¨¢s, lo que acarrea un gran n¨²mero de muertos civiles en el territorio de mayor densidad del mundo, 5.000 habitantes por kil¨®metro cuadrado.
Israel s¨®lo quiere la paz de la victoria. Y de ¨¦sa, el pueblo palestino resulta que no tiene
Es tarde para jugar a qui¨¦n fue primero, si el huevo o la gallina. Hay que volver a lo b¨¢sico: Israel ocupa una parte sustancial de Palestina m¨¢s all¨¢ de la l¨ªnea verde, la frontera del armisticio militar con Jordania de 1948, a ambos lados de la cual el Estado sionista se extiende por el 77%-78% del antiguo mandato brit¨¢nico, y los ¨¢rabes retienen menos del 23%. Todo parte de ah¨ª.
El 13 de septiembre de 1993, en la Casa Blanca y ante el presidente Clinton, Israel y la OLP firman un acuerdo marco para el establecimiento de una autonom¨ªa de naturaleza indefinida sobre todos o parte de los territorios ocupados en la guerra de 1967, que deb¨ªa en el plazo de cinco a?os convertirse en una entidad pol¨ªtica de naturaleza tampoco previamente definida, que deb¨ªa hacer la paz con Israel. Pero no se preve¨ªa limitaci¨®n alguna a la expansi¨®n de las colonias sionistas en el territorio, Cisjordania, Jerusal¨¦n ¨¢rabe y Gaza, que, con poco m¨¢s de 5.000 kil¨®metros cuadrados, tienen una extensi¨®n menor que las provincias de Madrid o Barcelona, en un territorio que es las tres cuartas partes de Catalu?a.
En 1993 hab¨ªa en los territorios unos 200.000 colonos, incluyendo los instalados en Jerusal¨¦n-Este; hoy no bajan de medio mill¨®n, de los que una mitad vive en la parte ¨¢rabe de la capital. La negociaci¨®n era inviable: se discut¨ªa el reparto de un territorio mientras una de las partes, la que ten¨ªa todos los ca?ones, lo iba llenando tan r¨¢pido como inmigrantes recib¨ªa de la ya extinta Uni¨®n Sovi¨¦tica. Todo un torpedo en la l¨ªnea de flotaci¨®n de unas conversaciones que llamaban de paz.
Es probable que, cualquiera que fuese la amplitud de la retirada israel¨ª, incluso hasta la l¨ªnea verde, siguiera existiendo hoy Ham¨¢s u otra organizaci¨®n parecida, decidida a no reconocer a Israel y a recurrir al terrorismo -aunque el movimiento integrista ha dicho que aceptar¨ªa una tregua indefinida a cambio de la total retirada israel¨ª-, pero lo seguro es que no tendr¨ªa la fuerza actual, que nace del apoyo prestado por Israel al fundamentalismo en los a?os setenta y ochenta para debilitar a la OLP, y, m¨¢s a¨²n, de los continuos desaires infligidos a la AP en la negociaci¨®n, primero con Yasir Arafat, y luego con su sucesor Mahmud Abbas.
La AP ha enarbolado todo este tiempo como programa la resoluci¨®n 242 del Consejo de Seguridad, que pide la retirada completa de los territorios, y con mucha menor fe porf¨ªa por el regreso o una compensaci¨®n econ¨®mica a los palestinos que tuvieron que huir de lo que hoy es Israel, y a sus descendientes; el Estado jud¨ªo s¨®lo hizo p¨²blico en las conversaciones de Camp David II, julio de 2000, una aproximaci¨®n de mapa de retirada, que implicaba la anexi¨®n de cerca de un 20% de los territorios, grosso modo lo que ya est¨¢ rodeado por un muro-verja-valla o separaci¨®n, que incluye todo Jerusal¨¦n.
La hora de la verdad pudo haber llegado en marzo de 2002 cuando la Liga ?rabe reunida en Beirut le ofrec¨ªa a Israel el reconocimiento pleno de todos sus miembros a cambio de una retirada tambi¨¦n plena, y los dirigentes israel¨ªes, como el hoy presidente Sim¨®n Peres, respondieron con sarcasmos. Nadie ped¨ªa, sin embargo, a Jerusal¨¦n que asumiera con fe ciega esa declaraci¨®n; muy al contrario, habr¨ªa hecho falta negociar a fondo para cerciorarse de que la oferta iba en serio, pero el desd¨¦n israel¨ª probaba que Jerusal¨¦n s¨®lo quer¨ªa la paz de la victoria. Y de ¨¦sa, el pueblo palestino resulta que no tiene.
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