"De los refugiados he aprendido que nada es imposible"
El bar de sushi lo han escogido por ella. Katrine Camilleri no conoce Madrid, y no es persona que pierda el tiempo consultando las gu¨ªas gastron¨®micas. Esta abogada maltesa de 38 a?os vive entregada a la defensa de los refugiados e inmigrantes que abarrotan los centros de detenci¨®n en su pa¨ªs. Ojea el men¨² y se decide enseguida por un salm¨®n a la plancha, precedido de ensalada y una tempura de verduras, para compartir. Mientras llegan los primeros, cuenta por qu¨¦ decidi¨® especializarse en este nicho asistencial. Fue la charla de un jesuita, misionero en Malaisia, la que le movi¨®. "Vino al colegio donde yo estudiaba y su relato me fascin¨®", dice mientras acaricia su melena larga y negr¨ªsima.
La abogada maltesa ha acogido a cientos de inmigrantes a las puertas del infierno
Menuda, de trato suave, lleva 10 a?os luchando por devolver la dignidad a los inmigrantes que recalan todos los veranos en las costas de Malta, huyendo de guerras, violencias sin cuento, o en busca de una vida mejor. "Se les recluye en centros de detenci¨®n abominables. Sin un solo mueble, aparte de la cama. Luego, pasados 18 meses, hay que ponerles en la calle. Al final, es m¨¢s caro para la sociedad marginarles que integrarles". Malta no es una excepci¨®n, pero, con sus 400.000 habitantes, es un microcosmos perfecto para analizar los efectos de la inmigraci¨®n ilegal. Camilleri lo explica con un discurso articulado y simple. Su destreza verbal (habla en ingl¨¦s) no se extiende a otros terrenos. No hay m¨¢s que ver su lucha infructuosa por atrapar un pedazo de lechuga con los palillos. Al final, reclama unos cubiertos.
Casada, madre de dos ni?as de seis y nueve a?os, sufre para compaginar trabajo y vida familiar. "Menos mal que me ayuda mi familia". Si no fuera por ese apoyo, no hubiera podido asistir al seminario organizado en Madrid por el Servicio Jesuita a Refugiados (SJR), cuya oficina de Malta codirige.
?Qu¨¦ ha aprendido en estos 10 a?os? "Que la fortaleza humana es inmensa. Cuando visito a un detenido nunca le digo 'eso es imposible', me pida lo que me pida. Con determinaci¨®n y confianza la gente lo consigue todo".
Katrine no bebe m¨¢s que agua. No fuma. Cat¨®lica practicante, no encuentra nada sorprendente en trabajar con los jesuitas como n¨²mero dos de la oficina de Malta. "Act¨²o con total libertad y encuentro muy estimulante lo que hago. S¨¦ que mi intervenci¨®n cambia la vida de algunas personas". Su posici¨®n no recibe s¨®lo aplausos. Hace un par de a?os sufri¨® un atentado. Le quemaron el coche y la casa. Pero en 2007, el Alto Comisionado para los Refugiados de Naciones Unidas (ACNUR) le otorg¨® el Premio Nansen. Prestigioso y dotado con 100.000 d¨®lares. "Se invirtieron en un proyecto de nuestra oficina". Un desahogo, porque la asistencia a los refugiados se financia con fondos comunitarios. Camilleri reconoce que muchos inmigrantes llegan a Europa buscando el para¨ªso. Y encuentran el infierno. "Como dice uno de nuestros trabajadores, antes exist¨ªa la esclavitud forzada, ahora la esclavitud voluntaria".
La lista de postres atrae un momento su atenci¨®n. Pide helado de yogur. "Agotado", dice el camarero. Por un instante, la contrariedad se dibuja en sus ojos. Luego, pide un espresso corto. Otra vez sonriente.
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