Paul Celan, el moribundo enamorado
El gran poeta jud¨ªo que escribi¨® en la lengua de sus verdugos consigui¨® escapar de la persecuci¨®n nazi, pero su vida estuvo da?ada por la experiencia del genocidio y por el sentimiento de culpa del que ha sobrevivido
Del Holocausto hubo v¨ªctimas mortales y v¨ªctimas moribundas. La cifra de v¨ªctimas del exterminio de los jud¨ªos por parte del nazismo en Europa es conocida, pero la verdadera magnitud del Holocausto s¨®lo es completamente visible si se tiene en cuenta tambi¨¦n a los supervivientes del crimen. La tradici¨®n jud¨ªa acu?¨® un t¨¦rmino para referirse a ellos: sheerit, el remanente, lo que qued¨®. Esa carga residual tiene, en el t¨¦rmino hebreo, un matiz de orfandad: lo que qued¨®, pero lo que qued¨® sin nada ni nadie. El n¨²cleo de este remanente lo constituyeron los cerca de 50.000 jud¨ªos liberados de los campos de concentraci¨®n dispersos por Austria y Alemania en abril y mayo de 1945. A ellos habr¨ªa que sumar algunos cientos de miles que antes se hab¨ªan escabullido por poco de las tenazas asesinas de Hitler, pero que se vieron igualmente hu¨¦rfanos, vagando por las fr¨ªas estepas del Este europeo o por los s¨®rdidos ambientes de las capitales donde se ocultaron hasta alcanzar un lugar m¨¢s seguro en el mundo.
Se sinti¨® un traidor por seguir viviendo all¨ª donde se hab¨ªa extinguido lo humano
En medio del odio, levant¨® poemas que tienen una clara lectura amorosa y aun er¨®tica
El poeta Paul Celan fue uno de ¨¦stos. Hab¨ªa escapado a las redadas que los soldados alemanes llevaron a cabo sistem¨¢ticamente durante los fines de semana de 1942 en su ciudad natal de Czernowitz, entonces en Rumania y hoy en Ucrania. Su novia, Ruth Lackner, le hab¨ªa conducido hasta un refugio a las afueras un d¨ªa de junio en el que sus padres, que no hab¨ªan querido seguirle a su escondite, hartos de la indignidad a que les forzaba la ocupaci¨®n alemana, ser¨ªan detenidos. Su padre morir¨ªa de tifus meses despu¨¦s en el campo de concentraci¨®n de Transnistria, adonde hab¨ªan sido deportados, y su madre lo har¨ªa un poco m¨¢s tarde, asesinada de un tiro en la nuca en el mismo campo. Celan vivir¨ªa ya siempre como el que qued¨®.
El destrozo de la soledad y de la p¨¦rdida, el clavo de la culpa, el desvar¨ªo por la violencia terminal y la humillaci¨®n sufridas quebraron la capacidad de los supervivientes del Holocausto para vivir, igual que se quiebra un ¨¢rbol, con el particular chasquido que le desgaja de su ra¨ªz principal. Muchos sucumbieron a tan extrema desgracia, y se suicidaron en los primeros a?os despu¨¦s del fin de la guerra. Celan, sin embargo, pudo durante un tiempo luchar en su interior por no ser le?a seca, y se resisti¨® a su destrucci¨®n. ?l constituye un ejemplo m¨¢s, a?adido a los Horowitz, Shmueli, Appelfeld y tantos otros de Czernowitz y de otros much¨ªsimos lugares que tambi¨¦n sobrevivieron. Pero, aunque no es un modelo, se puede rastrear su resistencia, porque habita en sus poemas escritos en la lengua de sus verdugos, una lengua que ¨¦l cuid¨® con delicadeza extrema como si fuera un cristal ¨²nico, fr¨¢gil y radiante, capaz de transparentar con fidelidad el complejo espectro de su experiencia y de su esp¨ªritu.
La lengua alemana era, en efecto, el instrumento que hac¨ªa posible el espesor de los estratos sentimentales y la polisemia que Celan buscaba llevar a su poes¨ªa, porque era una lengua agitada en la emoci¨®n de lo familiar y de lo extra?o, un sortilegio para tener presente el mundo invariable de su madre y de sus t¨ªas, su amor incondicional, el c¨ªrculo de amigas que lo admiraban, y el mundo aprendido de la poes¨ªa alemana. Celan se sent¨ªa un traidor por seguir viviendo all¨ª donde se hab¨ªa extinguido lo humano, un muerto viviente que carec¨ªa ya de aquel amor infinito de su infancia en una espera sin l¨ªmites. Si el jud¨ªo, como Albert Cohen explic¨®, ha buscado en el siglo XX el amor fraterno del gentil como condici¨®n para no sentirse expulsado de la humanidad, la carencia de Celan agrav¨® su sufrimiento de la existencia. Entonces ¨¦l, el enamoradizo, busc¨® all¨¢ por donde iba ese amor infinito que le faltaba.
Tal vez por ello, escribir para Paul Celan fuera, como para el mismo Cohen, escribir a una mujer, seducir a una mujer. Sus poemas est¨¢n llenos de un t¨² normalmente femenino al que se toma como interlocutor. Hay 1.400 du en la obra del poeta, y es la palabra m¨¢s repetida en ella. Cada uno de esos t¨² no es una evocaci¨®n imprecisa de una entidad eterna. En muchos casos es su propia madre, pero en otros muchos responde a mujeres con las que Celan mantuvo relaciones. En medio del odio que le hab¨ªa negado la existencia, Celan levant¨® poemas que, como ha visto Bertrand Badiou, tienen una lectura claramente amorosa o aun er¨®tica.
Detr¨¢s, pues, de ese t¨² se esconde la presencia de Ruth Lackner, una jud¨ªa austriaca, actriz, a quien Celan dej¨® mecanografiada su primera colecci¨®n de poemas antes de huir desde Bucarest hacia Par¨ªs, a trav¨¦s de Viena. Est¨¢ ella, pero tambi¨¦n Rosa Leibovici, a quien conoci¨® en los ¨²ltimos a?os en Czernowitz y que le sigui¨® a Bucarest (1944-1947), o Ilana Shmueli, apenas una adolescente entonces, y con quien el poeta volvi¨® a encontrarse en diversas ocasiones a partir de 1965 en Par¨ªs y en Jerusal¨¦n. El t¨² de Celan se extiende por otras latitudes y por todos sus libros. A su paso por Viena, en 1948, conoce y se enamora de la poeta Ingeborg Bachmann, hija de un maestro de Carintia miembro del partido nazi. Con Bachmann, Celan se encontrar¨¢ varias veces m¨¢s, sobre todo entre el oto?o de 1957 y julio de 1958, recomponiendo un v¨ªnculo que un¨ªa a dos extra?os a pesar de su amor. Cuando en 1948 llega a Par¨ªs, Celan frecuenta el c¨ªrculo de su amigo rumano Isac Chiva, del que tambi¨¦n participa Ariane Deluz, primera mujer de Chiva y amante de Celan entonces y en sus ¨²ltimos a?os. Es precisamente Chiva quien presenta al poeta a la que ser¨¢ su futura mujer, la artista gr¨¢fica Gis¨¨le Lestrange, e inmediatamente surge entre ambos una pasi¨®n intensa. En 1952 se casan y en 1955 tienen a su hijo ?ric. Celan aspiraba a crear una familia como se aspira a tener una vida plena. Amaba a su mujer y a su hijo, pero no pudo alcanzar esa aspiraci¨®n. Al final de la d¨¦cada de 1960, hubo de separarse de ellos y vivir solo. Antes, entre 1953 y 1962, Britta Eisenreich hab¨ªa sido su "mujer alemana".
Eisenreich est¨¢ ultimando la escritura de lo que seguramente ser¨¢n unos interesantes recuerdos de su relaci¨®n con Celan. Sin embargo, donde realmente se puede rastrear el alcance de los lazos con todas estas mujeres es en la correspondencia que Celan mantuvo con ellas. Algunos de estos cruces de cartas han conocido en los ¨²ltimos tiempos una publicaci¨®n acompa?ada generalmente con notas esclarecedoras de sus editores. Magn¨ªfica por mil razones, la correspondencia con su mujer, Gis¨¨le, pone al descubierto el doloroso forcejeo entre el amor del poeta a su familia y su locura, que fabric¨® la gasa negra en la que se asfixiaron los ¨²ltimos diez a?os de su vida. Lo que ¨¦l mismo llam¨® "su enfermedad" era grave, producto de una personalidad sumamente dolorida, da?ada sin remedio por la experiencia del genocidio y por el sentimiento de culpa del que queda. En una anotaci¨®n de 1966 del diario del fil¨®sofo Emil Cioran, se puede leer: "Anoche, en una cena, me enter¨¦ de que hab¨ªan internado a Paul Celan en una casa de salud, despu¨¦s de que intentara degollar a su mujer. (...) Ese hombre encantador e insoportable, feroz y con accesos de dulzura, al que yo estimaba y rehu¨ªa, por miedo a herirlo, pues todo le her¨ªa".
Celan hab¨ªa o¨ªdo por fin aquel chasquido que le separaba de la existencia. Mientras pudo, se hab¨ªa alimentado con el amor de esas mujeres, un amor que necesitaba y buscaba, sin saciarse, tambi¨¦n como motor para su poes¨ªa. Pero esa vitalidad de moribundo se acab¨® con el brutal tratamiento psiqui¨¢trico a que fue sometido durante una d¨¦cada de duros internamientos cl¨ªnicos con administraci¨®n de psicotropos y electroshock: "Hab¨ªa muchas fuerzas reunidas en m¨ª -no s¨®lo las de la poes¨ªa-, que eran una sola fuerza, una sola. Han querido quit¨¢rmelas -tal vez porque eran demasiado grandes-; mi fuerza era tan grande que no han podido dej¨¢rmela. Me defend¨ª durante mucho tiempo, pero cuanto m¨¢s decidido y concentrado llevaba ese combate, m¨¢s dura se hac¨ªa la ca¨ªda", le escribi¨® en una carta de 1969 a Ilana Shmueli. Cuatro meses m¨¢s tarde, el moribundo enamorado se arroj¨® al r¨ªo Sena.
Carlos Ortega, escritor, traductor y editor, es director del Instituto Cervantes de Viena. Su ¨²ltimo libro publicado es La perfecta alegr¨ªa (Pre-Textos).
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