Los intocables poderosos de EE UU y Europa
Philiph Gourevitch lleva m¨¢s de una d¨¦cada persiguiendo fantasmas. Primero fueron las oscuras sombras del genocidio de Ruanda, que llevaron a este escritor y periodista estadounidense, un a?o despu¨¦s de aquella matanza, a adentrarse en aquel pa¨ªs y hurgar en aquella herida en el espl¨¦ndido y demoledor libro Queremos informarles de que ma?ana seremos asesinados junto a nuestras familias. Ahora este cronista certero, neoyorquino nacido en Filadelfia hace 47 a?os, ha optado por adentrarse en el lado oscuro de su propio pa¨ªs y transformar decenas de entrevistas y cientos de documentos legales relacionados con las torturas de Abu Ghraib en un libro tan estremecedor como apasionante que, bajo el ir¨®nico t¨ªtulo La balada de Abu Ghraib, analiza con detalle lo que no pod¨ªan decir por s¨ª solas las fotos que destaparon aquel esc¨¢ndalo en 2004.
"Creo en el poder de las palabras, por eso escribo. Cuando aquellas im¨¢genes dieron la vuelta al mundo hicieron un gran servicio p¨²blico, pero lo que se ve¨ªa en ellas distorsion¨® la atenci¨®n de lo verdaderamente importante: los soldados que tomaron las fotos y posaron torturando iraqu¨ªes no eran una excepci¨®n, lo hac¨ªan porque aquello era parte de la pol¨ªtica de la Administraci¨®n de Bush". Alto, corpulento, de ojos oscuros, profundas ojeras y una tez palid¨ªsima, Gourevitch no firma el libro solo. Su coautor es Errol Morris, tambi¨¦n director del documental Standard Operating Procedure, ganador del Oso de Plata en el pasado Festival de Berl¨ªn y m¨¢s que probable candidato al oscar de este a?o. Se hicieron amigos hace dos d¨¦cadas, cuando Gourevitch inauguraba su carrera como periodista precisamente entrevistando a este maestro del cine documental. Cuando Morris decidi¨® sumergirse en las tinieblas de Abu Ghraib acumul¨® tanta informaci¨®n que se la ofreci¨® a Gourevitch para que escribiera un libro.
No pudo negarse. Su pasi¨®n, desde la adolescencia, es contar historias. Y aunque entonces pensaba que lo que le interesaba es la ficci¨®n, el periodismo le ofreci¨® la oportunidad de escribir sobre el mundo real. "Y me gust¨® m¨¢s, aunque a¨²n albergo esperanzas de publicar una novela". Lo explica desde uno de los modestos pero esenciales templos de la palabra estadounidense, la sede de la revista The Paris Review, que dirige desde hace tres a?os. Esta instituci¨®n literaria, ubicada en un luminoso loft del neoyorquino barrio de Tribeca, se dedica desde la d¨¦cada de los cincuenta a descubrir nuevos escritores y a darle voz a narradores consagrados a trav¨¦s de cuidadas entrevistas, relatos de ficci¨®n y poes¨ªa. Desde que Gourevitch lleva las riendas, tambi¨¦n la fotograf¨ªa y la no ficci¨®n juegan un papel esencial, quiz¨¢ por influencia de sus muchos a?os como redactor de la revista The New Yorker, para quien trabajaba (a¨²n lo hace) cubriendo la campa?a electoral de 2004, cuando las fotos de Abu Ghraib le pusieron rostro a la guerra estadounidense contra el terrorismo.
"Las im¨¢genes revelaban la evidencia de una pol¨ªtica muy concreta, y yo asum¨ª que se convertir¨ªan en pieza clave de un debate necesario. ?Es ¨¦sta la imagen que queremos proyectar? Pero la Administraci¨®n fue r¨¢pida: desvi¨® la atenci¨®n hacia 'las manzanas podridas' (t¨¦rmino con el que Bush defini¨® a los soldados de las fotos) y el debate nunca se produjo", recuerda ahora.
La balada de Abu Ghraib es una inquietante "hoja de ruta" a trav¨¦s de la infausta prisi¨®n iraqu¨ª detalle a detalle, con extensas y contextualizadas entrevistas a cada persona relacionada directa o indirectamente con el caso -s¨®lo siete soldados fueron condenados por las torturas y nadie de rango superior a coronel fue expedientado por ellas- y con informaci¨®n pormenorizada sobre el puzle legal que permiti¨® que los abusos ocurrieran. Porque, pese a las apariencias, todo lo que se hizo en Abu Ghraib se ampar¨® en un marco legal.
"El presidente George W. Bush utiliza ret¨®rica de cowboy, pero se cuida mucho de serlo. Todo lo que ha hecho en el ¨¢mbito de la guerra contra el terrorismo lo medit¨® muy bien para que pudiera perdurar legalmente en el tiempo. Bush nunca rompi¨® la ley, sus abogados buscaron los puntos d¨¦biles y los explotaron para inutilizarla".
Y pese a estar convencido de que la responsabilidad de las torturas de Abu Ghraib se enrosca hacia arriba por toda la jerarqu¨ªa militar y gubernamental hasta estrangular de lleno al presidente y a su ex secretario de Defensa Donald Rumsfeld, Gourevitch sostiene que la idea de sentarle en el banquillo es err¨®nea. "?Qui¨¦n se atreve a procesar a un presidente o a un secretario de Defensa americano o europeo? Nadie. Son demasiado poderosos. La realidad b¨¢sica del planeta es que cuando alguien llega a un cargo lo suficientemente alto se convierte en intocable. Acaban de condenar a uno de los implicados en el genocidio de Ruanda, pero es que el suyo es un pa¨ªs d¨¦bil. Si Ruanda quisiera procesar a alguno de los franceses que hoy se sabe que permitieron que el genocidio ocurriera, se reir¨ªan en su cara. S¨¦ que lo que digo es muy duro, pero trato de ser realista".
Pero entonces, ?c¨®mo resuelve una sociedad el problema de las responsabilidades? "La lecci¨®n de historia es que dos siglos de legislaci¨®n y avances se han barrido de un plumazo, algo que parec¨ªa inconcebible. Con el pretexto del 11-S y usando el estado de ¨¢nimo y el miedo generado por aquellos ataques, se legaliz¨® la tortura desde arriba y a toda velocidad. La herida del 11-S permiti¨® que nos autolesion¨¢ramos y eso demuestra nuestra fragilidad. Reconocerlo es bueno porque as¨ª tendremos m¨¢s claro lo que hay que defender. Claro que me gustar¨ªa ver a Rumsfeld en el banquillo, es un criminal, pero como no va a ocurrir creo que habr¨ªa que invertir esa energ¨ªa en conseguir al menos que tomemos consciencia de nuestra propia fragilidad".
Gourevitch, quien tambi¨¦n sigui¨® la reciente campa?a electoral para la revista The New Yorker, conf¨ªa en los cambios que traer¨¢ Barack Obama, quien ya ha anunciado que cerrar¨¢ la prisi¨®n de Guant¨¢namo, otro negro s¨ªmbolo de la era Bush. "Es un presidente estadounidense, que nadie se enga?e, y el da?o que se ha hecho en ocho a?os no se arregla m¨¢gicamente con su llegada porque es un da?o estructural. Pero Obama es un profesor de leyes, un pensador, alguien radicalmente diferente de las figuras que hemos tenido en este pa¨ªs en muchos a?os. Por eso es importante. Su raza es anecd¨®tica". -
La balada de Abu Ghraib. Philip Gourevitch y Errol Morris. Traducci¨®n de Manu Viciano. Debate. Barcelona, 2008. 336 p¨¢ginas. 22,90 euros.
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