El detective verdadero
Su verdadero nombre fue Jos¨¦ Alfredo Zandejas, naci¨® en M¨¦xico en 1953 y muri¨® en la misma ciudad 35 a?os m¨¢s tarde, despu¨¦s de un agitado y fam¨¦lico periplo por Barcelona, Par¨ªs y Tel Aviv. Desde muy joven adopt¨® el nombre de Mario Santiago, al que m¨¢s tarde agregar¨ªa el apellido Papasquiaro (en homenaje al pol¨ªtico y revolucionario Jos¨¦ Revueltas, cuya localidad natal se denomina Santiago Papasquiaro). Ni su nombre de nacimiento ni el alias que escogi¨® le dieron tanta celebridad como el que le puso Roberto Bola?o en Los detectives salvajes (1998): Ulises Lima. En efecto, Mario Santiago fue quien, en 1975, fund¨® junto a Bola?o -y otros poetas cuyo n¨²mero y nombre siguen siendo materia de controversia- el movimiento denominado "infrarrealismo" en la realidad y "real visceralismo" en Los detectives salvajes, la novela que, veinte a?os m¨¢s tarde, lo convirti¨® en leyenda. El movimiento form¨® parte del ¨ªmpetu de rebeli¨®n que dominaba la ¨¦poca, desde el Mayo Franc¨¦s a los grupos revolucionarios en Am¨¦rica Latina y las ¨²ltimas reverberaciones de la vanguardia art¨ªstica y po¨¦tica. La irreverencia estaba de moda, pero no en M¨¦xico, donde el sistema intelectual manten¨ªa una visible sujeci¨®n al estamento pol¨ªtico oficial. Los infrarrealistas rechazaban el papado po¨¦tico y cultural de Octavio Paz, en quien ve¨ªan al intelectual org¨¢nico de un sistema pol¨ªtico inm¨®vil y falaz. En su lugar reivindicaban la actitud del estridentismo, el movimiento po¨¦tico mexicano que emul¨® el esp¨ªritu del surrealismo franc¨¦s. Seg¨²n cuenta el infrarrealista Jos¨¦ Vicente Anaya, una de las m¨¢s sonadas performances del grupo consisti¨® en provocar la expulsi¨®n de varios de sus miembros de una lectura de Octavio Paz y David Huerta. Precisamente Anaya public¨® recientemente un estudio sobre Concha Urquiza (Brota la vida en el abrazo, Cuadernos de Veracruz, 2007), personaje fascinante y poeta de un peculiar y grandioso misticismo, que en la novela de Bola?o inspira la figura de Ces¨¢rea Tinajero, a quien los "detectives salvajes" van a buscar a Sonora (aunque, en realidad, Urquiza hab¨ªa muerto ahogada en Baja California muchos a?os antes, en 1945).
Jeta de santo (antolog¨ªa po¨¦tica 1974-1997)
Mario Santiago Papasquiaro
Selecci¨®n de Rebeca L¨®pez
y Mario Ra¨²l Guzm¨¢n
Fondo de Cultura Econ¨®mica. Madrid, 2008
265 p¨¢ginas. 18 euros
El narrador de Los detectives salvajes -un chico de 17 a?os que escribe sus primeros versos- dice: "Belano y Lima me miraron y dijeron que sin duda yo era un real visceralista y que juntos ¨ªbamos a cambiar la poes¨ªa latinoamericana". Y tambi¨¦n, con el mismo tono de c¨¢ndida iron¨ªa, al intentar responder a una compleja cuesti¨®n de m¨¦trica cl¨¢sica: "El ¨²nico poeta mexicano que sabe de memoria estas cosas es Octavio Paz (nuestro gran enemigo)". Pero en aquellos a?os setenta los realvisceralistas o infrarrealistas se tomaban muy en serio su credo, que queda resumido en buena medida en el t¨ªtulo del pr¨®logo de Jeta de santo, firmado por Mario Ra¨²l Guzm¨¢n: 'La bendici¨®n de la insensatez'. La poes¨ªa de Mario Santiago es vitalista, juvenil hasta el final, hirviente de la rom¨¢ntica fascinaci¨®n del poeta por s¨ª mismo. Se abre con un festejo fervoroso de los procedimientos caracter¨ªsticos de la vanguardia: el cultivo de la imagen audaz -"acampados en los p¨¢rpados magn¨¦ticos del aire", "nubes de preguntas patean casas"- y de la invenci¨®n neol¨®gica -"callej¨®n de muervida", "estetoscopiando el polen". Y va hacia un aliento m¨¢s ambicioso, que aglutina la influencia del surrealismo con la de Allen Ginsberg, con versos como consignas que parecen empezar en Baudelaire, Juan Ram¨®n Jim¨¦nez y Ezra Pound, y terminar en un delirio lis¨¦rgico rico en erotismo y escatolog¨ªa: "En mi breve Para¨ªso no crecen b¨¢sculas ni enc¨ªclicas" (el poema se titula 'Saliva de San Juan Autista'), "en la cima de simia sima"; "Ojos de muerto en vida / Olor a isla infartada yema a yema / Puente roto entre la l¨¢grima & la peste / Luna de miel de los mocos & el esperma". El ¨²ltimo largo poema de este libro, 'Consejos de un 1 disc¨ªpulo de Marx a 1 fan¨¢tico de Heidegger' -que, obviamente, nada tiene que ver con ninguno de esos ¨ªnclitos nombres-, muestra el m¨¢ximo soplo de esa flama verbal que quiere fundir todas las cosas del mundo, donde "el gordo & el flaco" bailan con Guido Cavalcanti y Huckleberry Finn. Jeta de santo es el documento de una ¨¦poca del que conoc¨ªamos sus derivados ficcionales y ahora tenemos su primigenio magma l¨ªrico.
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