Nuestras autoridades contra el trabajo
Como ustedes saben, en Espa?a trabajan cada vez menos personas. No es solamente el paro, que va en galopante aumento y que seguir¨¢ creciendo. Son tambi¨¦n las prejubilaciones masivas, que afectan ya a gente con cincuenta a?os o menos, y el abundante n¨²mero de jubilados "naturales", que, con la prolongaci¨®n general de la vida, pasan un mont¨®n de a?os retirados de las actividades laborales. A ello hay que sumar las dificultades enormes de los j¨®venes para encontrar empleo, de tal manera que podr¨ªa decirse que quienes tiran de verdad del pa¨ªs son los individuos de entre treinta y sesenta a?os, y eso exagerando. Lo natural ser¨ªa, por tanto, que a esa franja de la poblaci¨®n se la tuviera como a oro en pa?o, se la cuidara y se le facilitasen las cosas. Se le facilitase, sobre todo, la posibilidad de llevar a cabo su vital tarea, de la que todos los dem¨¢s dependen.
No es as¨ª, sin embargo, sino todo lo contrario. Espa?a es, en este aspecto, el pa¨ªs m¨¢s irresponsable, fr¨ªvolo, idiota y suicida de toda Europa, y lo es a¨²n m¨¢s en esta ¨¦poca de crisis, en la que los pol¨ªticos se hartan de soltar palabras hueras sobre "el esfuerzo de todos", "las vigorosas medidas para combatir la situaci¨®n", "la deseable combinaci¨®n de productividad, ahorro y consumo" y dem¨¢s falacias que no se corresponden en absoluto con sus acciones. A la gente que trabaja, el Estado -ojo, los Ayuntamientos y las Comunidades Aut¨®nomas son tambi¨¦n Estado- hace lo imposible por imped¨ªrselo, y las reci¨¦n terminadas Navidades han sido irrefutable prueba de ello. En este pa¨ªs, diciembre -extendido hasta el 7 de enero- simplemente no existe a efectos laborales. Entre el disparatado puente de la Constituci¨®n y las Pascuas, que ya duran tres si no cuatro semanas, casi nadie pega un palo al agua. Y a los pocos que lo pegan se los mira mal y se les obstaculiza hacerlo.
Yo lamento hablar una vez m¨¢s del ruido, pero qu¨¦ quieren, si su reinado se reitera y ampl¨ªa y a los ¨²nicos que parece preocuparnos somos un servidor y el se?or Forges. Las autoridades se dedican a crearlo y a propiciarlo, con la colaboraci¨®n entusiasta de todas las franjas de poblaci¨®n desocupadas. Durante las Navidades, como es costumbre, las calles se han llenado de memos gritones, con bocinas prohibidas a los coches pero no a ellos, trompetas y tambores. Tambi¨¦n de bandas de falsos mariachis y jazzistas y de coros que entonaban -es un decir- villancicos horripilantes. Pero adem¨¢s los Ayuntamientos han montado sus escenarios en plena calle y nos han torturado con m¨²sica diaria, como si no hubiera decenas de salas y de iglesias en las que poder tocarla. En mi plaza, sin ir m¨¢s lejos, ha habido "conciertos" los d¨ªas 19, 20, 21, 22, 23, 25, 26, 27, 28, 29, 30 y 31 de diciembre, ?doce jornadas! Jazz, orfeones, flamenco, corales polif¨®nicas. De ocho a nueve en principio, pero ya hacia las cinco los t¨¦cnicos de sonido empezaban a "hacer pruebas", consistentes en poner a todo trapo canciones de Dire Straits y Michael Jackson (?) o en soltar la subnormal retah¨ªla de "Hola, s¨ª, uno, dos, tres, qu¨¦ tal, hola, hola, aqu¨ª, ah, s¨ª, s¨ª, hola, ah, ?s¨ª¨ª¨ª!". O bien los int¨¦rpretes iniciaban sus ensayos, as¨ª que durante cuatro horas diarias nadie del vecindario ha podido trabajar ni concentrarse. Todo esto -lo he visto desde mis balcones- para que a cada representaci¨®n asistieran cien gatos ociosos a lo sumo. A?adan lo mismo en otras plazas, m¨¢s los "espect¨¢culos en el exterior", m¨¢s los mercadillos-verbena, m¨¢s las "marimorenas o zambombadas", m¨¢s los veinte belenes -veinte- diseminados por la ciudad.
?Desde cu¨¢ndo es competencia del Estado entretener a la gente en las calles? El Estado no est¨¢ para eso, y sin embargo no hay municipio espa?ol que no destine dinerales a las llamadas "Comisiones de Festejos". Y ser¨¢ lo mismo en Carnaval, y en Semana Santa con las procesiones, y en San Isidro en Madrid, y luego vendr¨¢n las infinitas fiestas locales del largu¨ªsimo verano. Este sigue siendo un pa¨ªs de pandereta, literalmente, en el que todos los esfuerzos de las autoridades van encaminados a complacer a la poblaci¨®n m¨¢s ociosa e improductiva y a castigar a la que a¨²n trabaja. Durante estos d¨ªas yo he podido hacerlo tan s¨®lo cuando al Ayuntamiento le ha dado la gana de permit¨ªrmelo. Es el puro sinsentido: ese Ayuntamiento tiene una deuda acumulada de 7.200 millones de euros, en vista de lo cual, y de que estamos en crisis, se ha dedicado a gastar en chorradas ruidosas para los desocupados y en penalizar el trabajo. As¨ª se sale de ella.
Y al lado de tanto despilfarro da?ino e imb¨¦cil, una exposici¨®n interesant¨ªsima y magn¨ªfica, "La Facultad de Filosof¨ªa y Letras de Madrid en la Segunda Rep¨²blica. Arquitectura y Universidad durante los a?os 30" (Centro Conde Duque), ha estado a punto de no celebrarse -esa Facultad fue el primer edificio de la Ciudad Universitaria, y se ha cumplido su 75? aniversario- porque casi todo el presupuesto se hab¨ªa ido en sandeces. La Comunidad de Madrid ni siquiera ha contribuido, y tanto ¨¦sta como el Ayuntamiento permiten que ese edificio racionalista emblem¨¢tico, en el que ense?aron Ortega, Zubiri, Men¨¦ndez Pidal, Besteiro, Gaos, Morente, S¨¢nchez Albornoz, Salinas, Am¨¦rico Castro y tantos otros, se est¨¦ cayendo a pedazos o que se le pongan parches horrendos que lo desvirt¨²an o lo destrozan. Supongo que nuestras autoridades no s¨®lo ven mal que la gente trabaje, sino tambi¨¦n que estudie. Lo tienen f¨¢cil para acabar con ambas actividades: ruido y m¨¢s ruido, m¨¢s m¨²sica ratonera y m¨¢s ruido, y todo en la v¨ªa p¨²blica.
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