38 d¨ªas bajo el Kal¨¢shnikov
Jos¨¦ Cend¨®n y Colin Freeman relatan su cautiverio en Somalia: qui¨¦nes les secuestraron, las amenazas de muerte y los juegos con los piratas
-"?Mierda!", susurr¨® Jos¨¦ Cend¨®n
-"?Hay algo que podamos hacer, Jos¨¦?", pregunt¨® Colin Freeman.
Cend¨®n no contest¨®. Para entonces, enca?onados por los Kal¨¢shnikov de los guardaespaldas que ambos hab¨ªan contratado para intimidar a los piratas, Cend¨®n y Freeman sab¨ªan ya que aquellos ocho hombres deb¨ªan haber hecho cuentas -dos periodistas europeos val¨ªan mucho m¨¢s que los 20 d¨®lares que les pagaban al d¨ªa- y que ya no subir¨ªan al avi¨®n de vuelta a casa que deb¨ªan coger ese mismo d¨ªa tras haber terminado un reportaje para el Daily Telegraph sobre la pirater¨ªa en Somalia.
Los guardaespaldas les subieron en la parte de atr¨¢s de una camioneta y les taparon con una chaqueta verde. Freeman, intent¨® hablar con sus captores, que le respondieron presionando su nuca con un Kal¨¢shnikov, seg¨²n explic¨® al Daily Telegraph. Intent¨® marcar el n¨²mero de su peri¨®dico en el m¨®vil que llevaba en el bolsillo trasero del pantal¨®n, pero se lo quitaron antes de poder hacerlo. Pens¨® en provocar un accidente -"mejor tratar de escapar aqu¨ª, que en mitad de ninguna parte"-, pero desisti¨®. Por su cabeza danzaron las caras aterrorizadas de algunos colegas secuestrados en Irak en los v¨ªdeos grabados por sus secuestradores. Freeman y Cend¨®n empezaron a pensar aquel 26 de noviembre de 2008 en s¨®lo una cosa: cu¨¢nto durar¨ªa aquella pesadilla.
Fueron apresados por los que hab¨ªan contratado para que les protegieran
"Nunca llegu¨¦ a temer por mi vida", relat¨® a EL PA?S Jos¨¦ Cend¨®n. "Nos enca?onaron y alguna vez incluso simularon que ejecutaban a Colin, pero sab¨ªamos que era una pantomima". Cend¨®n, de 34 a?os, curtido fotoperiodista en zonas de conflicto, sab¨ªa perfectamente el suelo que pisaba. Conoc¨ªa la hoja de ruta de sus captores: que pedir¨ªan un rescate -algunas fuentes hablan de m¨¢s de 200.000 d¨®lares- y que, probablemente, se lo dar¨ªan. "Pero lo sent¨ªa por mi familia, por c¨®mo lo estar¨ªan pasando. Era mi principal preocupaci¨®n".
Los secuestradores condujeron durante media hora por caminos desiertos hasta que pararon en las faldas de las monta?as. "?Imshi!" (caminad), gritaron. Cend¨®n y Freeman obedecieron durante 12 horas con peque?os descansos, atravesando "el lugar m¨¢s duro, est¨¦ril y vac¨ªo del planeta". Cend¨®n llevaba unas buenas botas de monta?a. Freeman s¨®lo un par de chanclas. Finalmente, llegaron al pico de una monta?a. Ambos periodistas pasar¨ªan los siguientes 38 d¨ªas en cuevas inh¨®spitas, durmiendo en el suelo, apenas cubiertos por una manta. "Los piratas eran cada d¨ªa diferentes: los hab¨ªa j¨®venes, viejos... El d¨ªa que menos hubo eran ocho, y el que m¨¢s, unos cincuenta", relata Cend¨®n. El l¨ªder de los secuestradores se llama Moussa y seg¨²n explic¨® el embajador espa?ol en Kenia, Nicol¨¢s Mart¨ªn Cinto, hombre clave en la liberaci¨®n de los dos periodistas, pertenece a los wargsabi, uno de los tres clanes de piratas que reinan en Somalia. Su lugarteniente, Yusuf, guardaba en su mochila un Cor¨¢n y varias granadas de mano.
"Ellos no hablaban ingl¨¦s y nosotros no habl¨¢bamos somal¨ª, pero nos entend¨ªamos por se?as. En general, nos trataron bien. Com¨ªamos arroz y cabra", recuerda Cend¨®n. Una dieta mucho m¨¢s saludable que la habitual, bromea Freeman, quien, pese a todo, confes¨® haber vuelto a fumar durante el cautiverio. El d¨ªa de Navidad, sus captores les obsequiaron con un men¨² especial: cabra asada y tres cigarrillos extra.
Para pasar el rato, Cend¨®n y Freeman construyeron un ajedrez con restos de trozos de carb¨®n que sus secuestradores utilizaban para cocinar. "Los piratas les miraban como si estuvieran locos, porque no ten¨ªan ni idea de lo que estaban haciendo", relat¨® Julia Cend¨®n, hermana del fot¨®grafo, al que fue a buscar a Kenia tras su liberaci¨®n, el pasado domingo. "Al parecer, los secuestradores organizaban juegos de saltos, carreras, flexiones y cosas as¨ª. Un d¨ªa, Jos¨¦ les pregunt¨® si pod¨ªan jugar y les dijeron que s¨ª". Los piratas tambi¨¦n se aburr¨ªan.
Les mov¨ªan continuamente de una cueva a otra para evitar encontrarse con bandas rivales. "En Somalia hay tres clanes, pero unos mil subclanes, todos peleados entre ellos. Ninguno tiene pretensiones pol¨ªticas o ideol¨®gicas. Son clanes de naturaleza puramente delictiva", explic¨® a este diario el embajador espa?ol en Kenia. "Se mueven por el olor del dinero y no me extra?a que se acercaran para intentar sacar parte del bot¨ªn", aclar¨® Mart¨ªn Cinto.
En una ocasi¨®n uno de esos grupos rivales se enfrent¨® a tiros con los piratas. Que otra banda intentara secuestrarles de sus propios secuestradores fue una de las principales preocupaciones de los periodistas. Eso, y que las negociaciones se prolongaban m¨¢s de lo esperado. Las cooperantes secuestradas a finales de 2007 en Somalia fueron liberadas una semana despu¨¦s y los marineros del Playa de Bakio, a los seis d¨ªas. Cend¨®n y Freeman estuvieron retenidos durante m¨¢s de un mes. 38 d¨ªas angustiosos d¨ªas en los que los piratas les sometieron varias veces a la tortura psicol¨®gica de anunciarles una liberaci¨®n que finalmente nunca llegaba por peleas entre los secuestradores.
Finalmente, el tel¨¦fono son¨® a las 13.30 horas del pasado s¨¢bado, minutos despu¨¦s de otra comida a base de cabra. Uno de los captores entr¨® en la cueva donde reten¨ªan a Cend¨®n y Freeman y le pas¨® el aparato al periodista brit¨¢nico. "Esta vez las cosas parec¨ªan diferentes", relat¨® Freeman al Daily Telegraph. "Moussa puso una mueca rara y pronunci¨® dos palabras en un mal ¨¢rabe, el ¨²nico idioma com¨²n que tuvimos: "Al yom", dijo, que significa "hoy". Hac¨ªa s¨®lo una semana hab¨ªan recibido una promesa similar, pero aquella fue la definitiva. A la ma?ana siguiente, los piratas recog¨ªan sus cosas, borraban todas las huellas de su estancia en la cueva y abandonaban la monta?a.
Durante el trayecto, les sorprendi¨® un tiroteo, que result¨® ser la se?al para que se acercara otro grupo de diez piratas equipado con un lanzagranadas. Les condujeron en un todoterreno hasta que entregaron a Cend¨®n y Freeman a un grupo de ancianos de un clan, los intermediarios para la entrega final. Tres horas despu¨¦s, eran libres. "Ha adelgazado un poco, pero no le ha venido nada mal porque estaba un poco gordito", bromeaba Julia Cend¨®n al tel¨¦fono desde Nairobi, despu¨¦s de haber visto a su hermano. Era la prueba de que el secuestro estaba casi superado. Esa, y que el fot¨®grafo estaba deseando volver al trabajo. "Quiero pasar por mi casa en Addis Abeba para recoger algunas cosas. Luego ir a casa para que mis padres vean que estoy bien y regresar cuanto antes a la vida normal", relat¨® Cend¨®n. "Mis padres lo llevan peor, pero entienden que a ¨¦l lo que le gusta es andar por ah¨ª. Lleva esto en la sangre", se resignaba Julia, que durante 38 d¨ªas mostr¨® orgullosa a todo el mundo las fotograf¨ªas de Jos¨¦ Cend¨®n, espectaculares instantes, inaccesibles para la mayor¨ªa, y algunos de ellos premiados con prestigiosos galardones como el World Press Photo.
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