En la planta 30 de la torre Sacyr
Abre el hotel Eurostars, el ¨²nico lugar desde donde no se ven los rascacielos
El mejor lugar de Madrid (y el m¨¢s alto) para desorientarse, confundir el sur con el norte y escapar de la silueta vertical de las cuatro torres de La Castellana est¨¢ en el interior de una de ellas. La ¨²nica que, desde el pasado lunes, ofrece esa posibilidad, incluyendo una cama de unos tres metros de ancho en la que dibujar la forma del cuerpo, un mueble bar con botellitas de agua de formas redondeadas como perfumes y una cuidada selecci¨®n de almohadas para acunar cervicales, es la que se apellida Sacyr. Un bloque cil¨ªndrico de 57 plantas que alberga, en sus primeros 31 pelda?os, un hotel reci¨¦n estrenado de 478 habitaciones y cinco estrellas colgadas en el frontal del rascacielos.
El primer d¨ªa s¨®lo se ocuparon 80 de las 478 habitaciones
La mayor¨ªa de los clientes asist¨ªan a diversas convenciones
Un cartel, casi a ras de suelo, anuncia que uno ya ha llegado, al fin, al hotel y no, como se tem¨ªa, al aparcamiento de Urgencias de La Paz, que est¨¢ unos metros m¨¢s cerca de la carretera de Burgos. Las letras son marrones. Casi no se ven. No son luminosas. "Es que esto no es un motel", precisa a la defensiva uno de sus primeros moradores mientras hace cola en recepci¨®n. Su imagen se refleja en cientos de cubitos plateados sinuosos. Dentro, todo brilla.
El hotel Eurostars Tower es nuevo. Abri¨® el lunes al p¨²blico en general y, entre el p¨²blico en general, se infiltr¨® este diario, que contrat¨® a trav¨¦s de Internet una de las 80 habitaciones que el establecimiento consigui¨® alquilar el d¨ªa de su estreno, a 128 euros la doble y a algo m¨¢s de 200 la suite junior. Uno de los empleados sostuvo que esta baja ocupaci¨®n se debi¨® a "problemas con algunas centrales de reservas de la red". Otra empleada daba por buena la cifra y consideraba que estaba "muy bien para ser el primer d¨ªa". Nadie mencion¨® la crisis econ¨®mica. Se agradece.
Este diario, que opt¨® a su pesar por la oferta de la doble, subi¨® hasta la planta 30, donde se ubica el restaurante "gastron¨®mico" a ver un paisaje nocturno muy semejante al que se ve desde la ventanilla de un avi¨®n: luces de dif¨ªcil identificaci¨®n, pero siempre muy lejanas. Se intuye todo Madrid, menos las torres, claro. El comedor est¨¢ rodeado de ventanales que limitan con el abismo. All¨ª, por orden de llegada, se van sentando las parejas. Todas las mesas con vistas son para dos.
Tambi¨¦n se encaram¨® hasta la planta 31 y ¨²ltima, seg¨²n la botonadura del veloc¨ªsimo ascensor -aunque uno de los responsables sostuviera en una animada charla con clientes que la 30 y la 31 eran una y la misma planta dividida en dos- para observar que all¨ª, en el lugar m¨¢s alto del hotel (por encima hay 25 pisos m¨¢s, pero son de oficinas), no hay m¨¢s que cables y cajas de embalaje. Tambi¨¦n un montacargas con uno de sus n¨²meros pintado en un cart¨®n. Es una planta fantasma con la que no hay que contar para nada interesante.
En su infatigable exploraci¨®n vertical, adem¨¢s pas¨® bastante calor sentado en una ergon¨®mica tumbona del bar de la planta baja, extremadamente caro (11 euros una cerveza), pero atendido de forma muy diligente. La temperatura, casi tropical, se deb¨ªa a "unos problemillas de ajuste con la calefacci¨®n". Al parecer, los dos d¨ªas anteriores, preludio y ensayo con agentes de viaje y otros individuos del sector hostelero tur¨ªstico, la gente se quej¨® por el fr¨ªo.
Junto a este diario, el pasado lunes el grueso de los primeros ocupantes del lugar pertenec¨ªan a cuatro grupos m¨¢s o menos numerosos de asistentes a diversas convenciones. Por ejemplo, de productos farmac¨¦uticos. O, m¨¢s por ejemplo, de videojuegos. Unos, de Alicante. Otros, de Barcelona. Otros, de aqu¨ª y de all¨¢. Todos muy contentos por la experiencia, aunque escamados porque la ducha est¨¢ al mismo nivel que el suelo del ba?o.
"Es un cinco estrellas en toda regla", comentaba muy satisfecho en la ma?ana de ayer uno de los asistentes a la convenci¨®n de videojuegos. "Todo muy moderno, pero f¨¢cil de entender", prosigui¨® con el elogio. Una chica rubia asent¨ªa a su lado. "He estado en otros hoteles en los que es casi imposible aprenderse las cosas, pero ¨¦ste est¨¢ fenomenal". Ella tambi¨¦n pertenec¨ªa al sector de los videojuegos.
Este diario, sin embargo, tuvo m¨¢s problemas para aprenderse los botones que ocupan buena parte de las maderas nobles adosadas a la pared de la habitaci¨®n. El vecino tambi¨¦n result¨® ser torpe para la tecnolog¨ªa. "?C¨®mo se deja la tarjeta para que se encienda la luz?", preguntaba sonriente.
Varias de las plantas m¨¢s altas albergan amplias salas de juntas para la celebraci¨®n de congresos. Como es frecuente en esta clase de salones, tienen nombres de capitales europeas. Por ejemplo, M¨²nich. Tambi¨¦n hay gimnasios y piscinas. Al margen de un verdadero ej¨¦rcito de personal siempre sonriente, siempre amable. "Nos hemos esforzado much¨ªsimo en ense?ar al personal y seleccionarlo, para que cojan nuestro concepto", comentaba en voz alta una de las responsables del hotel. Se lo estaba contando a otros directivos. Su insistencia ha tenido ¨¦xito. As¨ª, cuando este diario vuelve a traspasar la puerta giratoria autom¨¢tica y le caen los primeros copos de nieve, lo ¨²ltimo que percibe del interior de la torre es una sonrisa de despedida.
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