El realismo y sus postizos
Desde que, a finales de los cincuenta, el Carlos Saura de Los chicos (1959) rompi¨® con la tradici¨®n redentorista que el cine espa?ol aplicaba con cat¨®lica constancia a los retratos de la marginalidad, otros han sido los peligros que han condicionado la objetividad de la mirada sobre tales asuntos: el sensacionalismo y, algo mucho peor, la condescendencia del cineasta pijo que practica una suerte de turismo social cuando viaja con su c¨¢mara al extrarradio o al barrio de chabolas para retratar unas precariedades que ni comparte, ni comprende, pero, indefectiblemente, magnifica.
No se puede acusar al debutante Santiago A. Zannou de lo segundo, pues su descripci¨®n de un extrarradio multirracial parece esquivar algunas ideas recibidas, cuestiona arquetipos y respira cierta verdad: su mirada no es paternalista, ya que siempre se coloca a la altura de sus personajes, en especial de la pareja de amigos que centra la trama, encarnada por Ovono Candela y Juan Manuel Montilla, El Langui, cabeza visible del estimable grupo de hip-hop patrio La Excepci¨®n.
EL TRUCO DEL MANCO
Direcci¨®n: Santiago A. Zannou.
Int¨¦rpretes: Juan Manuel Montilla, El Langui; Ovono Candela; Elio Toffana; Juan Navarro; La Mala Rodr¨ªguez.
G¨¦nero: Drama. Espa?a, 2008.
Duraci¨®n: 87 minutos.
Si bien no incurre en tremendismos, se acerca a los l¨ªmites de lo sensacionalista
No obstante, Zannou no logra esquivar el primer peligro: si se coloca al lado del m¨¢s remarcable estreno de esta semana -La clase, de Laurence Cantet-, El truco del manco, pese a sus buenos prop¨®sitos, sigue delatando las debilidades del cine espa?ol en el manejo del realismo y, si bien no llega a incurrir en ese tremendismo tan com¨²n, su necesidad de integrar elementos dram¨¢ticos atravesados de denuncia acaba acercando la propuesta a los l¨ªmites de lo sensacionalista.
"Las hostias del filme son aut¨¦nticas", argumentaba Zannou en una entrevista publicada en una revista cinematogr¨¢fica, subrayando que uno de sus actores se qued¨® KO en escena tras recibir un golpe sin trampa ni cart¨®n durante el rodaje. Quiz¨¢s alguien tendr¨ªa que decirle a Zannou que el realismo no pasa necesariamente por las lesiones en accidente laboral: el realismo pasa, en todo caso, por el despojamiento de toda impostura, de todo discurso o moraleja aprior¨ªsticos, por algo, en suma, tan complicado como el hallazgo de una estrategia para aislar una ilusi¨®n de veracidad mediante algo tan artificioso como es la construcci¨®n de una ficci¨®n cinematogr¨¢fica. Y eso El truco del manco, lamentablemente, no lo consigue: bastan muy pocos minutos para que el espectador, quiz¨¢ con una leg¨ªtima desconfianza pos-Kronen o pos-Barrio, se huela que las trayectorias de estos dos perdedores, empe?ados en salir del hoyo, se ver¨¢n condicionadas por el peso de un f¨¢tum que se cierne como una losa sobre esos desv¨ªos de la rectitud -las adicciones, los trapicheos con los villanos de la funci¨®n, el alcoholismo de un padre, la mala cabeza de un hermano- que Zannou contempla como ¨²nico camino hacia el final feliz.
El truco del manco tiene su principal arma en El Langui, cuyo personaje -un hip-hopero capaz de superar todo obst¨¢culo que la naturaleza haya puesto en su camino y de formular una contundente frase insignia: "A m¨ª no me digas que no se puede"- tiene mucho que ver con ¨¦l mismo. Es una l¨¢stima que, pese a su fuerza natural, sus di¨¢logos acaben sonando un poco postizos.
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