La oficina del crimen
Las mafias colombianas se han instalado en Espa?a, donde disponen de toda la infraestructura necesaria. Los sicarios ya no vienen y se van: viven entre nosotros
Pagas o mueres. En Colombia o en Espa?a. En el c¨®digo del narcotr¨¢fico colombiano las deudas y las ofensas se abonan al contado. Es la forma de hacer respetar la ley, no muy diferente de otras sociedades delictivas: la sangre sobreviene al impago. Por eso, no hay morosos vivos entre los narcotraficantes, o no por mucho tiempo. Los expertos policiales deducen que si mataron a Le¨®nidas Vargas de cuatro tiros en la cama de un hospital de Madrid fue porque no hab¨ªa forma m¨¢s discreta de hacerlo. Si hubieran podido matarle de otra manera lo habr¨ªan hecho porque saben que ese tipo de asesinatos en p¨²blico sientan muy mal en Espa?a, crean alarma social y movilizan a la polic¨ªa, que adem¨¢s dispone de sapos (chivatos, confidentes). Es un riesgo, pero la ley ha de cumplirse. Y Vargas estaba sentenciado.
En el narcotr¨¢fico no hay otro m¨®vil que el dinero y no hay m¨¢s forma de autoridad que la violencia
En los ajustes de cuentas en Espa?a se usan armas de peque?o calibre. Son muertes a quemarropa
En el an¨¢lisis criminal se dice que una organizaci¨®n est¨¢ plenamente asentada cuando ha instalado a sus soldados/sicarios
El ejecutor que acab¨® con la vida de Vargas en el hospital Gregorio Mara?¨®n no habr¨¢ salido de Madrid. La teor¨ªa seg¨²n la cual un sicario recibe el encargo, se desplaza al pa¨ªs donde debe ejecutar su trabajo y regresa inmediatamente a Colombia, qued¨® en desuso hace ya unos cuantos a?os en t¨¦rminos policiales, desde que se tiene constancia de que las organizaciones de narcotr¨¢fico desplazaron a Espa?a delegaciones bien nutridas de efectivos y, entre ellos, a los profesionales que se encargan del cobro de las deudas. Por ese motivo se emplea el t¨¦rmino "oficina de cobro" cuando se hace referencia a aquellos grupos que integran en sus filas a sicarios, pistoleros o tambi¨¦n llamados soldados. Cada organizaci¨®n en Espa?a lleva asociada una "oficina de cobro". Las hay en n¨²mero dif¨ªcil de cuantificar pero suficientes como para tener bajo control ciudades como Madrid y Barcelona, algunas zonas de la costa mediterr¨¢nea, e incluso hacer algunos trabajos en Europa.
En el negocio del narcotr¨¢fico no hay otro m¨®vil que el dinero y no hay otra forma de ejercer la autoridad que la violencia. Si una partida de coca¨ªna es robada o incautada por la polic¨ªa, su responsable contrae una deuda en ese mismo momento. No hay justificaci¨®n. Y la deuda ha de ser abonada por cuantiosa que sea. Si el afectado quiere salvar el pellejo, debe poner a la venta la parte de su patrimonio necesaria para satisfacer el pago. "Normalmente", explica un agente, "se produce una primera entrevista en la que se fija la cuant¨ªa de la deuda, entrevista que puede estar acompa?ada de una amenaza. Por regla general, se produce un amarre (secuestro) de alg¨²n familiar del deudor que sirve tambi¨¦n como otra forma de advertencia. S¨®lo despu¨¦s, si persiste el impago, se pasa a otras acciones". Por ese motivo, la actividad de los narcotraficantes est¨¢ sometida a un constante conflicto y a frecuentes luchas por el poder. La traici¨®n est¨¢ a la orden del d¨ªa, as¨ª como la necesidad de estar protegido, o de matar para imponer la autoridad.
En este escenario revuelto, el sicario no es un personaje solitario, fr¨ªo y calculador, obseso de su armamento, que cultiva su cuerpo en el gimnasio, de vida discreta, que usa una identidad falsa, vigila sus movimientos y se desplaza lo justo para cumplir con sus encargos. La realidad discrepa de la ficci¨®n. En el ambiente del narcotr¨¢fico colombiano en Espa?a se tiene al sicario como un empleado no especialmente bien remunerado, generalmente joven (a veces, casi adolescente), de extracci¨®n social muy baja, que se ha curtido en una sociedad muy violenta donde la vida no tiene un precio excesivo. Ni siquiera el n¨²mero de muertos que lleve a sus espaldas es un factor determinante de su prestigio. El sicario, tambi¨¦n llamado soldado, es el ¨²ltimo eslab¨®n de la cadena. Mata porque posiblemente no sepa hacer otra cosa.
El sicario, como tal soldado, cumple ¨®rdenes. Responde tambi¨¦n a un estereotipo falso, la creencia de que acepta encargos de terceros. El sicario no tiene esa autonom¨ªa. Pertenece a una organizaci¨®n y responde exclusivamente a sus ¨®rdenes. S¨®lo los m¨¢s avezados logran ascender puestos en el escalaf¨®n y pueden llegar a formar sus propios grupos. Tampoco dispone de un armamento sofisticado. La experiencia de los ajustes de cuentas registrados en Espa?a demuestra, en el caso de los correspondientes a sicarios colombianos, que se limitan al uso de armas de peque?o calibre y, por regla general, no especialmente modernas. Por ese motivo, su modus operandi responde a un tipo de "muerte a quemarropa": varios disparos a corta distancia. En ese sentido, la acci¨®n del sicario colombiano siempre es m¨¢s arriesgada que sus equivalentes llegados de los pa¨ªses de Este, que utilizan armamento moderno que permite gran eficacia a mayor distancia.
Generalmente, es enviado a Espa?a con pasaporte de otra nacionalidad diferente de la colombiana. La organizaci¨®n se encarga de apa?arle un matrimonio con una mujer espa?ola para que obtenga la residencia, se le busca un domicilio y se le da un sueldo que a veces resulta insuficiente, seg¨²n han podido constatar investigadores policiales a lo largo de los ¨²ltimos a?os. "Algunos de los que hemos podido conocer viven en domicilios muy modestos y llevan una vida un tanto precaria, de tal manera que participa tambi¨¦n en otras actividades como robos o transporte de coca¨ªna".
Sobre la documentaci¨®n que usan los delincuentes colombianos que se establecen en Espa?a se han detectado algunas particularidades. Durante unos a?os utilizaban generalmente pasaportes venezolanos, tendencia que puso en alerta a las autoridades diplom¨¢ticas espa?olas y motiv¨® alguna queja. Recientemente, se ha observado una notable variaci¨®n. Venezuela ha empezado a dar menos facilidades y ahora se est¨¢n desplazando a Espa?a con pasaportes de Guatemala, Costa Rica y, sobre todo, M¨¦xico. "Estamos observando que utilizan pasaportes mexicanos aut¨¦nticos, incluso con su misma identidad", reconocen fuentes de Interior. "Hemos detectado c¨®mo env¨ªan la huella dactilar por correo electr¨®nico junto a una foto y reciben en su domicilio un pasaporte nuevo a trav¨¦s de una compa?¨ªa de mensajer¨ªa". Mandos de la polic¨ªa y la Guardia Civil han tenido reuniones con funcionarios mexicanos para exponerles este problema, "pero no parecen reaccionar por el momento". "Nos est¨¢n bajando algunas estad¨ªsticas de delincuentes colombianos y subiendo las de mexicanos, cuando sabemos que esos mexicanos son en realidad falsos". El fen¨®meno ha dado lugar a que se divulguen algunas informaciones period¨ªsticas en Espa?a alertando de un incremento de delincuentes mexicanos. Hay que tener en cuenta que hasta hace dos a?os, los colombianos (2.243) formaban la segunda poblaci¨®n de reclusos en las c¨¢rceles espa?olas, despu¨¦s de los marroqu¨ªes (5.527). Justamente a partir de 2007 se ha producido un ligero descenso en el n¨²mero de penados de esta nacionalidad, ocupando actualmente el segundo lugar los delincuentes de nacionalidad rumana.
Cristian Andr¨¦s Garc¨ªa Escobar, conocido como ?scar, era uno de esos reclusos hace unos a?os, cuando apenas hab¨ªa cumplido los 20 y hab¨ªa sido detenido en el a?o 2000 por el asalto a un furg¨®n blindado. Condenado a 21 a?os de c¨¢rcel, aprovech¨® tiempo despu¨¦s un permiso carcelario para no volver. En 2008 era uno de los responsables de una de esas oficinas de cobro ligada a una poderosa organizaci¨®n de narcotraficantes conocida como el cartel del Valle del Norte.
?scar hab¨ªa dejado de ser un soldado. Hab¨ªa progresado en el oficio y dispon¨ªa de un grupo bajo su mando. Entre sus actividades estaba el cobro de deudas, pero tambi¨¦n interven¨ªa en operaciones propias del narcotr¨¢fico. A mediados de febrero de 2008 le lleg¨® la noticia de la muerte de Wilber Varela, alias Jab¨®n, acribillado a balazos en un hotel de la localidad venezolana de M¨¦rida. Jab¨®n era, en aquel entonces, el n¨²mero uno del cartel del Valle del Norte. Era uno de sus jefes, pero lejos de preocuparse por la noticia, organiz¨® una fiesta con su gente en un chal¨¦ alquilado a las afueras de Madrid. La muerte de Jab¨®n significaba que sus inmediatos superiores, Ni?o Malo y Pampo, sub¨ªan un pelda?o en el escalaf¨®n de la organizaci¨®n. Y lo que era bueno para ellos, era bueno para ¨¦l. La fiesta que celebr¨® en Madrid acab¨® mediada la madrugada y acab¨® mal: un equipo conjunto de la polic¨ªa y la Guardia Civil entraba en el lugar dispuesto a detenerle.
La detenci¨®n de ?scar signific¨® en aquel momento la primera desarticulaci¨®n casi al completo de una oficina de cobro en Espa?a. En otros a?os se hab¨ªan producido detenciones de sicarios, se hab¨ªan tenido noticias de este tipo de grupos (Ni?o Malo, por ejemplo, hab¨ªa actuado en Espa?a a finales de los noventa), de sus locales y sus actividades, pero no se hab¨ªa efectuado una desarticulaci¨®n de un grupo completo. El detalle que llev¨® al ¨¦xito la operaci¨®n fue el asesinato de una persona que, dos a?os despu¨¦s, todav¨ªa sigue sin estar identificada.
El 14 de septiembre de 2007, el grupo de homicidios de la Guardia Civil en Madrid acude a la localidad de Ciempozuelos. En un descampado hay una escena escabrosa: dos piernas sobresalen de la tierra haciendo una uve. Debajo hay un cuerpo enterrado al que le faltan las dos manos y cuyo tronco y cabeza han quedado desfigurados por efecto del ¨¢cido sulf¨²rico. No hay posibilidad material de identificar a una v¨ªctima de la que s¨®lo se cuenta con una cadena de oro alrededor del cuello.
Las primeras investigaciones conducen a una banda de espa?oles dedicada al robo de motos que operaba en los alrededores. No parec¨ªan tener relaci¨®n con el caso, pero en una casa abandonada que utilizaban en ocasiones aparecieron restos de ¨¢cido sulf¨²rico. Dicha casa se la hab¨ªan alquilado a un colombiano que "ten¨ªa que hacer un trabajo". Determinada la identidad de este hombre, salt¨® en el ordenador central que estaba siendo investigado por una unidad de la Polic¨ªa Nacional. Se decidi¨® crear un equipo conjunto y el colombiano les llev¨® hasta el grupo de ?scar.
Los investigadores pudieron seguir durante meses las actividades de lo que era una oficina de cobros. ?scar viv¨ªa en un apartamento nuevo a las afueras de Madrid, cerca de un moderno centro comercial conocido. Dispon¨ªa de pasaporte venezolano. All¨ª viv¨ªa con su mujer, pero en otras zonas de Madrid ten¨ªa otras novias, a las que manten¨ªa. Le gustaba vestir ropa de marca, conduc¨ªa un golf. Cuando sal¨ªa de su casa, tomaba precauciones. ?scar era propietario de un bar en Madrid, el Piquet¨¦, en el Barrio del Pilar. All¨ª se reun¨ªa con sus hombres y gastaba dinero en fiestas. Era un establecimiento de ambiente colombiano muy poco transitado. La vida dentro del bar s¨®lo era alterada cuando el grupo deb¨ªa hacer alg¨²n desplazamiento. Los investigadores pudieron seguirle durante un viaje a Barcelona para amenazar a una persona que deb¨ªa pagar una deuda, pero el asunto no lleg¨® a mayores. Cuando surgi¨® la noticia de que ?scar organizaba una fiesta para celebrar la ca¨ªda de uno de sus jefes, apareci¨® la oportunidad de poder detener al grupo al completo. En el domicilio de ?scar se encontraron 15 kilos de coca¨ªna. La operaci¨®n se sald¨® con 14 detenciones y 11 registros en domicilios.
Sin embargo, un a?o despu¨¦s los investigadores ya tienen indicios de que la organizaci¨®n (el cartel del Valle del Norte) ha reestructurado su oficina de cobros en Espa?a. Ni?o Malo, uno de los jefes, dio las ¨®rdenes pertinentes. Precisamente Ni?o Malo, que conoce tan bien Espa?a, donde residi¨® durante alg¨²n tiempo: su organizaci¨®n fue una de las primeras que lleg¨® a tener una de esas oficinas en Madrid, con un local que la polic¨ªa recuerda todav¨ªa: el bar Pachito-Ech¨¦, situado en el distrito de Carabanchel, donde hacia el a?o 2000 hubo una ensalada de tiros que propici¨® una peque?a guerra con varios muertos entre Madrid y Barcelona.
Ni?o Malo regres¨® a Colombia y all¨ª ha seguido subiendo pelda?os. La detenci¨®n de ?scar y su grupo ha sido un peque?o traspi¨¦ del que se han repuesto con rapidez. "Eso es as¨ª porque necesitan tener esa infraestructura para poder seguir haciendo sus negocios en Espa?a. Ninguna organizaci¨®n medianamente importante puede permitir que su mercanc¨ªa circule sin protecci¨®n o puede tener a su gente sin el n¨²mero de soldados suficiente como para imponer su autoridad". M¨¢xime si se tiene en cuenta que el n¨²mero de delincuentes colombianos en Espa?a es lo suficientemente elevado como para que se produzcan intentos de robo de mercanc¨ªa entre organizaciones. "Se han detectado algunos peque?os grupos que se dedican exclusivamente a robar a los narcotraficantes; en esas condiciones, por tanto, la necesidad de contratar soldados es m¨¢s apremiante".
Los analistas de la polic¨ªa y la Guardia Civil advirtieron a mediados de los a?os noventa de la posibilidad de que las organizaciones colombianas terminaran por desplazar a Espa?a a sus sicarios cuando empezaba a ser evidente que el tr¨¢fico de coca¨ªna establec¨ªa en suelo espa?ol una cabeza de puente para su entrada en Europa. Por aquel entonces, los colombianos reduc¨ªan su estructura al env¨ªo de un delegado que se limitaba a ser testigo de las operaciones de los gallegos, a verificar que se realizaran los pagos, la entrega de mercanc¨ªa y el env¨ªo del dinero a Colombia. Sin embargo, los primeros traspi¨¦s debilitaron la confianza de los narcos en los gallegos y comenzaron a establecer estructuras m¨¢s s¨®lidas para dirigir in situ el negocio en Europa.
En el an¨¢lisis criminal se entiende que una organizaci¨®n est¨¢ plenamente asentada en un pa¨ªs y empieza a resultar especialmente peligrosa cuando ha enviado a sus soldados. ?sa es la ¨²ltima fase del asentamiento y el inicio de la plena operatividad de una organizaci¨®n. Aquellos tiempos en los que la coca¨ªna era asunto de los capos gallegos que actuaban como delegados/representantes de los carteles colombianos en Europa pas¨® a la historia. Los gallegos son ahora meros transportistas, trabajan como subcontratados. Los carteles han instalado sus sucursales en Espa?a. Y, naturalmente, sus propias oficinas de cobro.
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