El escritor de los sue?os de Obama
Jon Favreau redacta los discursos que han fraguado a un orador brillante
Un hombre practica deporte en Washington cerca del memorial de Abraham Lincoln, ante la imponente estatua del presidente que en 1863 proclam¨® el fin de la esclavitud. Ah¨ª mismo, el 28 de agosto de 1963, bajo las palabras de Lincoln grabadas en m¨¢rmol, Martin Luther King pronunci¨® su legendario discurso Tengo un sue?o: "Que mis cuatro hijos vivir¨¢n un d¨ªa en una naci¨®n en la que no ser¨¢n juzgados por el color de su piel, sino por su reputaci¨®n. Que un d¨ªa sobre las colinas rojas de Georgia los hijos de quienes fueron esclavos y los hijos de quienes fueron propietarios de esclavos ser¨¢n capaces de...".
Jon Favreau deja de correr y piensa en lo que sabe que no deber¨ªa pensar: ma?ana se van a dar cita en el Lincoln Memorial millones de personas para o¨ªr el discurso de Barack Obama, un discurso que durar¨¢ 20 minutos y en el que este hombre de 27 a?os ha trabajado m¨¢s de dos meses.
El asesor lleva dos meses con el texto que pronunciar¨¢ Obama ma?ana
Tiene 27 a?os y se bloquea al pensar la repercusi¨®n que tendr¨¢n sus palabras
Se le ha criticado por la vacuidad y excesiva belleza de sus trabajos
La noche de la victoria presidencial ten¨ªa preparado otro discurso, de derrota
Semanas antes de las vacaciones de Navidad, Obama y su consejero David Axelrod se reunieron en Chicago con Favreau para darle las directrices de lo que ten¨ªa que ser el discurso. Le silbaron la m¨²sica a sabiendas de que Favreau le pondr¨ªa la mejor letra. Favreau estudi¨® los discursos inaugurales de otros presidentes, se reuni¨® con Peggy Noonan, redactora de los discursos de Ronald Reagan, encarg¨® a un miembro de su equipo que estudiase las alocuciones presidenciales en tiempos de crisis y a otro que entrevistase a varios historiadores.
Bill Burton, portavoz de Obama, le dijo: "T¨ªo, ?te das cuenta de que lo que est¨¢s escribiendo lo colgar¨¢ la gente en carteles en sus habitaciones?". Pero si pensaba eso, Favreau se paralizaba. Si pensaba que desde el 20 de enero pasar¨ªa a ser el escritor de discursos m¨¢s joven que haya trabajado nunca en la Casa Blanca y que sus palabras pueden ser alg¨²n d¨ªa grabadas en m¨¢rmol, no avanzaba.
Favreau prefiere seguir siendo Favs, el chaval que se lleva el ordenador port¨¢til a las cafeter¨ªas Starbucks, escribe desde all¨ª mientras se comunica con sus amigos en la p¨¢gina de Internet Facebook, el tipo que se ha comprado un apartamento de una habitaci¨®n en Washington y lo tiene amueblado apenas con un colch¨®n hinchable, el escritor que durante la campa?a electoral declaraba que no ten¨ªa novia y que mucha gente, cuando le preguntaba a qu¨¦ se dedicaba, no cre¨ªa que fuese el escritor de Obama.
A Favreau tambi¨¦n le han criticado a veces la supuesta vacuidad y excesiva belleza de sus discursos. "Mi rival da discursos. Yo ofrezco soluciones", sol¨ªa decir Hillary Clinton cuando compet¨ªa con Obama en las primarias. Pero la oratoria de Obama la fue arrollando. Tras ganar las presidenciales, un amigo de Favs expuso durante dos horas en Facebook una foto en la que se le ve¨ªa muy sonriente en una fiesta mientras le cog¨ªa el pecho a una figura de cart¨®n de Hillary Clinton. La foto salt¨® de Facebook al resto de la Red y de ah¨ª a la prensa. Aparentemente, la broma no caus¨® demasiada molestia a la pr¨®xima secretaria de Estado del pa¨ªs.
A mediados de diciembre The Washington Post llev¨® a su portada a Favreau y apenas s¨ª mencionaba ya el caso Hillary. El gran tema era el primer discurso del primer presidente negro. Favreau hablaba del miedo esc¨¦nico que le paraliza cuando pasa ante la estatua de Lincoln y de su compenetraci¨®n con Obama, quien ha declarado en diversas ocasiones que Favreau, m¨¢s que un escritor, parece "un lector de mentes". Favs tambi¨¦n contaba que hasta hace unos meses compart¨ªa piso con seis amigos, apenas se afeitaba, nunca cocinaba y sol¨ªa quedarse hasta el amanecer jugando a un videojuego.
Obama, que ya ha escrito dos libros autobiogr¨¢ficos, y Favreau han creado algunos de los discursos m¨¢s memorables de las ¨²ltimas d¨¦cadas, lo cual es mucho decir en un pa¨ªs donde el discurso pol¨ªtico tiene rango de g¨¦nero literario y las palabras de presidentes como Franklin D. Roosevelt -"la ¨²nica cosa de la que hemos de tener miedo es el miedo mismo"- o John Fitzgerald Kennedy -"no preguntes qu¨¦ puede hacer tu pa¨ªs por ti, sino lo que t¨² puedes hacer por tu pa¨ªs"- son parte de la memoria colectiva.
En marzo de 2008, en plena campa?a electoral, Jeremiah Wright, el cl¨¦rigo que cas¨® a Obama y bautiz¨® a sus dos hijos, pidi¨® "que Dios maldiga a Am¨¦rica" a causa del racismo. Cuando Obama sali¨® al paso de la pol¨¦mica con un discurso sobre el racismo que encandil¨® a negros y blancos y fue calificado de hist¨®rico por cientos de peri¨®dicos -"La ira es real, es poderosa y el simple hecho de desear que desaparezca, el condenarla sin entender sus ra¨ªces, s¨®lo sirve para incrementar el abismo de falta de entendimiento que existe entre las razas"-, la pluma de Favreau ya estaba cumpliendo su trabajo. Cuando cinco meses despu¨¦s, en Denver, Obama se meti¨® a los delegados dem¨®cratas en el bolsillo con su discurso ante una audiencia de 38 millones de telespectadores -"Tenemos m¨¢s riqueza que nadie, pero eso no nos hace ricos. Tenemos las mayores fuerzas armadas sobre la tierra, pero no es eso lo que nos hace fuertes. Nuestras universidades y nuestra cultura son la envidia del mundo, pero no es por eso por lo que el mundo se acerca a nosotros. Es el esp¨ªritu americano, esa promesa americana que nos empuja cuando el camino se hace incierto. Esa promesa constituye nuestra mayor herencia"-, Favreau tambi¨¦n hab¨ªa hecho su trabajo. La noche en que Obama gan¨® las elecciones y pronunci¨® un discurso en Chicago -"Si todav¨ªa queda alguien por ah¨ª que a¨²n duda de que Estados Unidos es un lugar donde todo es posible..."- que conmovi¨® a millones de ciudadanos, Favreau ten¨ªa listo tambi¨¦n el de la derrota, por si su jefe perd¨ªa.
El discurso que Obama pronuncie ma?ana quedar¨¢ para la historia como su discurso, pero Favreau tambi¨¦n se llevar¨¢ su parte de reconocimiento. En EE UU, a los escritores que escriben para otras personas se les llama fantasmas (ghosts), en lugar de negros, que es como se les denomina en Espa?a. Robert Schlensinger, hijo de un escritor de discursos de Kennedy y autor del libro Los fantasmas de la Casa Blanca, ha escrito en su blog que la clave del ¨¦xito de un fantasma es que sepa captar la voz de su jefe, que hayan trabajado mucho tiempo codo con codo y que su jefe conf¨ªe plenamente en ¨¦l.
La historia de Favreau como gran escritor comenz¨® un verano de hace cuatro a?os en Boston, cuando ten¨ªa s¨®lo 23 y trabajaba para el candidato dem¨®crata a la presidencia John Kerry. Favs vio detr¨¢s del escenario de la convenci¨®n a un senador ensayando su discurso y no dud¨® en aconsejarle que suprimiera una frase porque le parec¨ªa redundante. El senador era Barack Obama. Y el discurso que ensayaba era una pieza brillante que iba a marcar un antes y un despu¨¦s en la pol¨ªtica estadounidense. Pero Favs se atrevi¨® a hacerle aquella sugerencia.
"Obama me mir¨® un poco confundido, como diciendo ?qui¨¦n es el ni?ato ¨¦ste?", declar¨® Favreau en diversos medios. Al siguiente a?o Favreau se qued¨® sin empleo y solicit¨® una entrevista de trabajo con Obama para trabajar como escritor de discursos del senador. Tras media hora charlando sobre la familia y el b¨¦isbol, Obama le pregunt¨® cu¨¢l era su teor¨ªa sobre los discursos. Y Favs, que apenas acababa de graduarse en Ciencias Pol¨ªticas en la Universidad Holy Cross de Worcester (Massachusetts), le dijo: "Un discurso puede ensanchar el c¨ªrculo de personas a quien le importa esta cosa. Es como decirle a la persona que ha sufrido: 'Te escucho. Incluso aunque est¨¦s decepcionado y c¨ªnico respecto a la pol¨ªtica del pasado, porque tienes buenas razones para sentirte as¨ª, podemos ir en la direcci¨®n correcta. S¨®lo conc¨¦deme una oportunidad". Obama se la concedi¨® a Favs. ?l hizo lo mismo con Adam Frankel, de 26 a?os, y Ben Rhodes, de 30, que trabajaron a sus ¨®rdenes en la campa?a. Y juntos se encargaron de buscar las mejores palabras de aliento en una ¨¦poca desalentadora.
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