?Qu¨¦ tipo de recesi¨®n nos espera?
En las ¨²ltimas semanas me han preguntado muchas veces cu¨¢l es la diferencia entre una desaceleraci¨®n, una recesi¨®n y una depresi¨®n econ¨®mica, y si es posible que la econom¨ªa espa?ola pueda caer en una situaci¨®n de este ¨²ltimo tipo. Veamos.
Lo que marca la diferencia entre esos tres conceptos es la intensidad y, especialmente, el tiempo en que una econom¨ªa permanece creciendo por debajo de su potencial o se estanca. Si, por ejemplo, estaba creciendo por encima del 3%, como era el caso de la econom¨ªa espa?ola en los ¨²ltimos a?os, y pasa a tasas del 2% o del 1%, decimos que ha habido una desaceleraci¨®n; es decir, continuamos creciendo, aunque a menor ritmo. Si ese crecimiento pasa a ser cero o negativo durante al menos dos trimestres, entonces hablamos de recesi¨®n; en este caso retrocedemos, porque perdemos una parte de lo logrado anteriormente. Y si esa recesi¨®n se prolonga a lo largo de varios a?os, hablamos de depresi¨®n.
Hay momentos en que hay que escoger entre dos males. Ahora hay que hacerlo entre el riesgo del d¨¦ficit p¨²blico y el del desempleo
Para ver gr¨¢ficamente la diferencia entre una recesi¨®n y una depresi¨®n, piensen en la forma de una V y una U. Una recesi¨®n acostumbra a tener forma de V: la econom¨ªa se precipita desde una tasa de crecimiento alta hasta tocar fondo y volver a recuperar los niveles iniciales. Normalmente una recesi¨®n de este tipo dura unos 18 meses. Es lo que le ocurri¨® a la econom¨ªa espa?ola cuando entr¨® en la recesi¨®n de 1992-93.
Pero si, en vez de rebotar, la econom¨ªa permanece estancada en el fondo, adoptando una forma de U, la recesi¨®n se transforma en depresi¨®n, que puede durar varios a?os. Ese fue el caso de la Gran Depresi¨®n de los treinta, a la que ahora tanto tememos.
Hay una forma extrema de recesi¨®n que adopta la forma de L, que es cuando la econom¨ªa permanece estancada en el fondo de forma prolongada sin dar signos de recuperaci¨®n. ?ste es el caso de Jap¨®n, que lleva sumido en una depresi¨®n desde hace d¨¦cada y media.
?Cu¨¢l de estos escenarios es el m¨¢s probable para la econom¨ªa espa?ola? M¨¢s de una vez, y a contracorriente del optimismo oficial y de algunos analistas de coyuntura, les he dicho en estas p¨¢ginas que nos enfrent¨¢bamos a algo m¨¢s que una "suave desaceleraci¨®n".
Ahora ese pron¨®stico se ha transformado en previsi¨®n oficial. El viernes de la semana pasada el vicepresidente del Gobierno y ministro de Econom¨ªa, Pedro Solbes, dej¨® atr¨¢s la complacencia y, con cierta solemnidad y dramatismo, les dijo a los ciudadanos que la econom¨ªa espa?ola se enfrenta a una recesi¨®n dura prolongada. Seg¨²n su pron¨®stico para 2009, la econom¨ªa retroceder¨¢ un -1,9% (frente a la previsi¨®n oficial hasta ahora de un crecimiento del 1%), el desempleo rebotar¨¢ al 16% (frente a la previsi¨®n del 12,5%) y el d¨¦ficit se elevar¨¢ al 5,8% (frente al 1,6% estimado hasta ahora).
En este escenario de recesi¨®n prolongada, paro y d¨¦ficit p¨²blico, la recuperaci¨®n se retrasar¨¢ m¨¢s all¨¢ de 2010. El vicepresidente espera que el final de la legislatura marque la salida de la crisis.
Tengo un gran aprecio personal y profesional por Pedro Solbes. Como alto funcionario del Estado y como pol¨ªtico que ha sido tres veces ministro y comisario de la Uni¨®n Europea, ha contribuido de forma destacada a la modernizaci¨®n y estabilidad de la econom¨ªa espa?ola, as¨ª como a la integraci¨®n europea. Y lo ha hecho manteniendo una trayectoria de rigor pol¨ªtico y honestidad intelectual.
Esa misma trayectoria es la que me ha hecho dif¨ªcil entender su ofuscaci¨®n para no ver lo que se nos ven¨ªa encima desde el momento en que explot¨® la burbuja inmobiliaria, se desencaden¨® la crisis financiera y apareci¨® la sequ¨ªa de cr¨¦dito. Aunque es verdad que nunca lleg¨® a los extremos que alcanz¨® la ofuscaci¨®n del presidente del Gobierno.
Pero sean cuales sean las razones de esa ofuscaci¨®n, el hecho relevante ahora es que el vicepresidente del Gobierno reconoce por fin la gravedad de la situaci¨®n que tenemos delante.
Pero despu¨¦s de reconocer su valent¨ªa y sinceridad, he de decir que me ha vuelto a sorprender. No se puede decir a un paciente que est¨¢ gravemente enfermo sin hacer a continuaci¨®n dos cosas: primero, dar un diagn¨®stico de las causas de la enfermedad, y segundo, proponer una terapia. Sin estos dos elementos, no es posible restaurar la confianza entre ambos.
Mi sorpresa ha ido en aumento cuando he le¨ªdo en la entrevista que public¨® este diario el pasado domingo que dice: "En mi opini¨®n hemos utilizado todo el margen de gasto p¨²blico que ten¨ªamos, incluso hemos ido un poco m¨¢s lejos de lo que seg¨²n una interpretaci¨®n estricta del pacto de estabilidad deber¨ªamos". Sume a la poblaci¨®n en la desesperanza.
El Gobierno no puede pasar del optimismo infundado al pesimismo irreflexivo. El riesgo de dejarse guiar por reglas estrictas de estabilidad es que la recesi¨®n se transforme en una depresi¨®n. Para evitarlo, Solbes tiene que morder con decisi¨®n la manzana del ¨¢rbol del bien y del mal, la manzana prohibida del d¨¦ficit p¨²blico. La virtud de la ortodoxia financiera que tan bien ha practicado en el pasado ahora se transforma en un vicio.
La vida nos ense?a que hay momentos en que hay que escoger entre dos males. En esos casos la mejor opci¨®n es el mal menor. Ahora hay que escoger en el riesgo del d¨¦ficit p¨²blico y el del desempleo. Y la historia de los a?os treinta nos dice que, entre esos dos males, el m¨¢s perverso, tanto desde el punto de vista econ¨®mico, como social y pol¨ªtico, es el desempleo. No en balde en los a?os treinta estuvo asociado con la llegada del fascismo y el nazismo en Europa, que por cierto, no lo olvidemos, lleg¨® al poder a trav¨¦s de elecciones.
El riesgo de Solbes con el gasto p¨²blico, necesario para crear empleo y proteger a los desempleados, no es pasarse, sino quedarse corto.
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