Obama en la Casa Blanca
La elecci¨®n del nuevo presidente de Estados Unidos es una muestra inequ¨ªvoca de la gran capacidad de transformaci¨®n de este pa¨ªs. Pero la fiesta ha terminado y ahora empiezan los problemas
Nunca en la historia un presidente de Estados Unidos ha entrado en la Casa Blanca con una popularidad tan grande como Barack Obama. La toma de posesi¨®n, el 20 de enero, fue una hermosa ceremonia, por la asistencia multitudinaria, el discurso de ese gran orador que es el nuevo mandatario, y, sobre todo, porque todos los que la siguieron, en vivo o en la pantalla de la televisi¨®n, compartieron la impresi¨®n de estar asistiendo a un "momento hist¨®rico".
De tan usada esta expresi¨®n se ha vuelto un t¨®pico, pero la llegada de un negro a la Presidencia de Estados Unidos, un pa¨ªs donde hace apenas medio siglo se practicaba la segregaci¨®n racial, ?de qu¨¦ otra manera podr¨ªa llamarse? El rotundo triunfo electoral de Obama fue una muestra inequ¨ªvoca de la formidable capacidad de transformaci¨®n de Estados Unidos y algo as¨ª como la partida de nacimiento de la vocaci¨®n multirracial y multicultural de la democracia norteamericana.
Los que cre¨ªan que dar¨ªa un vuelco radical a la pol¨ªtica hacia Cuba, ya saben que se equivocaron
?Seguir¨¢ la tradici¨®n de adhesi¨®n incondicional a las pol¨ªticas de Israel o ser¨¢ m¨¢s neutral?
Ahora, terminada la fiesta, comienzan los problemas. Como se espera tanto de ¨¦l, y tantas cosas contradictorias, es inevitable que Obama decepcione a mucha gente. Por lo pronto, quienes cre¨ªan que dar¨ªa un vuelco radical a la pol¨ªtica hacia Cuba, ya saben que se equivocaron: est¨¢ dispuesto a dialogar con Ra¨²l Castro, s¨ª, pero no levantar¨¢ el embargo mientras haya presos pol¨ªticos en la isla y no se haya iniciado un proceso de democratizaci¨®n. En cuanto a Ch¨¢vez, antes a¨²n de la juramentaci¨®n, Obama ya fue bastante expl¨ªcito censurando al caudillo venezolano por haber frenado con sus pol¨ªticas la modernizaci¨®n de Am¨¦rica Latina.
Respecto a la crisis econ¨®mica no hay mucho m¨¢s que el nuevo presidente pueda hacer. Las medidas b¨¢sicas de ayuda y correcci¨®n financiera est¨¢n en marcha y s¨®lo cabe esperar que la confianza y el entusiasmo que han despertado su persona y liderazgo ayuden psicol¨®gicamente a acelerar algo una recuperaci¨®n econ¨®mica que, de todos modos, ser¨¢ lenta y dif¨ªcil.
Irak anda muy bien encaminado, aunque los atentados terroristas, muy disminuidos, continuar¨¢n por mucho tiempo. Pero los progresos son notables. La prueba es la campa?a electoral en marcha para las elecciones del 31 de enero en que se renovar¨¢n 440 esca?os en 14 de las 18 provincias iraqu¨ªes. Las candidaturas cubren todo el espectro pol¨ªtico y religioso y hay un alto n¨²mero de mujeres candidatas. El reportaje de Andrea Stone en USA Today de hace pocos d¨ªas mostraba una participaci¨®n notable del p¨²blico, tanto en las ciudades grandes como en las aldeas, en los m¨ªtines, encuentros y debates. Un espect¨¢culo que, dem¨¢s est¨¢ decirlo, no es nada frecuente en los pa¨ªses ¨¢rabes. Si no ocurre algo extraordinario, la retirada de las tropas norteamericanas a fines de 2011 deber¨ªa dejar un pa¨ªs pacificado y un Estado de derecho funcionando.
El problema serio, y que se agrava cada d¨ªa, es Afganist¨¢n. Los talibanes han reconstruido su infraestructura b¨¦lica y operan ya en medio pa¨ªs, en tanto que el desprestigio del Gobierno de Karzai aumenta por su ineficacia y la corrupci¨®n. Obama ha dicho que fortalecer¨ªa el empe?o militar y espera que los aliados colaboren. Pero, probablemente, lo que hace falta en Afganist¨¢n no sea tanto nuevas fuerzas militares como una estrategia eficiente semejante a la que dise?¨® y ejecut¨® en Irak el general Petraeus, que ejerce ahora el comando supremo de las Fuerzas Armadas norteamericanas en todo el Oriente Pr¨®ximo. Los talibanes reciben una ayuda sistem¨¢tica de Pakist¨¢n, donde cuentan con aliados y c¨®mplices en todos los estratos oficiales, sobre todo en los servicios de inteligencia, y utilizan las regiones lim¨ªtrofes como santuarios, para curar a sus heridos, dar descanso a sus comandos o refugiarse en casos de necesidad. Aunque, en teor¨ªa, Pakist¨¢n es un aliado de los Estados Unidos, su Gobierno y sus Fuerzas Armadas est¨¢n infiltrados de islamistas fan¨¢ticos. Ese problema ha sido una espina de la que ni Bush ni Clinton pudieron librarse y ser¨¢ tambi¨¦n, a menos que encuentre una nueva f¨®rmula para hacerle frente, uno de los desaf¨ªos m¨¢s serios para Obama.
Y el otro, todav¨ªa m¨¢s grave, es Israel. All¨ª, en ese peque?o territorio que israel¨ªes y palestinos comparten -como lo har¨ªan perro y gato- se juega la suerte de todo el Oriente Pr¨®ximo y acaso del mundo. Estados Unidos es el ¨²nico pa¨ªs con suficiente influencia sobre ambos adversarios como para inducirlos a una negociaci¨®n que concluya en lo que, en principio, tanto Israel como los palestinos dicen aceptar: dos Estados independientes y garant¨ªas seguras para la supervivencia de Israel. El presidente Clinton estuvo a punto de conseguirlo en Camp David y Taba en 2000-2001 y, en el ¨²ltimo momento, fracas¨® porque Arafat rechaz¨® un acuerdo en el que Israel hab¨ªa hecho concesiones importantes: la devoluci¨®n de casi el 95% de los territorios ocupados y la instalaci¨®n del gobierno palestino en la secci¨®n oriental de Jerusal¨¦n. Aunque, despu¨¦s de la terrible carnicer¨ªa perpetrada en estos d¨ªas en Gaza por los bombardeos israel¨ªes, reanudar aquellas negociaciones es m¨¢s dif¨ªcil, no hay otro camino. Es obvio -para cualquiera que no sea un obtuso o un fan¨¢tico- que aquel conflicto no se resolver¨¢ jam¨¢s por medio del terror y la matanza. ?Seguir¨¢ Obama la tradici¨®n de los gobiernos norteamericanos de adhesi¨®n incondicional a las pol¨ªticas de Israel o tendr¨¢ el coraje de adoptar una posici¨®n m¨¢s equitativa y neutral, sirviendo de muro de contenci¨®n a los excesos de los halcones israel¨ªes convencidos de que la ¨²nica soluci¨®n aceptable es rendir a los palestinos mediante operaciones de castigo como la de Gaza e imponerles una soluci¨®n a la fuerza? Es la gran inc¨®gnita. El nuevo presidente ha dicho que quiere di¨¢logo y acercamiento con el mundo ¨¢rabe. La condici¨®n para ello es una sola: propiciar una soluci¨®n negociada entre ambas partes. Si Obama lo consigue, ser¨¢ mucho m¨¢s f¨¢cil -mucho menos dif¨ªcil- frenar los intentos de Ir¨¢n de dotarse de un arma nuclear y alentar a los sectores moderados y democr¨¢ticos del mundo ¨¢rabe y musulm¨¢n a actuar unidos para reprimir la amenaza terrorista del fundamentalismo isl¨¢mico sobre la regi¨®n.
Las relaciones de Estados Unidos con los pa¨ªses de la Uni¨®n Europea, en los que Obama es todav¨ªa m¨¢s popular que en Norteam¨¦rica, mejorar¨¢n con el nuevo mandatario y sin duda la colaboraci¨®n se intensificar¨¢ tanto en el ¨¢mbito econ¨®mico como diplom¨¢tico y militar. Esto redundar¨¢ sin duda en un fortalecimiento de la OTAN.
Con la Rusia de Putin habr¨¢ desencuentros y tensiones, sin duda. Pero el nuevo despotismo ruso no significa ni sombra de la amenaza que constitu¨ªa para el Occidente democr¨¢tico la Uni¨®n Sovi¨¦tica comunista. Sin ideolog¨ªa ni m¨ªstica alguna, el r¨¦gimen construido por Putin y sus colegas de la antigua KGB es pura y simplemente una autocracia m¨¢s o menos corrompida, condenada, a la corta o a la larga, a la descomposici¨®n a la que, con suerte, seguir¨¢ el renacimiento de una nueva democracia con bases m¨¢s s¨®lidas que aquella de la que los rusos tuvieron un fugaz y mediocre anticipo cuando el imperio sovi¨¦tico se desplom¨®.
Las grandes realizaciones del presidente Obama deber¨ªan tener lugar en el propio Estados Unidos, donde aberraciones como las de Abu Ghraib y Guant¨¢namo deber¨ªan desaparecer. Su elecci¨®n ha sido un logro extraordinario y una verdadera emulsi¨®n para las minor¨ªas raciales del pa¨ªs, no s¨®lo la de origen africano, tambi¨¦n la hisp¨¢nica y la asi¨¢tica. Pero hacen falta reformas audaces que abran las puertas a esas minor¨ªas a una real igualdad de oportunidades, que, mejorando la educaci¨®n p¨²blica y los sistemas de salud, les permita competir en los mercados sin desventajas con los sectores favorecidos. Y que reconozcan a los inmigrantes la funci¨®n indispensable que juegan en la econom¨ªa nacional y eliminen las disposiciones que todav¨ªa mantienen a muchos en la marginalidad.
Este ha sido un tema constante de su pr¨¦dica electoral y una de las razones por las que el voto de los hispanics, que le era reacio al principio, se volvi¨® decisivamente a su favor.
Am¨¦rica Latina es acaso la regi¨®n del mundo que le es menos familiar al presidente Obama. Pero se ha comprometido a corregir ese vac¨ªo de su formaci¨®n y ha dado una muestra de su buena voluntad reuni¨¦ndose antes que con ning¨²n otro mandatario, con el presidente de M¨¦xico. Ahora, la pol¨ªtica de Obama hacia Am¨¦rica Latina deber¨ªa ser la que, felizmente, vienen siguiendo m¨¢s o menos los ¨²ltimos gobiernos: apoyo y colaboraci¨®n con las democracias y rechazo de las dictaduras, de cualquier ¨ªndole. Y en el campo econ¨®mico resistir los llamados al "nacionalismo econ¨®mico" de los sindicatos reaccionarios de Estados Unidos, desconsiderar su oposici¨®n a los tratados de Libre Comercio y alinearse abiertamente con quienes propician la apertura de mercados iberoamericanos.
Suerte y ¨¦xito, presidente Obama.
? Mario Vargas Llosa, 2009. ? Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Diario EL PA?S, SL, 2009.
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