El final del tapete
Tras la estaci¨®n, un cubo de cristal lleno de luz, aparece la desolaci¨®n
No lejos de esta parada de metro, en el IKEA de San Sebasti¨¢n de los Reyes, venden unas alfombras para que los ni?os jueguen a las ciudades. Tienen dibujados edificios, parques y calles para rodar cochecitos. Un metro y medio de largo y luego el tapete acaba abruptamente sobre el parqu¨¦ de la habitaci¨®n. Y ya no hay m¨¢s ciudad con la que jugar. ?sa es la sensaci¨®n que da salir de la estaci¨®n Hospital Infanta Sof¨ªa.
Las escaleras engrasadas trepan sutiles hasta un cubo de cristal que inunda de luz natural (y ecol¨®gica) la estaci¨®n. Tras las puertas, nada. Una valla met¨¢lica cerrando el campo. Una incorporaci¨®n de autopista, a lo lejos, un anuncio de MacDonald's, una gr¨²a, m¨¢s all¨¢, una central el¨¦ctrica. Desolaci¨®n; el final del tapete. "Aunque parezca que este hospital est¨¢ en medio del campo", admiti¨® Esperanza Aguirre en su primera visita hace casi un a?o, "es muy accesible, tiene la estaci¨®n de metronorte en la puerta y contar¨¢ con dos l¨ªneas de autobuses".
Hoy, la desolaci¨®n es un efecto ¨®ptico. La boca del metro da la espalda a la nueva civilizaci¨®n. Basta con girarse para encontrar bloques id¨¦nticos de pisos concentrados alrededor del nuevo hospital del Norte. "Si vuelves ma?ana, la ciudad llegar¨¢ un poco m¨¢s lejos", dice Javier Callejo, jardinero "subcontratado de la subcontrata de la subcontrata". Planta romero y lavanda al borde de la ciudad, estir¨¢ndola. "Es aburrido, s¨®lo pasan coches a toda velocidad y pacientes".
Esos pacientes se dirigen al hospital que presta servicio a m¨¢s de 306.000 personas de 53 municipios de la zona norte. Fue inaugurado en febrero de 2008. Casi un a?o despu¨¦s, todav¨ªa huele a obra y hay salas sin muebles y con cajas por desembalar. ?Para donar sangre? "Debe de ser por aquel pasillo", responde una enfermera. "Creo", apostilla.
En el hall, un chico con cierto aire de desapego tiene pinta de ser el de la funeraria. Pasa las horas pululando gan¨¢ndose la confianza del personal. "Es un trabajo muy competitivo, no pongas mi nombre", pide. Sabe que un "cliente" acaba de perder a alguien gracias "a mucha psicolog¨ªa y pr¨¢ctica". Se queja de que los medios pintan el oficio "mucho m¨¢s siniestro de lo que es" y llama al cura. El padre C¨¦sar dedica sus horas a confesar y ungir enfermos: "Trabajar en un hospital no es triste, la muerte no es el final, nada acaba, despu¨¦s sigue la vida eterna". Qu¨¦ f¨¢cil compararle con el jardinero que planta lavandas en el descampado. Estirando el tapete, llegando m¨¢s lejos.
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