Seguimientos, 'dossiers' y chantajes
Los seguimientos que se han hecho a determinadas figuras pol¨ªticas de la Comunidad de Madrid, del Ayuntamiento y de Caja Madrid parece que no hubieran sido posibles sin la colaboraci¨®n de los entornos de los espiados. Qui¨¦n puede conocer el n¨²mero de vuelo, la fecha, el hotel, la habitaci¨®n de un responsable pol¨ªtico que viaja a Colombia, se preguntaba un ingenuo. Pues por ejemplo los escoltas que le protegen que en ocasiones pueden ser de doble uso. El trabajo de los escoltas se ha caricaturizado diciendo que es una forma de ociosidad sin descanso, seg¨²n expresi¨®n acu?ada en tiempos del servicio militar obligatorio, al que algunos caracterizaban tambi¨¦n diciendo que era el lugar donde no se hac¨ªa nada pero m¨¢s deprisa.
Nadie mejor para hacer un seguimiento sin infundir sospechas que los propios guardaespaldas
Los escoltas pueden ser miembros de los cuerpos y fuerzas de seguridad o tambi¨¦n de empresas de seguridad cuando el servicio de protecci¨®n se ha externalizado. Esas empresas de seguridad, que deben constituirse conforme a unas normas estrictas impuestas por el Ministerio del Interior, han proliferado de forma exponencial. Algunas de ellas sobrepasan en efectivos armados los 82.000 de la Guardia Civil. A sus filas uniformadas se han incorporado en buena proporci¨®n agentes del Cuerpo Nacional de Polic¨ªa y de la Guardia Civil que buscan mejoras salariales sustanciosas y la manera de liberarse de la estricta disciplina y la penosidad del servicio a que ven¨ªan obligados. Las tareas que pasan a cumplir son a veces iguales o m¨¢s tediosas y repetitivas, pero tienen otras compensaciones. El marcaje a sus protegidos tiende a derivar en una cierta simbiosis. Acaban asumiendo tareas que no les incumben, como ayudarles con el equipaje, llevar los ni?os al colegio, renovarles el pasaporte, sacarles los billetes de avi¨®n o anticipar las tarjetas de embarque.
Aceptarlas son distintas maneras de merecer mayor consideraci¨®n por parte del o de la protegida. A partir de ah¨ª se han dado casos de intimidad o incluso de enamoramientos. As¨ª, el de la reina regente Cristina de Borb¨®n dos Sicilias con el sargento de la Guardia de Corps Agust¨ªn Mu?oz, que termin¨® en matrimonio prol¨ªfico del que nacieron ocho hijos con la elevaci¨®n del c¨®nyuge a duque de Riansares.
As¨ª tambi¨¦n la princesa monegasca Estefan¨ªa vivi¨® un idilio apasionado con su guardaespaldas, Daniel Ducruet, al que llev¨® hasta el altar despu¨¦s de tener dos hijos. Nuestra Estefan¨ªa se separ¨® pero fue reincidente y la tuvimos con otro guardaespaldas, de nombre Jean Raymond Gottieb, que le dio un tercer v¨¢stago. A estos casos citados por su lejan¨ªa en el tiempo o en el espacio podr¨ªan a?adirse otros mucho m¨¢s recientes y cercanos. En el cine baste citar El guardaespaldas, un filme de Mick Jackson del a?o 92 protagonizado por Kevin Costner y Whitney Houston.
Los escoltas, bien por su pertenencia en activo a los cuerpos y fuerzas de seguridad o por haber servido en ellos, contin¨²an manteniendo relaciones de trato y amistad con sus compa?eros o ex compa?eros y se apoyan en esas relaciones para cumplir su trabajo o incluso rebasarlo cuando es el caso. La protecci¨®n contra las amenazas configura un quehacer profesional que imprime car¨¢cter. Es un campo en el que impera el compa?erismo y que adem¨¢s ofrece facilidades colaterales. Porque las tareas policiales y de seguridad se expanden mediante sucesivos c¨ªrculos conc¨¦ntricos, que acaban siendo tangentes como es inevitable con la delincuencia, donde reclutan seg¨²n es su deber muchos de sus mejores colaboradores, los cuales, una vez que pasan a estar m¨¢s o menos incentivados, damos en llamar confidentes.
En breve, nadie mejor para hacer un seguimiento sin infundir sospechas que los propios guardaespaldas. Sus anotaciones repetidas a diario pueden parecer inservibles pero cuando menos se espera salta la excepci¨®n valiosa. Su inter¨¦s se procesa m¨¢s arriba, all¨ª donde se fabrican los dossiers y los elementos para el chantaje. Siempre m¨¢s contundente si ofrece perfiles sentimentales.
El objetivo es desembarazarse de un competidor, inutilizar a un rival, eliminar a un insolente, lograr la docilidad de un insubordinado. Son recursos expeditivos de los que se sirven los zapadores para allanar obst¨¢culos a sus jefes. Pero a los jefes no deber¨ªa valerles la excusa de haber sido ajenos a esas extorsiones porque han de responder tambi¨¦n de cuanto otros sin escr¨²pulos hacen en su entorno. Adem¨¢s de los resultados deben interesarse por los procedimientos.
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