No disparen al hombre del tiempo
Pasamos d¨ªas de desbarajuste y luto. En lo m¨¢s crudo de este crudo invierno, trece familias entierran a sus muertos mientras empresas y gobiernos todopoderosos se excusan como Felipe II tras el desastroso deb¨² de la Armada Invencible: tampoco enviaron a sus naves a luchar contra los elementos. "Es invierno y nieva", resumi¨® como ninguna otra autoridad Ana Botella, Olvidamos o despreciamos esa obviedad porque vivimos la ilusi¨®n del riesgo cero. Creemos que en el mundo del siglo XXI disponemos de los recursos y la habilidad para conjurar cualquier amenaza. Puede que el Titanic se hundiera, pero la mentalidad que lo construy¨® aprendi¨® a nadar. Cuanto m¨¢s zozobra la realidad, m¨¢s invulnerables parecemos creernos. Hasta que todo se hunde y entonces optamos por el intercambio de disparos. El ciudadano cabreado tira contra el pol¨ªtico imprevisor, ¨¦ste contra el t¨¦cnico sobrepasado y ¨¦ste apunta al meteor¨®logo por informal. El tiroteo de culpabilidades cesa cuando vuelve el sol y hasta la pr¨®xima alerta.
A los pol¨ªticos les bloquea el p¨¢nico a tomar decisiones impopulares
El hombre del tiempo es culpable. Pero no el ¨²nico. Demasiada tecnolog¨ªa sofisticada, demasiado c¨¢lculo y poco asomarse a la ventana o consultar el Almanaque Labrego. Sobran datos, faltan informaci¨®n e interpretaci¨®n. Pero sobre todo, les puede el miedo a disparar la alarma y ser condenados a galeras por prudencia en tercer grado si luego no es para tanto. Tambi¨¦n son culpables los gestores y t¨¦cnicos a cargo de las infraestructuras y los dispositivos de prevenci¨®n. Las crisis revelan hasta qu¨¦ punto hacen las cosas porque siempre se hizo as¨ª o la limitada capacidad para aprender de los errores.
Tambi¨¦n pecan de un exceso de confianza en la progresi¨®n geom¨¦trica de las tecnolog¨ªas. Son como esos malos conductores que compran coches repletos de avanzados dispositivos. Creen que la m¨¢quina les convierte en Fernando Alonso, pero s¨®lo corrige algunos de sus errores.
Asunto diferente son las concesionarias de beneficios multimillonarios que para ganar a¨²n m¨¢s, invierten lo justo en el mantenimiento de las infraestructuras de la luz, el agua, el tel¨¦fono o el transporte. No les pierde prudencia sino su avaricia, que pagamos todos.
Tambi¨¦n son culpables los pol¨ªticos. Les bloquea el p¨¢nico a tomar decisiones impopulares y cada crisis prueba la existencia de lo que Clarke y Newman llaman policy vacuun: las competencias se reparten tanto y entre tantas administraciones que al final nadie es responsable de algo. Pero adem¨¢s tienen un Plan B: siempre habr¨¢ otra administraci¨®n a quien endosarle el estropicio. Tambi¨¦n somos culpables los ciudadanos. Como en el cuento de Pedro y el lobo, de tanto avisarnos por exceso, cuando viene por defecto nos pilla desprevenidos. Vivimos convencidos de que los avances cient¨ªficos han domado a los elementos y s¨®lo nos acordamos de Protecci¨®n Civil cuando no est¨¢. Cuando est¨¢, nadie se acuerda. De tanto verlos atendiendo j¨®venes acalorados en los conciertos de rock o por pura conveniencia, o no se la toma en serio o se ignoran sus avisos. Y tambi¨¦n tenemos nuestro Plan B: indignarnos con los pol¨ªticos.
Que el invierno venga hostil tiene mal arreglo, pero gestionarlo peor o mejor es cosa nuestra. Para empezar, todos deber¨ªamos hacer mejor nuestra parte. El hombre del tiempo, alarmar sin aprensi¨®n; los t¨¦cnicos, aprender mejor; los pol¨ªticos, decidir pensando en la eficacia antes que en los titulares de prensa, sin olvidar jam¨¢s el consejo de Adam Smith: gobernar es procurar causar a la gente los menos inconvenientes y vejaciones posibles. Igualmente los ciudadanos deber¨ªamos serlo, no comportarnos como menores tutelados por el Estado y asumir nuestras decisiones.
Si uno ignora los avisos y coge el coche, puede quedar bloqueado; si manda a los ni?os a un entrenamiento durante un temporal, puede pasar una desgracia. Para acabar, conviene actuar y decidir con m¨¢s humildad ante fuerzas de semejante potencial devastador. La madre naturaleza no es un programa inform¨¢tico, no se puede reiniciar, ni reprogramar, no se para pulsando la tecla de escape. O como agudamente resum¨ªa mi padre en los d¨ªas de nord¨¦s: "Neno, abr¨ªgate ben que te vai coller o fr¨ªo".
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