"Mi madre es la que manda"
Carla Su¨¢rez, tenista antes que nada, sac¨® un ocho en el examen de alem¨¢n de la selectividad, se fue a vivir a Barcelona desde Canarias, y luego, antes de llegar ayer a los cuartos de final del Abierto de Australia, se enfrent¨® al testamento vital de un enfermo de c¨¢ncer terminal: La ¨²ltima lecci¨®n, se llama el libro. "Es la historia de un hombre que va a morir de c¨¢ncer y explica los grandes temas de la vida para que les sirva de recuerdo a sus hijos", cuenta Carla Su¨¢rez mientras pica con desgana un plato de pasta en el restaurante de jugadores del torneo. "Una vez, en el aeropuerto de Madrid, mientras esperaba el avi¨®n, me met¨ª en una librer¨ªa y lo cog¨ª. Te habla del amor, de la familia, y se te queda grabado lo que dice. Yo lo he enfocado a mi vida y al tenis: es un profesor, un hombre con sue?os, y yo lo que he hecho es trasladar eso, coger mis sue?os de infancia, e intentar cumplirlos".
La tenista triunfa en Australia tras aprender lecciones de un enfermo terminal
Su¨¢rez no es lectora compulsiva, pero tiene un gusto interesante. No ley¨® Cometas en el cielo, la historia de Khaled Hosseini ambientada en el Afganist¨¢n de la invasi¨®n sovi¨¦tica, porque cuando se lo ofrecieron prefiri¨® ver la pel¨ªcula. S¨ª que se hizo, por ejemplo, con Saber perder, de David Trueba, y el archivendido La sombra del viento. Barcelona es su escenario. Carla, un testigo imaginario. "Reconozco la ciudad en el libro, y la visito. Le¨ªa los sitios, y luego, a lo mejor, reconoc¨ªa las calles. Ve¨ªa algo y dec¨ªa: '?Esto me suena!'. Y era del libro". Por esas mismas calles de Barcelona rueda "la guagua" que lleva a Carla a los entrenamientos; y en esas mismas aceras se asienta el piso que comparte con Sara del Barrio y Cristina S¨¢nchez, tenistas como ella. Su¨¢rez no es buena cocinera -"No hago platos Argui?ano. ?Que se quemen ellas!", se r¨ªe-, sino una jugadora reflexiva; una tenista de trazo limpio y maravilloso; y una mujer de sue?os que firma decenas de aut¨®grafos tras ganar a Venus Williams.
"Cuando sea mayor, quiero comprar una casa en la playa para que lo primero que haga por la ma?ana sea irme al agua", cuenta Su¨¢rez junto a Marc Casab¨®, el entrenador que la acompa?a en Australia. "Yo me ba?o aunque el agua est¨¦ fr¨ªa, congelada, caliente... me da igual. Quiero compr¨¢rmela en Canarias", contin¨²a. "Los canarios somos distintos en el acento, y m¨¢s graciosos. Yo soy muy tranquila. Mi madre, conmigo, se vuelve loca: '?Venga! ?Camina m¨¢s r¨¢pido!'. A lo mejor vamos a comprar, empieza, y le tengo que decir: 'M¨¢ma, otra vez...'. Siempre me est¨¢ diciendo: '?No te apalanques! ?Vete a recoger tu cuarto!'. Si me quedo viendo la tele, no me levanta nadie".
A sus 20 a?os, compite en Australia, y a lo largo del a?o viajar¨¢ por Europa, Am¨¦rica y Asia. Tiene la posibilidad de comparar culturas, y ya lo ha hecho, al menos, en un caso. "China es un pa¨ªs que no me gusta nada, todo el d¨ªa escupiendo por la calle. En la calle son todo viejos, todo gente en bicicletas... Fui al mercado de la Seda, y me agobi¨® much¨ªsimo", se r¨ªe mientras deja su servilleta de papel reciclado sobre los macarrones que no se ha acabado. "Comparado con los espa?oles, los chinos viejos est¨¢n en una forma perfecta. ?Ah¨ª est¨¢n! ?Haciendo deporte a las 7.30! Yo en los viajes elijo descansar. En Par¨ªs tampoco fui a ver la Torre Eiffel de cerca. Mi madre me dijo: '?Vamos, vamos!'. Y yo: 'M¨¢ma, no, que me quedo aqu¨ª descansando!'. Da igual. Ella es la que manda".
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