Dolores, la 'okupa' del Puerta de Hierro

"Venga, cari?o, que te vas a poner bien. Que ya est¨¢s mejorcita", susurra Lola al o¨ªdo de su madre mientras la cubre de caricias. Sabe que no es cierto. Que Dolores Espejo, de 88 a?os, ya no se va a poner bien. Lo sabe, aunque querr¨ªa ignorarlo, porque es lo que le dicen los m¨¦dicos del hospital Puerta de Hierro. Dolores no volver¨¢ a hablar, ni a moverse, ni a comer de otra forma que no sea a trav¨¦s de una sonda. Pasar¨¢ lo poco o lo mucho que le quede de vida postrada en una cama. Eso le dijo la m¨¦dica que el 19 de enero firm¨® el alta de Dolores. Lola y sus tres hermanos se la tienen que llevar a casa. O a una residencia privada. Por eso siguen, m¨¢s de una semana despu¨¦s, en la habitaci¨®n B132 del Puerta de Hierro. Como si fueran okupas. Quieren que Dolores pase sus ¨²ltimos d¨ªas en un hospital geri¨¢trico.

Los hijos de Dolores calculan que una residencia cobrar¨ªa 5.000 euros

"?Qui¨¦n soy yo? ?Qui¨¦n soy yo?", repite entre mimos Lola, sentada a la cabecera de la cama. Dolores no da muestras de reconocerla. Aunque a veces parece que trata de decir algo. No puede. "D¨¦jalo, mam¨¢. No te esfuerces." Dolores llevaba dos a?os en una residencia privada. Necesitaba ayuda para todo, pero hablaba con sus hijos y se mov¨ªa en silla de ruedas. El 26 de diciembre empeor¨®. "Ingresa con decaimiento y somnolencia", dice el informe de alta. Y a?ade "fiebre y dificultad respiratoria".

Aunque estaba "dada de alta desde el 16 de enero", el hospital espera al 19 para "encontrar residencia, de entre las propuestas por la trabajadora social", seg¨²n el informe. "No nos parece que una residencia pueda prestar los cuidados hospitalarios que necesita", se queja Lola. Su madre est¨¢ sondada, sigue un tratamiento con antibi¨®ticos, analg¨¦sicos, parches para la insuficiencia cardiaca... "?Es posible que no se pueda hacer nada?", se pregunta.

Es posible. Los m¨¦dicos consideran que Dolores no necesita los cuidados m¨¦dicos que justifican una hospitalizaci¨®n en un centro de media o larga estancia. Tampoco se puede quedar en el Puerta de Hierro, un hospital que atiende patolog¨ªas agudas. "Ingres¨® con infecci¨®n respiratoria y cuando el cuadro remite le dan el alta", explica una portavoz. Y tampoco pueden trasladarla a una unidad de cuidados paliativos. "Los m¨¦dicos no la consideran enferma terminal. Ese es el tira y afloja. Nosotros creemos que s¨ª y que la seguridad social debe cubrir en esta etapa unos cuidados m¨ªnimos", se queja Juan, otro de sus hijos.

M¨¢s de dos a?os despu¨¦s de la aprobaci¨®n de la Ley de Dependencia, que reconoc¨ªa un nuevo derecho, el del cuidado de las personas que no se valen por s¨ª mismas, a la familia de Dolores le quedan dos opciones. Una es llev¨¢rsela a casa, algo inviable para todos los hermanos. Unos, por trabajo. Lola, porque vive a 50 kil¨®metros de Madrid, en una casa de campo "que no re¨²ne condiciones". "Yo sola no puedo cuidarla". La otra es volver a ingresarla en una residencia. Por su nivel de ingresos, Dolores no tiene derecho a una plaza p¨²blica. La residencia anterior les costaba 2.200 euros mensuales. Pero ahora que Dolores ha empeorado, asistirla supone m¨¢s dinero. Calculan que entre 4.000 y 5.000 euros. Inasumible.

"Nos dicen que si hay complicaciones volvamos a urgencias. Y yo c¨®mo calibro que empeora", dice Lola. "Tiene derecho a asistencia sanitaria", insiste Juan. No hay presiones para que se vayan. "Alguna vez nos recuerdan que tienen enfermos que necesitan una cama", dice Juan. Una portavoz de Sanidad apunt¨® una soluci¨®n: "Hay que darse un plazo para llegar a un acuerdo". "Sabemos que mi madre no deber¨ªa estar aqu¨ª. No pedimos esta atenci¨®n ni habitaci¨®n individual. Estamos casi violentos porque hay gente que est¨¢ peor". Pero quieren seguir luchando. Creen tener derecho.