"El periodismo me ense?¨® a no dejarme enredar"

La mesa es un derroche de fruta, queso, mermeladas, boller¨ªa y oferta de huevos para acometer un verdadero desayuno colombiano, de los de armarse (de energ¨ªa) para todo el d¨ªa, pero Pacho Santos s¨®lo tira de salero, mantequilla y pan, salero, mantequilla y pan.

-Debo confesarle algo. M¨¢s de una vez hemos tenido que cancelar una entrevista con pol¨ªticos colombianos para la contraportada de EL PA?S porque el protagonista ha sido acusado de relaci¨®n con los paramilitares. ?No ser¨¢ contagioso?

-(R¨ªe) Habr¨¢ 40 congresistas en la c¨¢rcel, y eso no es m¨¢s que una prueba de la solidez de nuestra democracia, de la separaci¨®n de poderes en mi pa¨ªs. ?Cu¨¢ntos pol¨ªticos hay encarcelados en Italia, por ejemplo? En Colombia, al menos, las instituciones funcionan. A m¨ª la fiscal¨ªa ya me investig¨®, y no hall¨® nada porque yo jam¨¢s matar¨ªa una mosca.

El vicepresidente de Colombia encuentra en la ecolog¨ªa un fil¨®n contra la droga

M¨¢s salero, mantequilla y pan.

Francisco Santos (Bogot¨¢, 1961), antes periodista, hoy vicepresidente de Colombia, ha conocido el secuestro salvaje en manos del narco, ha aprendido de escritura, de exilio y de gobierno, pero nunca estudi¨® la asignatura en la que hoy se aplica a fondo para luchar contra la coca: la ecolog¨ªa. Y eso, la lucha contra la destrucci¨®n medioambiental que deja la droga en Colombia, es lo que le ha tra¨ªdo a Europa con un nuevo mensaje que -dice- cala mejor que el drama humano. "Cuando hace a?os hac¨ªamos hincapi¨¦ en las v¨ªctimas de la coca, gener¨¢bamos rechazo. Hoy hablamos de ecocidio, de la destrucci¨®n de millones de hect¨¢reas de selva para cultivar droga, y, parad¨®jicamente, el cambio clim¨¢tico genera mucha m¨¢s sensibilidad que los muertos. Por eso volteamos el mensaje. Yo entro por la puerta que me abran, pues lo que importa es llegar".

-?Y me traen m¨¢s salita?

Estamos en la residencia del embajador de Colombia y Santos ha madrugado para visitar a su hom¨®loga en Moncloa. Anoche sali¨® con amigos de Madrid y lament¨® ver c¨®mo Espa?a se europe¨ªza un poquito. La gran felicidad que le trajo la vida, dice, fue vivir aqu¨ª durante su exilio, poder llevar a sus hijos al colegio andando por la calle, moverse en la l¨ªnea 6 del metro y recorrer el pa¨ªs el fin de semana. "Volver a Colombia es lo que me han reprochado mis hijos". Aquello fue en su etapa en EL PA?S donde, comenta, "aprend¨ª el mejor est¨¢ndar del periodismo".

Ser periodista, dice, le ense?¨® a detectar un problema, aislar y eliminar la basura, lo superfluo, y atacar directamente la cuesti¨®n. "Y eso me sirvi¨® para la pol¨ªtica: ya no me dejo enredar".

Pero hay cosas que, quiera que no, le enredan, como acabar de liquidar a las FARC -"se est¨¢ disolviendo, aunque faltan golpes fuertes"-, fustigar a un narcotr¨¢fico que siempre resucita, vigilar una situaci¨®n inquietante en Venezuela al caer el precio del petr¨®leo, el sue?o de andar libremente en su pa¨ªs -"millones de personas ya pueden hacerlo hoy con seguridad"- y, obviamente, el esc¨¢ndalo de la parapol¨ªtica.

Han ca¨ªdo muchas tazas de caf¨¦ y -ya lo saben- mucha mantequilla y sal, pero a¨²n hay m¨¢s: "Ustedes deben saberlo: Latinoam¨¦rica ha cambiado, es m¨¢s madura. Y la crisis nos coge mejor parados que nunca". Y ¨¦l se para -en sentido colombiano-, se anuda la corbata que reposaba en la silla y pone rumbo a Moncloa. A vender "el pa¨ªs m¨¢s incomprendido del mundo".