Sarkozy resiste el primer pulso de la calle
La huelga general contra la gesti¨®n de la crisis econ¨®mica no paraliza Francia - El presidente se reunir¨¢ con los l¨ªderes sindicales el mes que viene
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El pulso declarado entre los sindicatos franceses y el presidente, Nicolas Sarkozy, ha quedado en suspenso. Los trabajadores tomaron ayer la calle en manifestaciones de protesta que reunieron, seg¨²n sus c¨¢lculos, a dos millones y medio de personas en toda Francia (la polic¨ªa lo rebaja a un mill¨®n). Pero la huelga no paraliz¨® el pa¨ªs. Par¨ªs, que sirve de term¨®metro en estos casos, no se sumi¨® en el caos que se esperaba.
Los parisienses consiguieron salir, entrar y deambular por su ciudad sin que ¨¦sta se convirtiera en la ratonera que todos tem¨ªan. Tambi¨¦n pudieron comprar en los supermercados o comer en restaurantes. El metro funcion¨®. Los autobuses, tambi¨¦n. Las l¨ªneas de cercan¨ªas, menos. Y el tr¨¢fico, inesperadamente, fue m¨¢s fluido que otros d¨ªas. Tiene una explicaci¨®n: los parisienses tem¨ªan tanto quedarse embarrancados en esta huelga que muchos madrugaron, o se quedaron en casa echando mano de los d¨ªas libres que tienen por convenio. As¨ª, al esquivar el desastre, ayudaron a desactivarlo.
Los organizadores cifran en 2,5 millones los manifestantes en todo el pa¨ªs
Era la primera prueba para Nicolas Sarkozy desde que su pa¨ªs navega hacia la recesi¨®n. Hasta ahora, hab¨ªa gobernado con el viento econ¨®mico a favor. Hace tiempo que lo hace con ese viento en contra. Y Francia, como el mismo presidente ha podido constatar desde la crisis, "no es precisamente el pa¨ªs m¨¢s f¨¢cil de gobernar del mundo", seg¨²n recordaba ayer Le Monde.
Los sindicatos consideran que la peor parte del batacazo econ¨®mico se la est¨¢n llevando los trabajadores. De ah¨ª el paro. Por eso, muchos pensaban que Francia volver¨ªa a vivir ayer una de esas jornadas interminables de ciudadanos yendo al trabajo en patinete o de cientos de viajeros esperando en los andenes un tren de cercan¨ªas que nunca llega.
La prensa, de hecho, hab¨ªa bautizado la fecha clave como el jueves negro. Se preve¨ªa una ciudad descompuesta. Nadie se fiaba de los servicios m¨ªnimos acordados. En algunos colegios, por ejemplo, los directores hab¨ªan colocado una nota dirigida a los padres: "Si la maestra de sus hijos se ha declarado en huelga, no traigan a los ni?os, por favor". Ante este panorama, el que m¨¢s y el que menos se prepar¨® para sortear el desastre.
No hubo tal. Los trabajadores de la funci¨®n p¨²blica se declararon en huelga en un 25%, seg¨²n el Gobierno (40% seg¨²n los sindicatos). Uno de cada cuatro carteros no fue a trabajar. En los hospitales, el paro fue parecido. Hubo retrasos en los aeropuertos y cancelaciones de trenes. A media ma?ana, en Marsella, el metro hab¨ªa cerrado por completo. Pero Par¨ªs, a esa misma hora, era una ciudad algo aletargada, pero en absoluto noqueada. Un taxista apostado cerca de la estaci¨®n de Montparnasse se quejaba de que el negocio hab¨ªa bajado por la ausencia de viajeros. "No hay nadie. ?D¨®nde est¨¢ la gente?", se preguntaba.
Daba la impresi¨®n de que Sarkozy hab¨ªa ganado la partida. Los servicios m¨ªnimos hab¨ªan funcionado. Sin embargo, los sindicatos a¨²n guardaban un as en la manga. A las dos de la tarde, estaba convocada una gran manifestaci¨®n en Par¨ªs y otras muchas en distintas ciudades de Francia. En la capital, la marcha arranc¨®, como siempre, de la plaza de la Bastilla. En una esquina de la plaza, sobre una plataforma de las que emplean las empresas de mudanzas, un tipo con una careta de Sarkozy se abrazaba a otro disfrazado de banquero.
"?l habla de que representa al pueblo, pero s¨®lo beneficia a los que tienen el poder", aseguraba Enmanuel Racine, de 21 a?os. "Estoy convencido de que en esta manifestaci¨®n hay mucha gente que vot¨® por ¨¦l". Se unieron en la calle funcionarios, profesores, enfermeros y m¨¦dicos que criticaron el, a su juicio, desmantelamiento de los servicios p¨²blicos franceses. Hubo una se?ora que llevaba sola una pancarta: "Recortes por todos lados y millones para los banqueros".
Desfilaron juntos estudiantes de instituto, parados (llevaban un cartel que lo anunciaba), militantes de extrema izquierda, simpatizantes del Partido Socialista (PS) e inmigrantes sin papeles. La nota negativa se produjo al anochecer, cuando cerca de 150 j¨®venes se enfrentaron a la polic¨ªa y quemaron papeleras y contenedores de basura en la zona de L'Opera. Once fueron detenidos y un agente result¨® herido.
Al terminar la marcha, los l¨ªderes sindicales se vieron reforzados por la gente que llevaban detr¨¢s y exigieron al Gobierno una respuesta. A Sarkozy le tocaba mover ficha. Y si no lo hac¨ªa r¨¢pidamente, a?adieron, habr¨ªa m¨¢s protestas y m¨¢s manifestaciones.
No tuvieron que esperar mucho: unas horas despu¨¦s, a trav¨¦s de un comunicado, Sarkozy aseguraba que encontraba "leg¨ªtima la inquietud" de la calle y emplazaba a los representantes de los sindicatos y de los empresarios a una reuni¨®n en el El¨ªseo en febrero. El segundo asalto, pues, se librar¨¢ all¨ª.
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