"Soy actriz, pero la televisi¨®n para m¨ª no existe"
Puede pasearse impunemente por las calles de Madrid. Pero en el restaurante cubano Zara es toda una celebridad. Do?a In¨¦s reserva la mejor mesa para la actriz Mirtha Ibarra (La Habana, 1946), que ha tra¨ªdo a Espa?a su documental Tit¨®n: de La Habana a Guantanamera. Homenaje al gran director de cine cubano Tom¨¢s Guti¨¦rrez-Alea. Regalo al "amor de mi vida", dice, y excusa para reunir a amigos y compa?eros de uno de los directores m¨¢s importantes de la cinematograf¨ªa cubana.
"Me comer¨¦ un pescadito porque me estoy cuidando, pero por favor, que no tenga espinas", le ruega a In¨¦s que, maternal, se compromete a quitarle la ¨²nica espina a la merluza a la plancha. "Es que me dan impresi¨®n", dice con un gesto casi de p¨¢nico.
La int¨¦rprete cubana homenajea a Guti¨¦rrez-Alea, el amor de su vida
El peque?o sal¨®n con mesas vestidas de cuadritos rojos y blancos se va llenando y Mirtha Ibarra, que quiso resistirse al daiquiri, lo bebe de golpe. "El daiquiri enga?a. Si me tomo dos copas empiezo a decir bober¨ªas". Se r¨ªe y hace gestos todo el tiempo, incluso cuando recuerda al amor de su vida y una l¨¢grima se asoma, tambi¨¦n r¨ªe.
La balada rom¨¢ntica se mezcla con el sonido del golpe seco de la cuchara sobre el hielo que ir¨¢ a parar a los daiquiris. Los olores intensos de los platos vecinos -ropa vieja, pierna de cerdo, fr¨ªjoles con arroz- le abren el apetito. "Pidamos tostones, qu¨¦ buenos que est¨¢n", dice la Nancy de Fresa y chocolate, la ya cl¨¢sica cinta que protagoniz¨® con Jorge Perugorr¨ªa y Vladimir Cruz, a las ¨®rdenes de Guti¨¦rrez-Alea y Juan Carlos Tab¨ªo.
"Me encanta que me ofrezcan personajes diferentes. No me gusta repetir. Despu¨¦s de una temporada en el teatro quedo agotada y no quiero volver a interpretar ese personaje", comenta quien durante 40 a?os no ha hecho otra cosa y ha cosechado un p¨²blico devoto y un rosario de premios y reconocimientos. "Ahora estoy escribiendo un mon¨®logo que se llama Neur¨®tica an¨®nima", dice. De momento a Mirtha se la puede ver en las salas de cine en El cuerno de la abundancia, de Juan Carlos Tab¨ªo.
"En La Habana trabajo mejor, aqu¨ª el tiempo no me alcanza". En el barrio Miramar de La Habana est¨¢ su casa, la que comparti¨® con Guti¨¦rrez-Alea y en la que se refugia entre libros, discos y recuerdos. "Para m¨ª la televisi¨®n no existe, dice rotunda, tambi¨¦n me encantan las plantas, tengo unas plantas preciosas y a Tit¨®n -como cari?osamente llamaban a Guti¨¦rrez-Alea- tambi¨¦n le gustaban".
"Est¨¢s muy bien", la lisonjea Jos¨¦, el esposo de In¨¦s, que reci¨¦n la descubre entre el ahora abarrotado sal¨®n. Y a ella le brillan sus ojos enormes. "Me muevo mucho, hago ejercicio y cuido mi peso. Aunque hoy me voy a pedir un postre". Saborea el de coco con queso. "Es mi dulce preferido", dice "ya me quiero devolver a La Habana. Soy feliz ah¨ª, ah¨ª est¨¢ mi vida, mi hijo, mi nieto. Me gusta estar en shorts y zapatillas, ir al mercado. Siento que tengo todo a mano". Sobre la situaci¨®n pol¨ªtica de su pa¨ªs prefiere no hablar: "Hay que esperar un poco para percibir si hay cambios o no, pero el panorama es dif¨ªcil, sobre todo despu¨¦s de los huracanes".
A estas alturas, Mirtha Ibarra se ha compinchado con la comensal de al lado. Sonr¨ªe y a los cinco minutos han intercambiado tel¨¦fonos. Es que el mismo encanto que la reviste ante las c¨¢maras conquista a quien se le acerca.
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