Un africano en el techo del mundo
Cuando est¨¢ al volante de su elegante todoterreno, circulando por la zona rural del este de Sur¨¢frica en la que naci¨®, Sibusiso Vilane escucha sin parar la versi¨®n grabada de la autobiograf¨ªa de sir Ranulph Twisleton-Wykeham-Fiennes, un ser de or¨ªgenes tan diferentes a los suyos que podr¨ªa casi pertenecer a otra especie. Ranulph Fiennes, como se le conoce, es un bar¨®n brit¨¢nico, familiar lejano de la reina de Inglaterra y primo tercero de los c¨¦lebres actores Ralph y Joseph Fiennes. Sibusiso, criado por su madre en una caba?a durante los a?os del apartheid en Sur¨¢frica, pas¨® su infancia cuidando vacas y cabras y no empez¨® el colegio hasta los 10 a?os.
Lo que atrae a Sibusiso de Fiennes, y a Fiennes de Sibusiso, en una relaci¨®n de admiraci¨®n mutua, es que ambos son dos mani¨¢ticos fan¨¢ticamente obsesionados.
La historia personal de Fiennes (su autobiograf¨ªa se titula Loco, malo y peligroso) es la m¨¢s disparatada de las dos. Fiennes, de 64 a?os y antiguo soldado de las fuerzas especiales, encabez¨® un equipo de tres personas que logr¨® la haza?a sin precedentes de dar la vuelta al mundo por tierra siguiendo el eje polar, trat¨® y estuvo a punto de atravesar los polos Norte y Sur en solitario (en el camino perdi¨® por congelaci¨®n las puntas de los cinco dedos de la mano izquierda, que tuvo que cortar ¨¦l mismo con una sierra) y particip¨® en siete maratones de siete continentes (sin excluir la Ant¨¢rtida) en siete d¨ªas, s¨®lo cuatro meses despu¨¦s de haber sufrido un ataque al coraz¨®n y someterse a una operaci¨®n de doble bypass.
Sibusiso no ha tenido todav¨ªa la oportunidad de poner a prueba los l¨ªmites de la resistencia humana ante una enfermedad mortal, pero s¨ª corre maratones antes de desayunar sin que se le mueva un cabello. Sin embargo, a sus 38 a?os, ha superado a su caballeroso h¨¦roe en dos aspectos importantes. Ha subido al Everest, dos veces, y ha ido andando hasta el Polo Sur. Aunque es el ¨²nico negro africano -y el ¨²nico negro de cualquier nacionalidad- que ha llevado a cabo esas dos cosas, Sibusiso conf¨ªa en que pronto lo hagan otros.
"Hago lo que hago porque estoy orgulloso de mi continente", me dice. "Por eso sue?o con encabezar un equipo formado totalmente por negros africanos que llegue a la cima del Everest en 2010, el a?o en el que se celebrar¨¢ el Mundial de f¨²tbol en mi pa¨ªs".
Cuando Sibusiso era ni?o, era inimaginable que Sur¨¢frica se enfrentara a otro pa¨ªs en ning¨²n deporte, ni mucho menos que acogiera el mayor espect¨¢culo del mundo. El mundo boicoteaba a un Gobierno blanco que manten¨ªa la pol¨ªtica deliberada de negar a personas como ¨¦l -los miembros de la mayor¨ªa negra del pa¨ªs- la posibilidad de vivir una vida digna y pr¨®spera.
"Mi madre era analfabeta. Nunca fue al colegio", explica Sibusiso. "Por eso nunca supimos qu¨¦ d¨ªa nac¨ª. Lo ¨²nico que s¨¦ es que fue en diciembre de 1970. Escogimos el 5 de diciembre al azar, pero lo asombroso es que ¨¦sa fue la fecha en la que muri¨® mi madre, hace cuatro a?os. Cuando ten¨ªa seis a?os me hice pastor; cuando ten¨ªa 10, sin saber leer ni escribir ni tener ning¨²n conocimiento de matem¨¢ticas, empec¨¦ a ir al colegio y estren¨¦ mis primeros zapatos. Pero era listo y ten¨ªa ganas de progresar, y pronto pas¨¦ a ser de los primeros de la clase. Nunca hab¨ªa sido tan feliz. ?Despu¨¦s de vivir entre vacas y cabras, la escuela era el para¨ªso!".
PASAMOS MEDIO D?A JUNTOS en Nelspruit, la ciudad en la que vive Sibusiso, en la frontera con Mozambique. Tanto cuando estamos en el coche, hablando o escuchando a Ranulph Fiennes, como cuando nos detenemos a comer un filete en un restaurante de un centro comercial, Sibusiso parece una estrella. En parte es por su facilidad de palabra, su confianza y su inteligencia, pero tambi¨¦n por el brillo de sus ojos, sus pendientes de oro y los rizos relucientes de su melena de peluquer¨ªa. No es alto, pero camina con la cabeza erguida, no exactamente con arrogancia, sino casi de puntillas, con la agilidad flexible de un hombre que sabe que est¨¢ absurdamente en forma y no teme mostrarlo.
El siguiente paso adelante en su trayectoria lleg¨® de la mano de una pareja; los primeros de una serie de personajes de raza blanca cuya bondad contribuy¨® a que Sibusiso nunca tuviera ni un pelo de racista. Eran dos canadienses que viv¨ªan en Suazilandia, el peque?o Estado fronterizo con Sur¨¢frica en el que vivi¨® parte de su adolescencia, y en cuya casa se present¨® un d¨ªa para ofrecerse a arreglarles el jard¨ªn, que estaba descuidado. Ellos pagaron sus cinco a?os de bachillerato, que termin¨® a los 22 a?os. Entonces obtuvo trabajo como guardia forestal en una reserva de caza, en la que permaneci¨® siete a?os.
"Ten¨ªa muy buena salud y desarroll¨¦ un f¨ªsico de deportista, pero lo mejor de aquel trabajo fue que me ense?¨® un mont¨®n sobre los animales y el medio ambiente. S¨¦ exactamente cu¨¢ndo va a atacar un elefante, cu¨¢ndo va a saltar un le¨®n. Conozco las propiedades medicinales de las plantas. Aquel puesto me ense?¨® a descifrar la naturaleza, no s¨®lo aqu¨ª, sino en cualquier sitio al que voy, incluso en un fr¨ªo extremo. Me convierto en parte del sistema natural. Subo monta?as y siento la qu¨ªmica entre ellas y yo".
M?S SORPRENDENTE es la buena qu¨ªmica que desarroll¨® con el Alto Comisionado brit¨¢nico en Suazilandia, un ex oficial del ej¨¦rcito llamado John Doble, al que conoci¨® en la reserva de caza y con el que form¨® una afectuosa relaci¨®n como de padre e hijo. Daban paseos de seis horas por la reserva, durante los que Doble se dio cuenta de que Sibusiso era un alpinista natural e intr¨¦pido. "Empezamos a hablar del Everest y me dijo que ten¨ªa que conseguir subir al pico m¨¢s alto del mundo". El problema es que, si uno no nace sherpa, no hay deporte m¨¢s caro. Fiennes acudi¨® al rescate. Doble escribi¨® al intr¨¦pido bar¨®n, que respondi¨® y ayud¨® a incluir a Sibusiso en un equipo que ascender¨ªa al Everest en 2003.
El monte m¨¢s alto al que hab¨ªa ascendido Sibusiso hasta aquel momento era el Kilimanjaro (5.895 metros). Todos los dem¨¢s miembros del equipo, ninguno de ellos africano, hab¨ªan ascendido a picos de 8.000 metros. "Se mostraron educados y amables, pero comprend¨ª que deb¨ªan de estar pregunt¨¢ndose qu¨¦ hac¨ªa yo all¨ª. Nos entrenamos, en condiciones muy duras, en Escocia. Vieron que ten¨ªa unos dolores de cabeza terribles y pensaron que iba a abandonar, pero no lo hice".
Tampoco se dio por vencido cuando el primer y segundo intentos de llegar a la cima del Everest tuvieron que suspenderse debido a tormentas que le obligaron a permanecer durante d¨ªas en el campamento base, sometido a temperaturas de 40 grados bajo cero. "Cre¨ª que no lo iba a conseguir. Me imagin¨¦ la desilusi¨®n en el rostro de John Doble y en los de mi familia, o¨ªa a la gente decir en mi pa¨ªs, en los autobuses y los mercados: '?Para qu¨¦ ten¨ªa que ir? ?Los negros no escalan monta?as! Cre¨ªa que pod¨ªa ser un umlungu, un hombre blanco".
Pero este hombre negro s¨ª escala monta?as. El 26 de mayo, 60 d¨ªas despu¨¦s de su llegada al pie del Everest, alcanz¨® la cima. Despleg¨® una bandera surafricana y llor¨®. Nunca un novato tan inexperto como ¨¦l hab¨ªa llegado a la cima del Everest en su primera expedici¨®n. "Cuando me vi en aquella cima diminuta, en la que no hab¨ªa sitio m¨¢s que para dos personas, me sent¨ª la persona m¨¢s feliz del mundo, a pesar de la tortura que hab¨ªa sido".
De la noche a la ma?ana se convirti¨® en una celebridad en Sur¨¢frica. "?Hasta Mandela quiso conocerme! Y cuando me present¨¦ en su despacho, me dijo, con una gran sonrisa, que estaba sorprendido de que un joven tan brillante como yo quisiera conocer a alguien que ya estaba retirado como ¨¦l. Dimos una rueda de prensa conjunta y dijo que mi haza?a le enorgullec¨ªa, porque hab¨ªa sentado un modelo para otros africanos, demostraba que nuestro continente pod¨ªa fijarse los objetivos m¨¢s elevados y cumplirlos. Fue el momento m¨¢s importante de mi vida, junto con el de subir al Everest. Pienso contar la historia hasta que me muera".
EL SIGUIENTE MOMENTO destacado lleg¨® dos a?os despu¨¦s, cuando ascendi¨® al Everest por la cara norte, mucho m¨¢s dif¨ªcil. "Algunas son paredes de roca verticales: uno depende exclusivamente de los m¨²sculos de sus brazos, porque las piernas cuelgan de forma in¨²til". En el ¨²ltimo trecho hasta la cima pas¨® junto al cuerpo de un monta?ero muerto, pero cuando lleg¨®, se lanz¨® a cantar. "Es dif¨ªcil cantar cuando hay tan poco ox¨ªgeno, y al final jadeaba, pero lo hice. Cant¨¦ nuestro himno nacional, Nkosi Sikelele Afrika (Dios bendiga ?frica), mientras sosten¨ªa en una mano la autobiograf¨ªa de Mandela, El largo camino hacia la libertad.
Alguien medianamente normal podr¨ªa darse por satisfecho, pero las personas como Sibusiso y Fiennes adquieren lo que parece ser una adicci¨®n a los retos imposibles, cada vez m¨¢s peligrosos. As¨ª que lo siguiente fue subir a la cima m¨¢s alta de cada uno de los siete continentes. Coron¨® el Aconcagua en Suram¨¦rica, el Elbrus en Europa (situado en Rusia y m¨¢s alto que el Mont Blanc), la Pir¨¢mide de Carstensz en Ocean¨ªa, el Vinson (4.892 metros) en la Ant¨¢rtida, y realiz¨® el ascenso m¨¢s dif¨ªcil de todos, seg¨²n Sibusiso, "m¨¢s que el Everest", el McKinley (tambi¨¦n llamado Denali), en Norteam¨¦rica, en junio de este a?o.
Antes de eso, en enero, lleg¨® a pie hasta el Polo Sur con un colega surafricano llamado Alex Harris, a instancias de Ranulph Fiennes. Los dos se entrenaron en un campo de golf de Johanesburgo, en el que se dedicaban a arrastrar grandes pesos en un trineo sobre la hierba durante varias horas, para confusi¨®n de jugadores y transe¨²ntes. Y cuando lleg¨® el momento de la verdad, anduvieron, sin ayuda, 1.120 kil¨®metros durante 45 d¨ªas. "Fue mucho mayor esfuerzo que el Everest. Lo que me ayud¨® a seguir, en esos momentos verdaderamente cr¨ªticos en los que uno tiene la sensaci¨®n de que no puede m¨¢s, de que tiene que rendirse, fue el recuerdo de lo que me hab¨ªa dicho Mandela y el sentimiento de que conmigo llevaba el orgullo y la esperanza de todo un continente. Cuando pienso en eso, todo parece posible".
Con esa misma idea presente, Sibusiso espera encabezar la primera expedici¨®n panafricana de la historia a la cima del Everest en 2010. Dispone de voluntarios bien preparados de Kenia, Ghana, Egipto, Suazilandia, Marruecos y Camer¨²n, pero todav¨ªa tiene que encontrar financiaci¨®n. Ha escrito dos libros y se ha convertido en un conferenciante muy solicitado, con lo que gana lo suficiente para mantener a su esposa y sus cuatro hijos, adem¨¢s de los cuatro de su hermana que viven con ¨¦l, pero no para financiar una expedici¨®n al Everest, cuyo coste calcula en unos 460.000 d¨®lares.
Est¨¢ abierto a escuchar ofertas. Pero, mientras tanto, ya est¨¢ prepar¨¢ndose para su misi¨®n imposible de 2011: emular a su amigo Ranulph Fiennes y atravesar a pie la Ant¨¢rtida, el continente m¨¢s fr¨ªo y con m¨¢s vientos, con una temperatura r¨¦cord registrada de 89? bajo cero. Tardar¨¢ unos tres meses. Dice que est¨¢ dese¨¢ndolo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.