No existe dinero f¨¢cil
Antes de la crisis financiera, la ayuda estatal a las empresas estaba desapareciendo. Los economistas la ridiculizaban, en la Uni¨®n Europea (UE) estaba prohibida y la Organizaci¨®n Mundial del Comercio la condenaba. Pero el rechazo sistem¨¢tico a las subvenciones se ha convertido en otra de esas viejas ideas -como mantener los bancos en el sector privado- que no encaja en la ¨¦poca actual. La industria automovil¨ªstica brit¨¢nica est¨¢ a punto de unirse a sus hom¨®logos mundiales, as¨ª como a los productores de acero y de aeronaves, en la lista de receptores aptos. Es probable que otros se unan tambi¨¦n.
Lo ideal ser¨ªa que los gobiernos dejasen que la recesi¨®n y los bancos decidiesen qu¨¦ empresas y sectores sobreviven. En las actuales circunstancias, sin embargo, los industriales pedig¨¹e?os tienen cierta raz¨®n. A pesar de las ayudas de miles de millones, los bancos siguen recortando el cr¨¦dito. Las empresas d¨¦biles encuentran poca piedad e incluso las fuertes tienen problemas para financiar inventarios e importaciones.
Los gobiernos est¨¢n respondiendo. Estados Unidos ha concedido miles de millones de d¨®lares a sus fabricantes de coches y las normas de la UE sobre ayuda estatal se relajan. Ahora, a los pa¨ªses miembro se les permite autom¨¢ticamente proporcionar avales estatales para pr¨¦stamos hasta 2010, aunque s¨®lo a las empresas s¨®lidas. Dado que la recesi¨®n se agudiza y cada vez m¨¢s empresas grandes se encuentran en apuros, es probable que la definici¨®n de "s¨®lida" se ampl¨ªe.
Por ahora, la ayuda a la industria se ha concedido en gran medida como tiene que hacerse: con muchas condiciones. Los fabricantes de coches estadounidenses deben cumplir diversos requisitos si quieren evitar la quiebra. La presi¨®n del Gobierno estadounidense parece haber influido en la voluntad de Chrysler de negociar con Fiat una posible uni¨®n a cambio de poco m¨¢s que tecnolog¨ªa por parte del fabricante italiano. Reino Unido ayudar¨¢ a los compradores de coches a obtener financiaci¨®n, pero intenta reducir al m¨ªnimo las subvenciones.
Estos planes de ayuda tal vez salven puestos de trabajo y ayuden a mantener a flote empresas s¨®lidas, pero son arriesgados. Si las condiciones incluyen exigencias de comprar y contratar dentro de las fronteras locales, podr¨ªa imponerse un proteccionismo econ¨®micamente destructivo. Y si los gobiernos ceden ante demasiadas empresas, podr¨ªan perderse parte de los efectos purgantes de la recesi¨®n.
Lo mejor que los gobiernos pueden hacer para ayudar a la industria es conseguir que los bancos vuelvan a una situaci¨®n m¨¢s o menos normal. Mientras trabajan en eso, tendr¨¢n que forzar algunos principios sensatos. Deber¨ªan intentar no cometer demasiados errores.
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