Y, adem¨¢s, se comen a los ni?os crudos
No hace mucho, en estas mismas p¨¢ginas, alguien, no recuerdo qui¨¦n, sosten¨ªa que Franco era racista. Las pruebas, de eso estoy m¨¢s seguro, eran bastante circunstanciales. Desde luego, mucho m¨¢s d¨¦biles que las que permitir¨ªan calificar como racista a Jordi Pujol cuando escrib¨ªa que "el otro tipo de inmigrante es, generalmente, un hombre poco hecho. Es un hombre que hace centenares de a?os que pasa hambre y vive en un estado de ignorancia, y de miseria cultural, mental y espiritual".
?Era Franco racista? ?Lo era Pujol? ?Lo segu¨ªa siendo hace un par de a?os cuando declaraba sentirse muy satisfecho de aquellos escritos? No, ni uno ni otro eran racistas, si acaso otra cosa, no s¨¦ si mejor. Desde luego, no eran ide¨®logos racistas. Nadie que profese una ideolog¨ªa se averg¨¹enza de ella y estoy seguro de que se sentir¨ªan ofendidos si se los llamara racistas.
Describir a los otros como la encarnaci¨®n de todos los males incapacita para entender la realidad
Simplificar no es pensar claro, sino evitarse la fatiga de pensar
Pero no me interesa ahora el racismo, sino ese af¨¢n que lleva a cargar todos los muertos al personaje odiado. El malo ser¨ªa malo como el tonto es tonto en la caracterizaci¨®n orteguiana: vitalicio y sin poros, no descansa nunca. El h¨¢bito es com¨²n. Se ha repetido a cuenta de los ni?os del gueto de Gaza: Israel, responsable de sus muertes, porque responsable de una muerte es el que dispara, no s¨®lo se burla del derecho internacional, sino que los exterminar¨ªa con gusto y ganas; los de Ham¨¢s no s¨®lo eran terroristas, es que estar¨ªan encantados de sacrificarlos como escudos. Ni un matiz. Con qu¨¦ facilidad circularon esos d¨ªas, ante el menor "ejem", calificativos como "antisemita" o "prosionista". Aqu¨ª, desde luego, tambi¨¦n hacemos uso del recurso. Los rivales son inmorales, ignorantes e imb¨¦ciles. El lote completo, la triple I. No cabe que a Aznar le pudiera gustar la poes¨ªa y, por supuesto, Zapatero es simplemente bobo. Ni agua.
Esa disposici¨®n a describir a los otros como la encarnaci¨®n de todos los males incapacita para entender el mundo. Pocos ejemplos m¨¢s chuscos que el de esos extraviados soldados de una guerra fr¨ªa que se resisten a creer acabada, que necesitan no dar por acabada, y que en cualquier esquina encuentran agentes imperialistas, "fascistas" se a?ade con despendolada ligereza, o, en el otro lado del fantasmal muro, equiparan, sin que les estorben las sutilezas, a Zapatero, Ch¨¢vez y Castro, todos ellos, a su parecer, peque?os aprendices de Stalin. Incluso, ya en la pendiente del delirio, empaquetan en el mismo lote a Putin, sin otra raz¨®n que su condici¨®n de ruso, en un movimiento sim¨¦trico, todo hay que decirlo, de aquellos otros que en la izquierda se sienten obligados a defenderlo por lo mismo, por ruso.
Lo peor de tales obnubilaciones es que tienen consecuencias pr¨¢cticas, malas, como sucede siempre que la acci¨®n se basa en una incorrecta informaci¨®n. La lucha contra ETA proporciona un claro ejemplo. Cuantas veces escuchamos aquello de "son irracionales", "me niego a interpretar sus acciones", "matan cuando pueden". Quienes sostienen esas cosas se incapacitan para la pol¨ªtica antiterrorista. Guste o no, la racionalidad de ETA es un supuesto imprescindible. De todos. Desde luego, de los partidarios de la negociaci¨®n o del di¨¢logo: uno no negocia con una piedra. La negociaci¨®n, por definici¨®n, asume que el de enfrente, a la luz de sus posibilidades, mueve sus fichas. Pero tambi¨¦n de quienes creemos que no hay nada que negociar o discutir, que el mejor modo de acabarcon los criminales es hacerles entender que los cr¨ªmenes no tienen retribuciones pol¨ªticas. En uno y otro caso, en contra de lo que muchas veces se dice, resulta inevitable hacer alg¨²n tipo de "juicio de intenciones", de juicio sobre los motivos de los otros. All¨ª y en cualquier relaci¨®n humana, cuando nos hablan y hasta cuando nos callan, por ejemplo, cuando no nos contestan un emilio. En nuestras relaciones mutuas los humanos somos poco m¨¢s que m¨¢quinas de hacer juicios de intenciones.
El mecanismo de las extrapolaciones es conocido, incluso est¨¢ catalogado en psicolog¨ªa como "efecto halo": un sesgo cognitivo que, a partir de una caracter¨ªstica m¨¢s o menos circunstancial, extrae conclusiones sobre rasgos esenciales de la personalidad que contaminar¨ªan cada uno de los actos del individuo. A veces, sin que tengan nada que ver, como sucede con la disposici¨®n a tomar una cara bonita como se?al de honradez. Los soldados del Vietcong atrajeron a muchos vietnamitas, antes que por sus ideas, por sus maneras incorruptibles. En las culturas pol¨ªticas calvinistas el pol¨ªtico a quien se descubre una relaci¨®n extramatrimonial se puede dar por acabado. La m¨¢xima que permite sentenciarlo viene a ser: "si miente en esto, miente en todo".
La vida, bien sabemos, es m¨¢s compleja. Est¨¢ instalada en el matiz. Como en el poema de Borges, somos un yo plural de sombra ¨²nica. Conozco investigadores honestos, amantes de la verdad y entregados al estudio de nobles principios, que en su trato con los dem¨¢s mienten m¨¢s que hablan. Uno no se casar¨ªa con ellos, pero estar¨ªa encantado de escribir un libro a dos manos. Entre los alemanes que arriesgaban sus vidas por rescatar a los jud¨ªos no faltaban los golfos irrecuperables. ?Tenemos que dudar de las teor¨ªas de los cient¨ªficos estadounidenses porque el 40% de ellos creen en Dios y le rezan? Sobran los ejemplos de m¨²sicos de jazz de vida disipada, entregados al principio del placer m¨¢s inmediato, cuyo buen hacer art¨ªstico s¨®lo puede ser el resultado de una portentosa capacidad de disciplina y de concentraci¨®n.
Por supuesto, hay coherencias exigibles. Resulta dif¨ªcil tomarse en serio al psicoanalista que ante el menor avatar emocional se atiborra de pastillas, al maestro zen que cierra los garitos en Las Vegas o al pol¨ªtico nacionalista que lleva a sus hijos a la escuela alemana. Ellos son los primeros en no tomarse en serio. Pero lo que no podemos hacer es juzgar la calidad del asesor financiero por sus consejos amorosos o la integridad del pol¨ªtico por sus gustos literarios. Una cosa es ser coherentes y otra gran¨ªticos. Salvo los imb¨¦ciles irreparables y los psic¨®patas no hay "personas de una sola pieza". En realidad, si encontramos alguno, hay que desconfiar. El pol¨ªtico que sabe que su comportamiento en las distancias cortas servir¨¢ para sopesar su conducta p¨²blica acabar¨¢ por fingir hasta con sus amigos. Lo primero que nos dicen quienes nos acaban enga?ando es que ellos no mienten nunca.
Todo lo dem¨¢s es ejercer de maniqueo y dar curso a la autocomplacencia moral. Como si faltaran razones y hubiera que trucar las pruebas. Como si nuestra sensibilidad necesitara algo m¨¢s de lo ya sabido. Hitler no era mejor persona por sus refinados gustos est¨¦ticos y Franco no se salva porque no se comiera a los ni?os crudos. Simplificar no es pensar claro, sino evitarse la fatiga de pensar. Y la simplificaci¨®n, conviene aclarar, nada tiene que ver con la radicalidad. No era precisamente un pusil¨¢nime el pol¨ªtico que acu?¨® aquello del "an¨¢lisis concreto de la situaci¨®n concreta". Hay encendidos, o por mejor decir, incendiarios defensores de la moderaci¨®n democr¨¢tica que, cuando se los escucha, entran ganas de invadir Polonia y no parar hasta el Mar de China. Pero, si nos detenemos a pensar en lo que dicen, pronto se cae en la cuenta de que las atronadoras palabras no rozan un concepto ni iluminan un detalle.
Un peque?o test de autocontrol. Acaso alg¨²n lector, tras la lectura del primer p¨¢rrafo, haya pensado "facha espa?olista". A su pesar me estar¨¢ dando la raz¨®n. Gracias por colaborar en el experimento.
F¨¦lix Ovejero Lucas es profesor de ?tica y Econom¨ªa de la Universidad de Barcelona.
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