Llorar de Audrey
Es bueno comprobar, conforme pasa el tiempo, que hay personas que permanecen. Audrey Hepburn cumplir¨ªa ochenta a?os en mayo -?se lo pueden creer?-, y una nutrida poblaci¨®n de seguidores -pues con nosotros se podr¨ªa fundar un peque?o Estado bastante hermoso- la seguimos recordando y seguimos emocion¨¢ndonos a causa de las lecciones de belleza, bondad y gran clase que de ella recibimos. Audrey cuenta con un r¨¦cord ¨²nico en el mundo del cine: no tuvo que morir a los veinte para que el suyo fuera un cad¨¢ver -c¨®mo odio esta palabra relacionada con ella- hermoso. Fue lo que siempre fue hasta que muri¨®, por enfermedad y serenamente, a una edad ya avanzada aunque no la suficiente. Ojal¨¢ estuviera viva.
Pero lo est¨¢. Con motivo de la exposici¨®n de parte de su vestuario en ese estupendo espacio de cine que tiene lugar en Granada -hasta el 31 de marzo: merece una peregrinaci¨®n-, en el programa de la SER La ventana, Gemma Nierga y Jaume Figueras le hicieron una entrevista a su hijo mayor, Sean Hepburn Ferrer, encargado de preservar y compartir el patrimonio-memoria de su madre. Me la pas¨¦, la entrevista, llorando. No de pena ni de nostalgia. Llorando de Audrey, que es una preciosa forma de llorar, como se llora leyendo un poema o escuchando una m¨²sica, o recordando a los que amamos cuando su evocaci¨®n ya no nos duele.
Cont¨® Sean Hepburn Ferrer una an¨¦cdota preciosa. Y es que, cuando los encargados de casting (la palabra inglesa me gusta mucho m¨¢s que la espa?ola reparto, que parece ir en cami¨®n) de la pel¨ªcula Always, de Steven Spielberg, se reunieron para determinar qui¨¦n har¨ªa el papel de Ser del Otro Mundo, alguien plante¨® la siguiente pregunta: "?Y si Dios fuera mujer?". Y todos a una respondieron: "?Audrey Hepburn!". Y as¨ª fue como la eligieron. Por Dios, no por Santurrona. Ella, que hizo dos veces de monja, nunca nos dej¨® esa imagen de intocada o de pureza. Lo suyo era otra cosa. Humanidad. En Historia de una monja era una mujer con dudas y dilemas que acaba dejando el convento. Y en Robin y Marian era una malcasada con el Se?or que aguardaba el regreso -o lo a?oraba- de aquel truh¨¢n que la dej¨® por Ricardo Coraz¨®n de Sabandija y la Cruzada de los Necios.
Billy Wilder, que la dirigi¨® en Sabrina y Ariane, era un hombre sumamente ingenioso que a veces se perd¨ªa por una buena frase. Sol¨ªa decir que a Audrey no se le pod¨ªa poner a hacer el amor en una pel¨ªcula, que nadie lo creer¨ªa o no lo soportar¨ªan. Se equivocaba. Stanley Donen la convirti¨® en ad¨²ltera en Dos en la carretera, y en amarga esposa a ratos, despu¨¦s de haberla metido en la cama en memorables escenas, llenas de romanticismo unas, y de doloroso cinismo otras, con Albert Finney. Donen lo hizo con tanta maestr¨ªa que s¨®lo nos qued¨® para la memoria un filme que es real como la vida y maduro como el arte, y una protagonista que trascend¨ªa la banalidad de las convenciones para transmitir, con la intensidad de su rostro anguloso, el peso de la experiencia. Dos en la carretera es una de sus mejores pel¨ªculas y quiz¨¢ la m¨¢s dura (aunque Ariane tampoco sea una comedia, pese a sus apariencias), y, seg¨²n su hijo, hoy d¨ªa se estudia el vestuario que Audrey luce porque determina las ¨¦pocas en que transcurren los diferentes flash-backs. Junto con los modelos de autom¨®viles, a?adir¨ªa yo.
En la entrevista mencionada se abri¨® el micr¨®fono y compareci¨® una ni?a de diez a?os, creo recordar que se llamaba Victoria, que, emocionada, cont¨® que quer¨ªa ser como Audrey Hepburn (Sean le prometi¨® recibirla en Granada y contarle cosas exclusivas de su madre), y otra oyente explic¨® que hab¨ªa crecido viendo Guerra y paz. ?Aquella Natasha!
Quiz¨¢ fue por su experiencia de hambre y bombardeos en la Europa de la II Guerra Mundial, de aquella infancia tan dura, que Audrey Hepburn obtuvo el don de emocionarnos desde que su sonrisa y su capacidad para entender la desdicha iluminaron la pantalla en Vacaciones en Roma.
S¨ª, llorar de Audrey es una de las mejores terapias que pueden ocurrirnos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.