Mujeres a bordo
A pesar del proyecto gubernamental Emb¨¢rcate, la presencia femenina en la pesca de altura y de gran altura es pr¨¢cticamente inexistente
Pontevedra
Beatriz Amaral, que ronda los 40, fue la primera marinera en embarcarse
El 87% de los armadores est¨¢n dispuestos a contratar mujeres
El mar necesita al sector femenino y, sin embargo, ellas prefieren quedarse en tierra. El mercado hace su invitaci¨®n (faltan marineros cualificados para completar las tripulaciones) y la Conseller¨ªa de Pesca pone la oportunidad. Y lo hace con formaci¨®n y proponiendo unas condiciones m¨ªnimas de seguridad y salud laboral a bordo de las embarcaciones. Para ello, desde el Cetmar han sacado una radiograf¨ªa de la flota gallega, a excepci¨®n de la de gran altura, para adaptar las naves a una convivencia mixta. Mientras la altura cumple con creces estos requisitos, la bajura presenta aspectos mejorables, aunque pocos son los armadores dispuestos a aumentar los espacios de habitabilidad. Adem¨¢s, el Cetmar ultima la puesta en marcha de un aula virtual m¨®vil para cofrad¨ªas y organizaciones sin ¨¢nimo de lucro que proporcione los conocimientos necesarios para enrolar a colectivos con dificultades de inserci¨®n laboral, como mujeres o inmigrantes. Es la continuaci¨®n del proyecto Emb¨¢rcate, finalizado en 2007.
Se trata de un sector tradicionalmente masculino y "muy machista, much¨ªsimo". Lo dice Manuela Tub¨ªo, patrona de una peque?a embarcaci¨®n de apenas 5 metros de eslora en la que ejerce de patrona y motorista. "Yo lo hago todo", recalca, "incluso recoger las redes". M¨¢s de 20 a?os de experiencia a las espaldas debieran darle cierta autoridad ante sus colegas de la r¨ªa de Arousa pero, a sus 56 a?os, reconoce con fastidio que ellos "se creen superiores, siempre saben m¨¢s que t¨²". "Eso s¨ª", a?ade, "tambi¨¦n son m¨¢s arriesgados, yo con mal tiempo no salgo". Frente a mujeres como Manuela, que un d¨ªa decidieron hacerse a la mar con los conocimientos heredados de padres o maridos, hace su aparici¨®n una nueva generaci¨®n de marineras tituladas que ya han empezado a demostrar que a bordo el sexo no marca la diferencia. Seg¨²n datos de la Conseller¨ªa de Pesca, hay 58 alumnas matriculadas en centros dependientes de la Xunta para formarse como marinera de m¨¢quinas, pescadora o de puente, patrona costera polivalente o patrona portuaria. El presidente de la Federaci¨®n Galega de Conrar¨ªas, Evaristo Lareo, reconoce que es una buena salida laboral "para la mujer", pero insiste en las dificultades de adaptar las embarcaciones.
En Galicia el peso femenino en el ¨¢mbito pesquero se centra en el marisqueo y la transformaci¨®n, pero pr¨¢cticamente testimonial en los barcos de pesca, sobre todo en altura y gran altura. No obstante, siempre hay alguien dispuesto a romper las reglas. Beatriz Amaral, que ronda ahora los 40 a?os, fue la primera marinera del proyecto Emb¨¢rcate que, con t¨ªtulo bajo el brazo, subi¨® a un barco de pesca en Galicia. La cofrad¨ªa de Portonovo le abri¨® las puertas de manos del patr¨®n mayor, Jos¨¦ Antonio G¨®mez, ante la negativa del resto de socios. Entonces, la an¨¦cdota la protagoniz¨® la mujer de uno de los 5 tripulantes del cerquero, que no acababa de ver claro eso de que su marido trabajase hombro a hombro con una chica y se present¨® en el muelle el primer d¨ªa de faena. "Cuando la vio vestida para trabajar dijo 'muy bien, parece un hombre", recuerda Luc¨ªa Fraga, t¨¦cnico de formaci¨®n del Cetmar. "Era un marinero m¨¢s, descargaba pescado y lo que le dijeras", a?ade G¨®mez. Despu¨¦s, otros armadores de Portonovo le ofrecieron trabajo y buscaron mujeres cualificadas sin ¨¦xito.
El hecho de vivir en Vigo le impidi¨® continuar en ese puerto y se embarc¨® en Cangas. Ahora ha vuelto a tierra porque acaba de dar a luz, pero afirma que volver¨¢. Su objetivo es la pesca de altura y obtener el t¨ªtulo de patr¨®n de barco porque en Vigo no encuentra quien le embarque. No obstante, un estudio realizado por el Cetmar desvela que un 87% de los armadores gallegos de bajura se muestran dispuestos a contratar a mujeres.
Y mientras unas quedan en tierra por ataduras familiares, otras sue?an con largas temporadas en alta mar. Marisa, de 47 a?os, aspira desde Redondela a cambiar hosteler¨ªa por pesca. Espera, desde hace un a?o, un curso que le permita optar a un puesto de cocinera, dos meses en el mar y uno en casa. No le asustan ni los hombres ni la soledad: "Lo ¨²nico que temo es que no me siente bien el mar". Caso distinto es el de Sonia Fern¨¢ndez, que comparte barco con su marido en una f¨®rmula habitual en las r¨ªas: ¨¦l captura el marisco y ella lo escoge. Hartos ambos de sus trabajos en una conservera y un aserradero vieron el marisqueo a flote como opci¨®n. "El mar nos da libertad", sentencia.
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