Debate entre tinieblas
El presidente acepta la gravedad de la recesi¨®n, pero sigue sin proponer un plan de futuro
Con demasiado retraso, el presidente del Gobierno acept¨® ayer en el Congreso la gravedad de la recesi¨®n econ¨®mica y las destructivas consecuencias de la crisis financiera. Su an¨¢lisis de que "nos encontramos ante la peor recesi¨®n de car¨¢cter global de la historia reciente" debi¨® haber llegado antes, igual que las medidas econ¨®micas articuladas para mitigarla. Ante el Pleno de la C¨¢mara reunido para debatir sobre la situaci¨®n de la econom¨ªa, Rodr¨ªguez Zapatero esboz¨® dos l¨ªneas de acci¨®n, complementarias, aunque de efectos forzosamente parciales. Por una parte, se ratific¨® en la idea de que los desempleados no ser¨¢n abandonados a su suerte y que se mantendr¨¢ e incluso aumentar¨¢ el gasto en prestaciones para los que pierdan su puesto de trabajo. En coherencia con ese criterio, el presidente anunci¨® un recorte de gasto p¨²blico de 1.500 millones para atender el gasto social derivado de la crisis, y en especial la prestaci¨®n por desempleo.
De esta forma, el presidente del Gobierno se desmarca de las medidas de pol¨ªtica econ¨®mica propuestas por otros grupos pol¨ªticos, entre ellos el PP, que relegan las obligaciones de protecci¨®n social y se centran en planes de reducci¨®n de impuestos y de cotizaciones sociales. Pero, aunque la preocupaci¨®n por la cobertura social es un rasgo diferenciador, en s¨ª mismo loable, de la pol¨ªtica que defiende el Gobierno, el discurso de Rodr¨ªguez Zapatero persiste en varias debilidades de enfoque de la crisis y que est¨¢n en la ra¨ªz de la desconfianza que provoca la pol¨ªtica econ¨®mica entre los agentes econ¨®micos y sociales.
La primera y m¨¢s importante es que sigue sin exponer un diagn¨®stico realista y coherente de la recesi¨®n. Cierto, reconoce verbalmente la gravedad del momento, pero el mensaje subterr¨¢neo, evidente en el gusto por adoptar tan s¨®lo medidas de corto plazo, sigue siendo que estamos ante una situaci¨®n pasajera, que acabar¨¢ probablemente en 2009 y cuyo principal tratamiento es el paso del tiempo. Frente a esta percepci¨®n miope, ayer se hizo o¨ªr la voz del presidente estadounidense Barack Obama, con una reflexi¨®n seca y concluyente: "Si hacemos poco o nada, la recesi¨®n se convertir¨¢ en una cat¨¢strofe".
La segunda gran debilidad, consecuencia del alicorto diagn¨®stico, es la resistencia del Gobierno a plantear un plan bien reflexionado que estimule la generaci¨®n de empleos estables en sectores con futuro. Hasta hoy, la mayor¨ªa de las medidas aprobadas son de urgencia. Pretenden contrarrestar los efectos de la crisis estimulando la creaci¨®n r¨¢pida de empleo. Pero el modelo econ¨®mico espa?ol ya no puede sustentarse sobre el empleo precario, como el que ofreci¨® la burbuja inmobiliaria durante 12 a?os. Los parches para hoy, como el plan de inversi¨®n municipal, deben ir acompa?ados de otros para estimular actividades con futuro en los pr¨®ximos 10 a?os. Es, en palabras del presidente, "el carril que hay que coger para salir de la crisis"; pero no es cre¨ªble que, como propuso con una simplificaci¨®n estridente, el peso de la construcci¨®n en el patr¨®n de crecimiento vaya a ser sustituido por las energ¨ªas renovables y la sostenibilidad.
Tambi¨¦n qued¨® claro que el Gobierno no gestiona bien sus propias decisiones. Una de las contadas oportunidades en las que el l¨ªder de la oposici¨®n, Mariano Rajoy, super¨® su huero catastrofismo fue cuando denunci¨® el desorden de las medidas econ¨®micas. Tiene raz¨®n: el Gobierno deber¨ªa estar preocupado por el seguimiento y rentabilidad de las medidas que toma. No hay constancia de esa preocupaci¨®n. Para recuperar la confianza social no es necesario que el Gobierno se abone al discurso apocal¨ªptico, ni que ponga en marcha grandes artilugios pol¨ªticos, como ese pacto econ¨®mico que se propugna en algunos frentes de opini¨®n. Basta con que afine su diagn¨®stico y proponga a los ciudadanos una visi¨®n econ¨®mica que vaya m¨¢s all¨¢ de 2009.
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