Pidan perd¨®n a Beppino Englaro
Como italiano, siento la necesidad de esperar que mi pa¨ªs pida perd¨®n a Beppino Englaro. Perd¨®n porque a los ojos del mundo ha demostrado ser un pa¨ªs cruel, incapaz de comprender el sufrimiento de un hombre y de una mujer enferma. Y que se ha puesto a gritar, y a acusar, animando a uno y otro bando. Pero no hab¨ªa bandos. No se trata de apostar por la vida o la muerte. No es as¨ª.
Beppino Englaro no era partidario de la muerte de su hija, y hasta su mirada muestra las huellas del dolor de un padre que ha perdido toda esperanza y felicidad, e incluso belleza, a trav¨¦s del sufrimiento de su hija. Beppino deb¨ªa ser respetado como hombre y como ciudadano independientemente de lo que cada uno piense. Tambi¨¦n, y sobre todo, si no pensaba como Beppino. Porque ha sido un ciudadano que se ha dirigido a las instituciones, y porque luchando dentro de las instituciones y con las instituciones s¨®lo ha pedido que se respetase la sentencia del Tribunal Supremo.
Ha demostrado que en Italia lo m¨¢s revolucionario es la certeza del derecho
Sin duda, quienes no comparten la postura de Beppino (y la que Eluana hab¨ªa transmitido a su padre) ten¨ªan el derecho y el deber, impuesto por su propia conciencia, de manifestar su oposici¨®n a que se interrumpiesen la alimentaci¨®n mediante sonda y la hidrataci¨®n. Pero la batalla deb¨ªa hacerse siguiendo la conciencia de cada uno, y no intentando intervenir poniendo trabas al Tribunal Supremo. Beppino ha preguntado a la ley y la ley le ha confirmado que ten¨ªa derecho. ?Ha bastado esto para desencadenar la rabia y el odio contra ¨¦l? ?Es la caridad cristiana la que hace que le llamen asesino? Hace que un grupo de personas que no saben nada del dolor de una hija inm¨®vil en una cama le increpen como a un conde Ugolino que, igual que en el Infierno de Dante, devora a sus hijos por el hambre. Y dicen estas idioteces en nombre de un credo religioso.
Pero no es as¨ª. Yo conozco una iglesia que en mi pueblo es la ¨²nica que se encuentra en territorios m¨¢s complejos, junto a las situaciones m¨¢s desesperadas, la ¨²nica que ofrece dignidad de vida a los inmigrantes, a quienes son ignorados por las instituciones, a quienes no consiguen salir a flote en esta crisis. La ¨²nica que proporciona alimento y que est¨¢ presente entre aquellos que no encontrar¨ªan a nadie que les escuchara. Los padres combonianos, igual que la comunidad de San Egidio, el cardenal Sepe, y tambi¨¦n el cardenal Martini, son ¨®rdenes, asociaciones y personalidades cristianas fundamentales para la supervivencia de la dignidad de mi pa¨ªs.
Conozco esta historia cristiana. No la de la acusaci¨®n a un padre indefenso y solo y con la fuerza del derecho. Beppino, por respeto a su hija, ha difundido fotos de Eluana sonriente y bell¨ªsima, precisamente para recordarla en vida, pero podr¨ªa mostrar el rostro hinchado y deformado de los ¨²ltimos a?os que ha pasado tumbada en una cama, sin expresi¨®n y sin pelo. Pero no quer¨ªa vencer con la fuerza del chantaje de la imagen, sino s¨®lo con la fuerza del derecho que hace que una persona decida su propio destino. A quienes pretenden hacer m¨¦ritos con la Iglesia fingiendo a menudo afecto hacia la pobre Eluana les pregunto: ?d¨®nde estaba la Iglesia cuando atronaba la guerra contra Irak? ?D¨®nde est¨¢n los pol¨ªticos cuando la Iglesia pide humanidad y respeto para los inmigrantes api?ados entre Lampedusa y los abismos del Mediterr¨¢neo? ?D¨®nde est¨¢n estos pol¨ªticos cuando la Iglesia, a menudo en ciertos territorios la ¨²nica voz de resistencia, solicita una intervenci¨®n decisiva en el sur y contra las mafias? Ser¨ªa bonito poder pedir a los cristianos de mi pa¨ªs que no crean en quienes s¨®lo se sienten con ¨¢nimos para especular sobre debates en los que no hay que demostrar nada con hechos, sino s¨®lo tomar partido.
Lo que ha faltado estos d¨ªas, como siempre, ha sido la capacidad de percibir el dolor. El dolor de un padre. El dolor de una familia. El dolor de una mujer inm¨®vil desde hace a?os y en una situaci¨®n irreversible y que hab¨ªa expresado a su padre una voluntad. Y que personas que ni siquiera la conoc¨ªan y que no conocen a Beppino ahora pongan en duda esa voluntad. Y que demuestran poco o ning¨²n respeto al derecho. Incluso cuando se considera que no es posible compaginar este derecho con la moral de uno, y precisamente porque es un derecho se puede ejercer o no. ?sta es la maravilla de la democracia. Comprendo la voluntad de empujar a las personas a no disfrutar de este derecho. Pero no a negar el derecho en s¨ª. El espect¨¢culo que en Espa?a, igual que en Europa, ha dado Italia de un pa¨ªs que ha especulado por en¨¦sima vez. Muchos pol¨ªticos han vuelto a utilizar el caso Englaro para tratar de crear consenso y distraer a la opini¨®n p¨²blica, en un pa¨ªs al que la crisis ha puesto de rodillas, y en el que la crisis est¨¢ permitiendo a los capitales criminales devorar a los bancos, donde los sueldos est¨¢n congelados y no parece que haya soluci¨®n.
Pero ¨¦sta es otra historia. Precisamente en un momento de crisis, de frases hechas, de poco respeto, Beppino Englaro ha dado fuerza y sentido a las instituciones italianas y a la posibilidad de que un ciudadano de nuestro pa¨ªs a¨²n pueda tener esperanza en las leyes y en la justicia. Creo que esto debe ser evidente tambi¨¦n para quienes no aceptan que se quiera suspender un estado vegetativo permanente y consideran que cualquier forma de vida, incluso la m¨¢s inerte, debe ser tutelada. Quiz¨¢ el error de Beppino haya sido la ingenuidad y la correcci¨®n de creer en las posibilidades de justicia en Italia. Y en cambio, deb¨ªa emigrar, igual que emigran todos los que quieren una vida mejor y distinta. Desde Italia ya no se emigra s¨®lo para encontrar trabajo, sino tambi¨¦n para nacer y para morir. Y para obtener justicia.
Me he preguntado por qu¨¦ Beppino Englaro, como, por otra parte, alguien le hab¨ªa sugerido, no consider¨® oportuno resolverlo todo a la italiana. En los hospitales muchos susurraban: "?Por qu¨¦ convertirlo en una batalla simb¨®lica? Se la lleva a Holanda y asunto concluido". Otros aconsejaban el acostumbrado m¨¦todo silencioso, dos billetes de 100 euros a una enfermera experta y todo se habr¨ªa resuelto enseguida y en silencio. Eutanasia clandestina.
Como en la pel¨ªcula Las invasiones b¨¢rbaras [Denys Arcand], en la que un profesor canadiense con una enfermedad terminal y presa de horribles dolores se re¨²ne con sus amigos y familiares en una casa junto a un lago y, gracias al apoyo econ¨®mico de su hijo y de una enfermera competente, practica la eutanasia de forma clandestina.
Y quiz¨¢ s¨®lo en estas circunstancias consigues explicarte la historia de S¨®crates y s¨®lo ahora entiendes, despu¨¦s de haberla escuchado miles de veces, por qu¨¦ bebi¨® la cicuta en lugar de escapar. Todo esto se vuelve actual y resulta evidente que ese querer permanecer, esa v¨ªa de escape ignorada, y de hecho aborrecida, es mucho m¨¢s que una campa?a a favor de una muerte digna individual; es una batalla en defensa de la vida de todos.
Beppino Englaro, con su batalla, ha abierto un nuevo camino, ha demostrado que en Italia no existe nada m¨¢s revolucionario que la certeza del derecho. Si en mi tierra fuera posible dirigirse a un tribunal para ver reconocido, en un plazo de tiempo adecuado, la base del propio derecho, no sentir¨ªamos la necesidad de recurrir a otras soluciones.
Y a ¨¦l le corresponde el m¨¦rito de habernos ense?ado a allanar el camino de las instituciones, y a recurrir a la magistratura para ver afirmados los derechos de uno en un momento de profunda y tangible desconfianza. Y a pesar de todas las peripecias burocr¨¢ticas, al final ha demostrado que en el derecho tiene que existir la posibilidad de encontrar una soluci¨®n.
Por una vez en Italia la conciencia y el derecho no emigran. Por una vez no hay que salir fuera para obtener algo, o solamente para pedirlo. Por una vez no buscamos que nos escuchen en otro lugar; es imposible que un ciudadano italiano, independientemente de su forma de pensar, no considere a Beppino Englaro un hombre que est¨¢ devolviendo a nuestro pa¨ªs esa dignidad que a menudo nosotros mismos le quitamos.
Imagino que Beppino Englaro, al mirar a su Eluana, sab¨ªa que el dolor que ha sentido su hija es el dolor de cualquier individuo que lucha por la afirmaci¨®n de sus derechos. Ha hecho que se descubra de nuevo una de las maravillas olvidadas del principio democr¨¢tico, la empat¨ªa, cuando el dolor de uno es el dolor de todos. Y as¨ª, el derecho de uno se convierte en el derecho de todos.
Estas palabras m¨ªas terminan dando las gracias a Englaro, porque si ma?ana en Italia cualquiera puede decidir si en caso de encontrarse en estado neurovegetativo quiere ser mantenido en vida por las m¨¢quinas durante d¨¦cadas o elegir su final sin emigrar, como siempre, se lo deberemos a ¨¦l. Es esta Italia del derecho y de la empat¨ªa la que permite respetar y comprender tambi¨¦n elecciones distintas en las que ser¨ªa hermoso reconocerse.
Traducci¨®n de News Clips. ? 2009 by Roberto Saviano Publicado de acuerdo con Roberto Santachiara Literary Agency
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