Obama choca contra el muro conservador
El presidente insiste en el di¨¢logo pese al rechazo republicano a su oferta de consenso
Antes de cumplirse su primer mes de presidencia, Barack Obama regres¨® ayer a Chicago para pasar el d¨ªa de San Valent¨ªn junto a su esposa, Michelle, tratando de sanar, en territorio m¨¢s amistoso, las heridas abiertas en una guerra sorpresa con la oposici¨®n republicana. Nadie esperaba que el presidente necesitara ox¨ªgeno tan temprano y nadie esperaba tampoco una resistencia tan contumaz a su pol¨ªtica, un verdadero muro levantado por el movimiento conservador que ha conseguido poner a Obama a la defensiva en los primeros pasos de su mandato y que puede marcar el curso de esta legislatura.
La ¨²ltima bofetada en el rostro del presidente ha sido la renuncia del senador Judd Gregg al cargo de secretario de Comercio. Gregg, que confes¨® el jueves diferencias ideol¨®gicas insalvables para servir en el Gabinete, ha reconocido toda la responsabilidad por haber aceptado inicialmente la designaci¨®n. Pero eso no le resta gravedad a su desaire ni reduce la contrariedad que esto representa para el presidente.
La discrepancia "es la savia de la democracia", dice el mandatario
Obama hab¨ªa apostado por Gregg, un representante del ala conservadora de la oposici¨®n, en contra de la opini¨®n de la mayor¨ªa de su propio partido. Ayer mismo, el semanario The Nation, portavoz dem¨®crata, se felicitaba por la dimisi¨®n.
Tampoco se entendi¨® en las filas de la mayor¨ªa que el presidente mantuviese en el Pent¨¢gono a Robert Gates, que hab¨ªa ocupado ese cargo con George Bush hijo y que fue director de la CIA con George Bush padre. Ni sent¨® muy bien que se pusiese el Departamento de Transportes, que manejar¨¢ una buena porci¨®n de dinero de la famosa ley de est¨ªmulo, en manos de otro republicano.
Obama hizo todo eso en cumplimiento de su promesa de bipartidismo. En aras de ese prop¨®sito acept¨® tambi¨¦n importantes concesiones en su plan econ¨®mico. La inclusi¨®n nada menos que de un 35% de recortes de impuestos -algunos de ellos a los ricos- y la renuncia a varias decenas de miles de millones de d¨®lares de gastos sociales son tan significativas que han estado a punto de provocar una sublevaci¨®n en las filas dem¨®cratas.
Pero se necesitan dos para bailar el tango. Ninguno de esos gestos ha servido para ganar, no ya la simpat¨ªa, sino el respeto de los republicanos. Las posibilidades de bipartidismo est¨¢n a punto de ser enterradas. Un editorial de The New York Times recomendaba ayer: "El presidente deber¨ªa de dejar de cortejar a los republicanos que no han demostrado ning¨²n inter¨¦s en un compromiso para solucionar los problemas de la econom¨ªa".
Obama se resiste a seguir el consejo, consciente de cu¨¢l es la jugada de la oposici¨®n. "No todo el mundo comparte el mismo punto de vista sobre c¨®mo debemos actuar y, a veces, el debate se hace ¨¢spero", dec¨ªa ayer, "pero eso es bueno, la diversidad de puntos de vista es la savia de la democracia".
La jugada es, por lo que se ve, arrinconar a Obama en la izquierda. La izquierda puede ser un lugar confortable para algunos dirigentes europeos que encuentran su raz¨®n de ser en el hecho de impedir que gobierne la derecha. Pero no lo es aqu¨ª. La izquierda (los liberales, en el lenguaje pol¨ªtico norteamericano) es aqu¨ª un espacio como la sala de fumadores de un aeropuerto, y nadie quiere verse recluido en ¨¦l si no es un adicto incontenible.
Obama ha demostrado instinto centrista y se ha pronunciado desde el primer d¨ªa en contra de represaliar a los miembros de la Administraci¨®n anterior, por mucho que los pasados atropellos a la Constituci¨®n sean cada d¨ªa m¨¢s clamorosos. Sus medidas m¨¢s de izquierda (el cierre de Guant¨¢namo o la prohibici¨®n de la tortura) han sido, simplemente, reparar algunos de esos atropellos y restaurar la legalidad. En todo lo dem¨¢s, incluida la lenta y calibrada retirada de Irak, ha optado por la prudencia y la moderaci¨®n.
No importa. El plan de est¨ªmulo ha sido suficiente para poner al conservadurismo en pie de guerra contra lo que cree una remodelaci¨®n de los principios fundacionales del pa¨ªs. Sin ir tan lejos como Rush Limbaugh y otros activistas de la extrema derecha, que est¨¢n abiertamente levantando al pa¨ªs para contener el comunismo, los l¨ªderes republicanos en el Congreso han alertado de que Obama va a destruir los EE UU que conoc¨ªamos hasta la fecha.
Son argumentos ante los que la opini¨®n p¨²blica norteamericana es muy sensible. El presidente es a¨²n muy popular y tiene opciones de hacer frente a esa estrategia. Pero gobernar exige tomar decisiones todos los d¨ªas, con o sin el apoyo de la oposici¨®n. Obama puede verse, por tanto, obligado a gobernar desde la izquierda simplemente porque no puede vencer el muro levantado a su derecha. As¨ª lo vislumbra el columnista conservador centrista David Brooks en un art¨ªculo anticipatorio: "La Administraci¨®n de Obama estaba repleta de moderados que no encontraron ninguna recompensa por su moderaci¨®n. Los liberales les atacaban por su tibieza. Los republicanos, por el gusto de atacarles. Con el tiempo, se fue a la izquierda".
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