?Puede este ni?o matar a un toro?
El toro se derrumba a sus pies, ya casi muerto, y Michelito se echa a llorar, desconsoladamente, con las l¨¢grimas grandes de los ni?os peque?os. La plaza, apenas iluminada por dos focos sin lustre, es un ir y venir de sombras. Un camar¨®grafo franc¨¦s, que lleva varios d¨ªas siguiendo las andanzas del ni?o torero por el Yucat¨¢n mexicano, se acerca al burladero y trata de filmar el sofoc¨®n del chaval de 11 a?os. Michel Lagrav¨¨re, matador de toros franc¨¦s, se coloca h¨¢bilmente entre la c¨¢mara y su hijo, que sigue llorando sin consuelo, la cara roja, manchado ya de tierra y de sangre su traje de luces rosa y oro.
-?T¨² qu¨¦ quieres ser de mayor?
-Figura del toreo, se?or.
-Pero, habiendo empezado tan pronto, ?no te cansar¨¢s de torear?
-Eso habr¨¢ que pregunt¨¢rselo al tiempo.
Ya han pasado 24 horas desde la llantina espont¨¢nea, tal vez provocada por el cansancio. Michelito se pasea ahora descalzo y tranquilo por la cocina de su casa, contestando a la en¨¦sima entrevista radiof¨®nica. La haza?a de matar a seis novillos en la plaza de M¨¦rida y otros dos al d¨ªa siguiente en la de Valladolid ha provocado un inter¨¦s medi¨¢tico inusitado. El tel¨¦fono de la casa familiar no deja de sonar. La mayor¨ªa de las llamadas corresponde a periodistas de Latinoam¨¦rica y de Espa?a, pero tambi¨¦n telefonean empresarios taurinos que quieren a Michelito como reclamo para llenar plazas en Panam¨¢, en Colombia, en Per¨². El franc¨¦s Michel Lagrav¨¨re y la mexicana Diana Peniche, los padres del torero, no caben en s¨ª de gozo. ?l, como apoderado, contesta al tel¨¦fono con una mezcla deliciosa de franc¨¦s y mexicano. Ella, empresaria taurina, hace las cuentas en una esquina del sal¨®n sin perder comba de lo que se cuece a su alrededor, saliendo al quite cuando lo considera oportuno. En la puerta hay una furgoneta aparcada con las llaves puestas y un r¨®tulo que dice: "Michelito & Andresito. Porque los ¨¢ngeles tambi¨¦n torean". El resto del cuadro familiar lo forman los otros dos hijos de la pareja, Andresito y Margot -de nueve y seis a?os-, los abuelos maternos y "el t¨ªo Fari", el matador andaluz Jes¨²s de Fari?a, uno de esos toreros de buena planta y poca fortuna cuya ¨²ltima oportunidad sigue llam¨¢ndose Am¨¦rica.
Los ni?os, ya con el pijama puesto, se van a dormir. Una ronda de besos -en la que incluyen al reportero- da por terminado un d¨ªa sin colegio. Anoche regresaron muy tarde de la corrida en Valladolid y han entretenido el d¨ªa con juegos y deberes atrasados. Michel Lagrav¨¨re coge dos latas de cerveza Sol con lim¨®n y se sienta en la puerta de su casa, al fresco. "?No parece que estamos en cualquier pueblecito de C¨¢diz?". M¨¦rida es M¨¦xico, pero un M¨¦xico muy distinto al de la sangre a borbotones y las cabezas cortadas que suelen visitar los telediarios. En este barrio obrero de casas de una planta y asfalto intermitente las puertas permanecen abiertas de la ma?ana a la noche, los vecinos se conocen desde ni?os y la brisa cercana invita a la conversaci¨®n y a los recuerdos. "Yo no tuve suerte y mi hijo s¨ª la va a tener". Michel Lagrav¨¨re, nacido en un pueblecito del sur de Francia, tambi¨¦n empez¨® a torear con 11 a?os, y a los 16 se fue a Sevilla a buscar fortuna. Mientras llegaba y no, se emple¨® de camarero. Tom¨® la alternativa en Soto del Real, pero en las hemerotecas no hay rese?as de tardes triunfales y s¨ª de cornadas de espanto. Una de ellas lo tuvo dos a?os alejado de los ruedos. "Me dediqu¨¦ entonces a llevar a toreros mexicanos a Francia y a Espa?a, y espa?oles a M¨¦xico. Cuando me recuper¨¦ vine aqu¨ª a torear. En 1995 mat¨¦ 28 corridas en las plazas m¨¢s importantes de M¨¦xico y en 1996 conoc¨ª a Diana en un pueblecito muy cerca de Canc¨²n. Tres meses despu¨¦s ya est¨¢bamos casados y yo hab¨ªa roto el pasaje de vuelta...".
Hace un rato, cuando Michelito contestaba a una de las entrevistas radiof¨®nicas, al veterano matador se le saltaron las l¨¢grimas. Carlos Loret de Mola -al frente de uno de los noticieros con m¨¢s audiencia de M¨¦xico- le pregunt¨® en directo al chaval:
-?Cu¨¢les son tus toreros favoritos?
-Morante de la Puebla y mi pap¨¢, se?or.
Michel Lagrav¨¨re apura su lata de cerveza. Dice que s¨ª, que ¨¦l sabe que mucha gente considera una locura que un ni?o de 11 a?os se ponga delante de un bicho que pesa cinco veces m¨¢s que ¨¦l, por muy afeitados que tenga los cuernos. "Hasta mis padres, all¨¢ en Francia, piensan que estoy loco, pero si yo no viera capaz a Michelito de hacer lo que hace, no lo dejar¨ªa". El matador habla y no para de la afici¨®n innata de su hijo por el toreo. "Con dos a?itos ya toreaba a la perrita. Y ten en cuenta que muchos toreros amigos, en vez de ir a un hotel, se quedaban aqu¨ª, y entrenaban en el patio, o en la calle. Como los ni?os son esponjas, estos cabrones agarraron lo bueno de todo el mundo. Un d¨ªa, estando en una ganader¨ªa, se muri¨® una vaca. Y ten¨ªa un becerrito chiquitito. Michelito ten¨ªa cuatro a?os, y Andresito, dos. A un matador espa?ol se le ocurri¨® que lo torearan. Yo pens¨¦: 'En cuanto se arranque la becerra, se espantar¨¢n', pero Michelito le peg¨® cuatro lances y un remate, le hizo una finta como si le pusiera las banderillas y, cuando lo saqu¨¦, se puso a llorar. La gente se enter¨®. Yo ese a?o tore¨¦ 80 corridas por ac¨¢ por el sur. Y los ganaderos, junto a los toros grandes, embarcaban una vaquita, una becerrita, para que toreara el ni?o... As¨ª empez¨® y ahora ya es imposible quitarle la afici¨®n...".
una afici¨®n que, seg¨²n los n¨²meros, es ya casi una profesi¨®n. La pasada temporada
-desde enero de 2008 hasta enero de 2009-, Michelito tore¨® en 61 festejos, a dos toros por corrida. Cort¨® 111 orejas, 29 rabos y consigui¨® que indultaran a un toro en Pachuca. Adem¨¢s de torear en M¨¦xico, viaj¨® a Francia, Guatemala y Per¨². Pero fue su decisi¨®n de encerrarse con seis novillos en M¨¦rida la que lo lanz¨® definitivamente a la fama... Y a los problemas. La procuradora local intent¨® que la corrida no se celebrase, y s¨®lo dio su brazo a torcer despu¨¦s de someter al ni?o a una evaluaci¨®n psicol¨®gica y a una entrevista.
-?C¨®mo convenciste a la procuradora?
-Le dije: "Se?ora, yo llevo tres meses prepar¨¢ndome. Se lo ped¨ª a mi padre. Yo no soy ning¨²n loco. Ya mat¨¦ a cuatro becerros en Acho, en Per¨², que es la plaza con m¨¢s historia de Am¨¦rica. La semana pasada tore¨¦ cinco vacas, y al d¨ªa siguiente, otras seis. No voy a tener ning¨²n problema. Esos toros ya est¨¢n muertos. Venga usted a la corrida, se?ora, yo la invito".
El encierro con seis novillos en M¨¦rida fue como la seda, pero al d¨ªa siguiente, en Valladolid, Michelito fue arrollado en el primero de la tarde. El animal -de casi 200 kilos- se pase¨® por encima del ni?o, de s¨®lo 34 kilos de peso y apenas 1,37 metros de estatura. Detr¨¢s del burladero, a cinco metros de distancia, su madre dec¨ªa: "No ha sido nada, no ha sido nada...".
-?Te asustaste?
-No.
-?Te dio rabia?
-No.
-?Te molestaste?
-No.
-?Qu¨¦ sentiste?
-Nada...
Diana sonr¨ªe. El reportero insiste. Michelito contesta sin esfuerzo. Subraya sus palabras con un punteado aceptable de guitarra.
-?T¨² sabes que corres peligro?
-Corro m¨¢s peligro cuando salgo de la escuela y tengo que cruzar la calle. Con los toros, mientras uno lo haga bien y salga con pensamiento positivo, hay un 98% de posibilidades de que todo vaya bien.
-?Y no te cans¨® matar a seis toros seguidos?
-Me cans¨¦ m¨¢s los dos d¨ªas antes de la corrida. Me estres¨¦ mucho por los antitaurinos. No s¨¦ por qu¨¦ se meten. Si no les gusta, que no lo vean. Pero no lo pueden prohibir, porque hay otra mucha gente a la que s¨ª le gusta.
-Si no logras ser torero, ?qu¨¦ te gustar¨ªa ser?
-Hay un cero punto cero punto uno por ciento de posibilidades de que yo no sea torero. En ese caso ser¨ªa guitarrista de rock.
-?Y los estudios...?
-Son importantes, porque para hacer algo hay que saber matem¨¢ticas. Te preguntan cu¨¢ntos a?os tienes, y t¨² dices 11. Un n¨²mero. Cu¨¢ntos toros toreaste en M¨¦rida. Seis. Otro n¨²mero. Cu¨¢ntas horas faltan para la pr¨®xima corrida... Todo en la vida son matem¨¢ticas.
Michelito se aburre de las preguntas. Y conduce al invitado hasta la habitaci¨®n de sus padres, donde hay un ordenador conectado a Internet. El chaval enchufa una guitarra el¨¦ctrica que le regalaron en un programa de televisi¨®n en Miami y va siguiendo canciones que se baj¨® de la Red en formato MP3. Si no fuera por la facilidad con que Internet lleva el futuro hasta las calles sin asfaltar, Michelito parecer¨ªa un h¨¦roe de otro tiempo. O es que tal vez este M¨¦xico que no est¨¢ en las rutas de la droga ni del turismo de lujo se parece mucho a una ¨¦poca ya olvidada al otro lado del Atl¨¢ntico. Cuando Michelito tore¨® en Valladolid, otros ni?os de su edad arrastraban cubos con refrescos por las gradas o sacaban con sus manos las v¨ªsceras de los toros descuartizados. Por eso, Michel y Diana, orgullosos padres de Michelito, abren las puertas de su casa a quien se quiera asomar al futuro de su hijo. Para ellos, el futuro de Michelito ya es mucho mejor que el presente que les rodea. Y que su propio pasado.
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