Sir Allen Stanford sale volando
Allen Stanford fue ordenado caballero en Antigua y Barbuda, ese conglomerado de islas situadas en el Caribe. Conviene, pues, darle el tratamiento de sir y contar, de paso, que la Comisi¨®n del Mercado de Valores (SEC) de Estados Unidos le acusa de haber orquestado un inmenso fraude de cerca de 6.400 millones de euros. Lo hizo a trav¨¦s de su banco, el Stanford International Bank, con sede en el para¨ªso fiscal de Antigua. Ofrec¨ªa a sus clientes rentabilidades constantes por encima del 10%. Hay mucho en com¨²n entre sir Allen Standford y su ilustre predecesor, Bernard Madoff. Y alguna diferencia.
Tanto Bernard Madoff como sir Allen Stanford ofrec¨ªan elevadas ganancias, muy superiores a las de sus competidores. Los negocios de ambos eran adem¨¢s h¨ªbridos extra?os. Sir Allen Stanford pose¨ªa un banco que admit¨ªa dep¨®sitos pero no conced¨ªa cr¨¦ditos, y Madoff administraba un fondo de inversi¨®n por el que no cobraba comisiones de mantenimiento. Cuando ambas firmas fueron auditadas, quienes husmearon en sus cuentas y procedimientos fueron empresas diminutas. Pero en lo que sobre todo se parecen es en que ambos conduc¨ªan empresas que llevan sus propios nombres y que las gobernaban personal y directamente: l¨ªderes carism¨¢ticos, egos inmensos.
Mucho se ha hablado de los afanes de Madoff por crear a su alrededor un aura de excelencia que llevara a sus clientes a creer que pertenec¨ªan a un c¨ªrculo selecto. Lo de Stanford era acaso m¨¢s burdo, como corresponde a un demasiado ostentoso multimillonario tejano, pero igual de eficaz. Su f¨®rmula era la de transmitir que era tanto el dinero que ten¨ªa que le sobraba. Lo escenific¨® en junio cuando aterriz¨® en el Lord's Cricket Ground de Londres lanzando billetes desde un helic¨®ptero forrado en oro (?o ser¨ªa simple pintura dorada?) para anunciar un partido de cr¨ªquet, su gran pasi¨®n, que tendr¨ªa un premio de 20 millones de d¨®lares.
Y la diferencia? Que Madoff pase¨® por Nueva York con una ligera sonrisa en la comisura de los labios despu¨¦s de aceptar su culpabilidad en un juzgado. Sir Allen Stanford, en cambio, cogi¨® uno de los seis aviones que tiene a su nombre. Y sali¨® volando. Ayer le localizaron las autoridades en Virginia y le comunicaron los cargos.
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