La crisis y la Universidad
Hemos o¨ªdo en los ¨²ltimos tiempos todo tipo de pron¨®sticos, diagn¨®sticos y fechas sobre la crisis que padecemos. No parece que podamos hacernos una idea cabal de lo que ocurre y de lo que ocurrir¨¢, porque los organismos internacionales no se ponen de acuerdo en las previsiones. En Espa?a, las previsiones de Solbes son corregidas por el comisario Almunia, que, a su vez, se ve corregido por el Fondo Monetario Internacional, y as¨ª, sucesivamente. A quien a¨²n no hemos escuchado pronunciarse ha sido a la Universidad. No es necesario que la instituci¨®n universitaria entre en la carrera que, al parecer, se ha desatado en el mundo para ver qui¨¦n lo pone peor; a lo que aspiramos algunos, que a¨²n creemos en nuestras universidades, es a que nos alumbre y nos diga si tiene f¨®rmulas que vayan m¨¢s all¨¢ de la coyuntura y si est¨¢ pensando en la nueva sociedad y en la formaci¨®n de sus alumnos para la era digital.
?Tiene f¨®rmulas que vayan m¨¢s all¨¢ de la coyuntura? ?Prepara a los alumnos para la era digital?
La primera condici¨®n para innovar es la actitud, la motivaci¨®n, la pasi¨®n
Para m¨ª, la crisis actual no consiste m¨¢s que en la incapacidad de saber enfrentarse a la nueva econom¨ªa y a los retos de la nueva sociedad virtual y global. Observemos las medidas que los distintos Gobiernos del mundo y de Espa?a est¨¢n adoptando para hacer frente a la crisis en la que vivimos. Inyectando dinero a los bancos, a las constructoras, a los fabricantes de autom¨®viles o a los editores de prensa no se va a sacar de esta crisis. Las medidas que se est¨¢n tomando a nivel regional, nacional, europeo y mundial son medidas que pod¨ªan haberse tomado, de igual forma, hace 25 a?os. No encuentro ninguna medida de las que se est¨¢n tomando hoy que no hubieran servido para la crisis de 1973 o la de los ochenta. Y no es posible creer que las medidas que se pod¨ªan haber tomado hace un cuarto de siglo sean la receta m¨¢s eficaz para solucionar la crisis de una sociedad de hoy que se parece bien poco a la de los a?os 70 y 80.
Si resucit¨¢ramos a un profesor del siglo XIX y lo llev¨¢ramos a cualquier escuela o instituto convencional, ese maestro entrar¨ªa en el aula y dir¨ªa: "Esto es una clase, puedo empezar a impartir como lo hice siempre, porque hay alumnos sentados en fila en sus pupitres, un encerado y tizas, y un libro de texto sobre mi mesa elevada en la tarima". El error est¨¢ en no entender que el alumno al que se enfrentar¨ªa ese profesor no es el alumno del siglo XIX y ni siquiera del siglo XX. Ese profesor del siglo XIX no esperar¨ªa de sus alumnos la siguiente pregunta:
-?Por qu¨¦ se cree usted que sabe m¨¢s que Google? ?Todo lo que nos ha ido contando lo encuentro en cualquier buscador, que adem¨¢s dice m¨¢s cosas de las que usted ha dicho!
Esa nueva realidad est¨¢ generando una nueva forma de entender, de comprender, de aprender, de enfrentarse al mundo, por parte de nuestros alumnos, que es necesario que los educadores, a todos los niveles, descubramos y explotemos. Desgraciadamente, cada vez que defiendo esta tesis, muchos se fijan en el cacharro, en el ordenador, al estilo
de lo que ocurr¨ªa cuando se invent¨® la televisi¨®n: mucha gente s¨®lo ve¨ªa el aparato que ten¨ªa en su comedor, sin darse cuenta de que lo importante no era el aparato, el cacharro, sino lo que esa nueva tecnolog¨ªa significaba para el cambio cultural y de mentalidad de la gente de entonces.
Cuando hablo de ordenador en cada pupitre, no estoy hablando del aparato sino del significado que esa tecnolog¨ªa nueva est¨¢ suponiendo en la forma de actuar de nuestros alumnos. Por eso, no llego a comprender por qu¨¦ ante la aparici¨®n de la nueva tecnolog¨ªa, en este caso la tecnolog¨ªa digital y virtual, cuando se habla de esa nueva revoluci¨®n, la gente se queda pensando y mirando al ordenador, que no deja de ser un cacharro m¨¢s, sin necesidad de que se est¨¦ todo el d¨ªa analizando su conveniencia o no.
El otro d¨ªa le¨ª la opini¨®n de un profesor de Universidad respecto al nivel de preparaci¨®n que traen los alumnos que llegan a la Universidad. A su entender, los alumnos vienen peor preparados que antes. Mis preguntas son: ?peor preparados para qu¨¦? ?Peor preparados en conocimientos o en actitudes? La selectividad que sufren nuestros alumnos se basa en evaluar sus conocimientos, pero no la actitud y la motivaci¨®n que les mueve a hacer lo que hacen y a estudiar lo que estudian.
Los ni?os de tres o cuatro a?os tienen unas iniciativas extraordinarias en sus cabezas. Si preguntas a una ni?a o a un ni?o "?qu¨¦ vas a ser de mayor?" siempre te sorprender¨¢:
-Astronauta, futbolista, cantante, papa, rey...
El sistema educativo europeo y especialmente el espa?ol forman demandantes de empleo de alta cualificaci¨®n. Por eso, cuando crezcan y abandonen el sistema educativo, la mayor¨ªa de los ni?os que so?aban con ser astronauta, papa, rey, futbolista, cantante, inventor... s¨®lo querr¨¢n encontrar a alguien que los emplee en aquello de lo que ellos creen que saben. ?Qu¨¦ ha pasado en el camino? ?Qu¨¦ ha pasado para que quien quer¨ªa ser astronauta haya acabado aspirando a ser trabajador por cuenta ajena?
Por culpa de ese modelo educativo, la inmensa mayor¨ªa de los universitarios termina sus estudios con una actitud incomprensible desde el punto de vista de la nueva sociedad. No se puede salir de la Universidad exigiendo:
-Ya me he licenciado, ?c¨®mo me va a resolver la sociedad el problema de mi vida? Como tengo un papel que me ha dado una Universidad que me habilita como profesional, yo exijo que me den un trabajo en esa ¨¢rea.
Lo l¨®gico ser¨ªa que el universitario no salga al mundo laboral como sal¨ªa su abuelo que, sin haber pasado por ninguna Universidad, dec¨ªa:
-Aqu¨ª est¨¢n mis brazos, ?qui¨¦n me contrata?
El universitario no puede limitarse a cambiar fuerza de trabajo manual por capacidad intelectual y preguntar:
-Aqu¨ª est¨¢ mi cerebro, ?qui¨¦n me contrata?
Lo que se espera de la Universidad es que la persona preparada acad¨¦micamente no pida, sino que ofrezca. Que ofrezca su capacidad de contribuir a una econom¨ªa m¨¢s competitiva y productiva, que a?ada valor y genere empleo.
Nuestros colegios y universidades no forman para la iniciativa, no fomentan una cultura del riesgo razonable, no crean futuros actores de la nueva econom¨ªa y de la sociedad, sino futuros asalariados en un mercado que acapara para los grandes grupos econ¨®micos la capacidad de innovar. Sin la capacidad de innovar de nuestras universidades no se aventura soluci¨®n verdadera a la crisis. Lo tienen m¨¢s f¨¢cil los pa¨ªses n¨®rdicos que han sabido adaptar su sistema educativo a los retos de la nueva sociedad.
El conocimiento que concede una titulaci¨®n no es garant¨ªa de innovaci¨®n, que es lo que se necesita en la nueva sociedad. El conocimiento es est¨¢ndar, se da por supuesto. La primera condici¨®n para innovar es la actitud, la motivaci¨®n, la pasi¨®n. Y dif¨ªcilmente se puede tener una actitud innovadora, motivada, apasionada por algo que te interesa si la primera opci¨®n que estudias no es la que quer¨ªas, sino la que te interesaba profesionalmente.
Ser¨ªa obligatorio que el sistema educativo encontrara el procedimiento para descubrir la actitud, la motivaci¨®n, la pasi¨®n de sus alumnos. Y ser¨ªa necesario que a la Universidad llegaran aquellos que est¨¢n deseando desarrollar cient¨ªficamente la actitud, la pasi¨®n, la motivaci¨®n que le descubrieron y potenciaron en la escuela.
Juan Carlos Rodr¨ªguez Ibarra ha sido presidente de la Junta de Extremadura.
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