Estos cuadros los puede pintar una ni?a
Es de noche en Melbourne (Australia) y Aelita Andre no est¨¢ para entrevistas. S¨®lo tiene dos a?os y es incapaz de articular una frase con sentido. Ya es hora de que se vaya a la cama. Sus padres a¨²n tardar¨¢n un rato en conseguir que se duerma. Despu¨¦s volver¨¢n con nosotros para ejercer de portavoces. Mientras tanto, queremos proponerle un juego: aparte por un momento los ojos de esa foto de la derecha, donde aparece una ni?a vestida con su pijama rosa y las manos embadurnadas de pintura al ¨®leo y acr¨ªlicos. Enfoque su mirada ¨²nicamente hacia las im¨¢genes que ilustran esta p¨¢gina. Repare en sus formas abstractas, en las combinaciones de color. T¨®mese su tiempo. Piense s¨®lo en estos cuadros. Intente valorarlos con independencia de su autor¨ªa.
Se acab¨® el juego. Usted est¨¢ ahora ante la misma situaci¨®n en la que se encontr¨® Mark Jamieson, director comercial de la galer¨ªa Brunswick Street de Melbourne, a finales de octubre del a?o pasado. Fue entonces cuando la fot¨®grafa australiana Nikka Kalashnikova, madre de la protagonista de esta historia, llev¨® a su oficina los trabajos de una supuesta artista emergente llamada Aelita Andre. ?l se interes¨® por aquellas pinturas hasta el punto de aventurarse a montar una exposici¨®n colectiva con algunas obras de aquella desconocida para principios de 2009. Mand¨® imprimir las invitaciones, organiz¨® los preparativos del c¨®ctel inaugural y se puso en contacto con los medios de comunicaci¨®n locales. D¨ªas m¨¢s tarde, la se?ora Kalashnikova le confes¨® que aquellos 15 lienzos cuyos vivos colores tanto le cautivaron hab¨ªan sido concebidos por su hija de dos a?os.
Mark decidi¨® seguir adelante con todo. Dej¨® colgadas las obras en su galer¨ªa hasta finales de enero con el mismo nombre de la autora, pero desvelando su verdadera edad. Las medidas rondaban una media de 90¡Á50 cent¨ªmetros, con precios que oscilaban entre 180 y 2.000 euros. Algunas llegaron a venderse antes de la inauguraci¨®n de la exposici¨®n y han levantado un formidable revuelo. ?Estamos ante un nuevo prodigio del arte o se trata de una nueva broma a expensas del mercado?.
Los padres de Aelita han conseguido que se quede dormida. Un rato antes nos acercaron su vocecilla y sus llantos a trav¨¦s del auricular del tel¨¦fono. Prefieren tomarse un tiempo antes de responder a algunas preguntas por correo electr¨®nico. Aseguran que su hija ya hac¨ªa estas cosas desde antes de comenzar a caminar. Sol¨ªa entrometerse entre los esbozos de estos dos aficionados a la pintura y cineastas ocasionales que rondan la cuarentena. El verano pasado, cuando la nena ten¨ªa 19 meses, se convencieron del potencial de su trabajo y pusieron todos los materiales a su alcance. Hoy afirman que antes de cumplir dos a?os en enero, ella hab¨ªa pintado solita todos los cuadros que han formado parte de su primera exposici¨®n colectiva. Nikka Kalashnikova argumenta que ocult¨® al galerista en un primer momento la verdadera autor¨ªa de aquellos lienzos porque quer¨ªa que su hija "fuera juzgada por sus propios m¨¦ritos".
El catedr¨¢tico de psiquiatr¨ªa infantil Jaime Rodr¨ªguez Sacrist¨¢n, hoy jubilado, ha accedido a nuestra petici¨®n de analizar un v¨ªdeo de Aelita colgado en la p¨¢gina web www.aelitaandreart.com, creada por sus padres, donde aparece dando rienda suelta a su creatividad. La peque?a desparrama tubos de pintura. Mancha sus manos. Las esparce por la tela. Y se r¨ªe. "Parece algo excepcional, pero querr¨ªa tener m¨¢s datos provenientes de personas ajenas al entorno de esta ni?a, comprobar la veracidad de todo esto desde fuera y seguir su evoluci¨®n", reflexiona Rodr¨ªguez Sacrist¨¢n tras el visionado. "Lo que resulta dif¨ªcil de creer es que antes de empezar a andar se pueda hacer algo con un valor art¨ªstico y formal".
Mark Jamieson, el galerista que ha puesto a la venta sus obras, ha defendido el valor art¨ªstico de su representada en declaraciones al peri¨®dico australiano The Age: "Es dif¨ªcil juzgar el arte abstracto. Existe una aproximaci¨®n formal y otra de forma libre que proviene de una base m¨¢s intuitiva. Y si pensamos en esta ¨²ltima, quiz¨¢ alguien de dos a?os pueda hacerlo tambi¨¦n como alguien de 30". Lo que Jamieson no ha consentido es responder a El Pa¨ªs Semanal sobre cu¨¢nto dinero se ha embolsado por la venta de estos cuadros en su galer¨ªa, ni mucho menos pronunciarse sobre la posibilidad de que todo esto no sea m¨¢s que una operaci¨®n de marketing en la que ¨¦l haya podido participar.
El director del Museo Nacional Reina Sof¨ªa, Manuel Borja-Villel, s¨ª tiene una opini¨®n sobre esta ¨²ltima cuesti¨®n: "A m¨ª, esto me parece una clar¨ªsima estrategia de marketing, como la que ha podido realizar Damien Hirst al saltarse a los galeristas y poner su obra a la venta directamente en una casa de subastas. Y en estos artistas, el resultado suele ser m¨¢s comercial que bueno". Borja-Villel tambi¨¦n tiene respuesta para la afirmaci¨®n de Jamieson sobre el arte contempor¨¢neo: "Su argumento es err¨®neo, ya que no hay arte bueno que no sea culto; yo mismo llev¨¦ al Macba una exposici¨®n con obras de la colecci¨®n Prinzhorn realizadas por enfermos mentales que, junto a los ni?os y a otras personas al margen de la sociedad, se convertir¨ªan en exponentes del art-brut. Lo bueno que puede tener el arte infantil es que su creaci¨®n se halla aculturada, y lo que en este caso podr¨ªa derivar en el desarrollo de unas aptitudes interesantes corre el riesgo de acabar reducido a un peque?o monstruo. Si el mercado ha sido capaz de destrozar carreras de artistas consolidados, me parece peligroso que toda esa maquinaria entre en la esfera de esta ni?a. Me provoca miedo. Y me da pena".
El escritor Carl Honor¨¦, de 41 a?os, ha dedicado su ¨²ltimo libro, Bajo presi¨®n (RBA), a analizar c¨®mo educamos a nuestros hijos en un mundo hiperexigente. Una historia sobre por qu¨¦ los adultos siempre tienden a controlarlo todo, sobre c¨®mo han secuestrado la infancia de los ni?os de una forma nunca vista hasta ahora. La idea del argumento le sobrevino cuando una profesora le dijo un d¨ªa que su hijo de siete a?os era un joven artista superdotado. "Pronunci¨® la palabra m¨¢gica: superdotado. Se usa con demasiada alegr¨ªa, cuando en realidad hay muy poca gente que la merezca. Sent¨ª un v¨¦rtigo terrible", recuerda Honor¨¦ por tel¨¦fono desde su casa de Londres. "Todos podemos perder la orientaci¨®n en cualquier momento. Decir eso a un padre moderno puede llevarle a perder el sentido com¨²n. Tener una facultad, un don, ha dado paso a ser un superdotado como fin en s¨ª mismo".
Honor¨¦ se ampara en met¨¢foras del tipo padre quitanieves para definir a quienes marcan un camino perfecto en la vida de sus hijos. Se trata de la hiperpaternidad, algo que este autor ve reflejado en la actitud de los progenitores de Aelita. "Su caso es interesante. Subraya la obsesi¨®n de los padres por modelar y pulir a sus hijos, por explotar su talento hasta la ¨²ltima gota. Es el empe?o por crear un ni?o diez. Aunque, por otra parte, ?por qu¨¦ negarle la posibilidad de ver sus obras en una exposici¨®n? Lo que pasa es que no se trata exclusivamente de la obra de una ni?a peque?ita. Alguien ha puesto a su disposici¨®n los materiales necesarios para ejecutarla, ha preparado las telas e impregnado el color de fondo de cada cuadro. De alguna forma, se ejerce una especie de direcci¨®n sobre ella".
Sus padres se niegan a considerar que le presten ayuda de alg¨²n tipo. "Lo que s¨ª hacemos es abrir los tubos de pintura, porque sus manitas no tienen todav¨ªa suficiente fuerza. Pero ella elige despu¨¦s cada color y lo esparce con sus manos, con sus pinceles y sus esp¨¢tulas?. Michael Andre y Nikka Kalashnikova tambi¨¦n ponen nombre a cada lienzo. ?guila, Corona, La gran hormiga, Mi segunda primavera... Y proclaman: "Aelita ha echado por tierra el concepto del arte y amenaza a muchos creadores mayores que ella, de quienes estoy seguro que preferir¨ªan no tener que competir con una ni?a de dos a?os".
- ?Qu¨¦ est¨¢n haciendo ustedes con el dinero recaudado tras las ventas de la exposici¨®n?
- Est¨¢ guardado en un fondo destinado a su educaci¨®n, para que haga uso de ¨¦l cuando ella sea mayor.
"Mi hija volver¨¢ a coger el pincel ma?ana", sentencia con orgullo Kalashnikova. "Ahora est¨¢ enfrascada en un cuadro muy grande. Y se prepara para su primera exposici¨®n individual, que se celebrar¨¢ el pr¨®ximo mes de abril en la misma galer¨ªa". Algo que el director comercial de Brunswick Street Gallery, Mark Jamieson, ni confirma ni desmiente; simplemente, dice estar harto de todo esto. Para el psiquiatra infantil Rodr¨ªguez Sacrist¨¢n, "a estas edades evolutivas resulta imposible predecir lo que pasar¨¢ con ella; puede que contin¨²e desarrollando un talento o que abandone totalmente la pintura".
Aelita, en cambio, no tiene nada que decir. Nada, al menos, que podamos entender. Se ha quedado dormida, ajena a todos los circos que crecen a su alrededor sin que ella lo sepa.
Todo es de color
Aelita es australiana, tiene dos a?os y derrocha su creatividad en el sal¨®n de casa de sus padres, Michael Andre y Nikka Kalashnikova. Ellos decidieron poner a su alcance todos los materiales el verano pasado, cuando ten¨ªa 19 meses y no paraba de entrometerse en los trazos de estos dos aficionados a la pintura y cineastas ocasionales. Ya ha vendido diez cuadros en una galer¨ªa de Melbourne.
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