Vac¨ªo
Mont¨® en el coche de 16 v¨¢lvulas y primero se palp¨® los genitales para comprobar que segu¨ªan en su sitio, luego acarici¨® el salpicadero para estimularlo como se hace con los caballos, estir¨® la yugular con un gesto de halc¨®n, puso en marcha el motor y finalmente el tipo arranc¨® encabritado para convertir la m¨¢quina en un arma. Tumb¨® la aguja a 190 y enseguida montes, valles y sembrados se fundieron con su mente en el cristal del parabrisas. Le bastaba con impulsar un poco la suela del zapato y la m¨¢quina obedec¨ªa: a cada segundo se tragaba el horizonte con m¨¢s voracidad. Pod¨ªa aniquilar a su antojo el tiempo y el espacio, esos dos conceptos est¨²pidos de la creaci¨®n; de hecho a 220 por hora el tipo comenz¨® a sentirse amo del vac¨ªo. En plena exaltaci¨®n decidi¨® hacer un alto en el camino y en cuanto entr¨® en aquel bar de carretera su existencia volvi¨® a llenarse de intrascendentes actos anodinos que pertenecen al resto de los mortales. Bostez¨®, se rasc¨® una oreja y despu¨¦s de vaciar la vejiga sobre la raja de lim¨®n del urinario, escribi¨® el n¨²mero de su tel¨¦fono m¨®vil en la puerta de uno de los retretes. Lo hab¨ªa hecho muchas veces en otros bares de carretera. Mientras tomaba una raci¨®n de queso contempl¨® una vitrina repleta de mantecadas, tarros de miel y embutidos de la comarca. Dud¨® si comprar un chorizo. ?se fue el pensamiento m¨¢s profundo que tuvo ese d¨ªa. Mir¨® el reloj. Volvi¨® a montar en el coche, acarici¨® el salpicadero y sali¨® disparado. De nuevo el tiempo y el espacio se constri?eron en un punto, pero ahora el vac¨ªo no era distinto de la propia soledad. Si es cierto que un segundo antes de morir se concentra toda la vida en un solo pensamiento, a 220 por hora, antes de ver el cami¨®n que se le ven¨ªa encima, el tipo pens¨® en el chorizo que estuvo a punto de comprar. Jam¨¢s supo si se hab¨ªa salvado del golpe mortal, aunque al llegar a su destino comprob¨® que los genitales segu¨ªan en su sitio. Viv¨ªa solo. Su n¨²mero de tel¨¦fono anotado en todos los retretes del camino era su ¨²nica conexi¨®n con el mundo, pero nunca nadie le hab¨ªa llamado. Una vez en casa, el tipo habl¨® con el gato en la cocina y luego se cort¨® las u?as mirando por la ventana. Como les pasa a muchos, tal vez hab¨ªa muerto y lo ignoraba.
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