Viento de las Antillas
1. Se insiste estos d¨ªas en las dificultades que sufren las empresas por las restricciones crediticias de los bancos. No hay ninguna duda de que el cr¨¦dito se ha puesto duro y dif¨ªcil. O si se prefiere, que los bancos han dejado de darlo con la ligereza con que se dio en otros momentos. Tambi¨¦n es cierto que a nadie debe sorprender que los bancos quieran asegurar el cobro de los cr¨¦ditos que conceden. Lo que deber¨ªa considerarse anormal es precisamente lo contrario: que los mecanismos de control se relajaran como ocurri¨® en estos a?os en que se quiso creer que todo era posible. Pero cuando se oye que la empresa tal o la empresa cual ha tenido que cerrar por falta de cr¨¦dito, habr¨ªa que dar la informaci¨®n completa, porque en muchos de estos casos lo que ocurri¨® es que el banco deneg¨® el cr¨¦dito porque el empresario que lo pidi¨® no quiso avalarlo con su patrimonio.
Hay que abandonar la idea de crisis, porque es una idea conservadora. Hay que pensar en t¨¦rminos de cambio de paradigma
Me dec¨ªa un amigo notario que ¨¦sta es una de las grandes diferencias que ha notado entre la crisis de hace 20 a?os y la actual. Entonces, los empresarios trataban por todos los medios de salvar la empresa en apuros. Y s¨®lo cuando lo ve¨ªan imposible la dejaban caer, a menudo con serias p¨¦rdidas personales, para cerrarla dignamente. Ahora, en cuanto la situaci¨®n se tuerce y el cr¨¦dito no llega, van al concurso de acreedores y tan campantes. Es un fruto natural de la cultura de la irresponsabilidad propagada durante estos ¨²ltimos a?os. Por una parte, se ha adquirido el h¨¢bito del cr¨¦dito f¨¢cil. Con el dinero prestado es menos complicado hacer pol¨ªticas empresariales arriesgadas, que nos contaron que era el gran m¨¦rito de los nuevos emprendedores (un mito, del que por cierto hace meses que no oigo hablar). Cuando el dinero no llega, se cierra y a otra cosa. Costar¨¢ mucho recuperar los viejos h¨¢bitos del compromiso del empresario con su proyecto y con las personas a las que ha embarcado en ¨¦l, porque los a?os del dinero f¨¢cil han sido tambi¨¦n los a?os de la cr¨ªtica a cualquier propuesta de control y de regulaci¨®n y del sarcasmo sobre cualquier idea de responsabilidad social y sobre cualquier pol¨ªtica orientada a ciertos grados de equidad. Han sido a?os en que ha desaparecido de la agenda la idea de inter¨¦s general y se ha convertido en verdad insuperable el viejo t¨®pico de que el inter¨¦s general es el resultado del comportamiento de los individuos guiado cada uno de ellos por el inter¨¦s personal. Las sociedades avanzadas del primer mundo han convertido este ejercicio de alquimia en verdad insuperable: el mercado siempre tiene raz¨®n, siempre expresa el inter¨¦s colectivo. Y por si alguien ten¨ªa la tentaci¨®n de mirar a otra parte, desde dentro y desde fuera se practic¨® el desprestigio sistem¨¢tico del Estado y de la pol¨ªtica. Los pol¨ªticos quedaron reducidos al papel de chivo expiatorio de la sociedad. Toda la normatividad social, los criterios culturales y las pautas de comportamiento emanaban de la econom¨ªa.
Ahora, de pronto, empieza a oler a humo. Algunos tienen ya pesadillas con barrios perif¨¦ricos incendiados. Y de pronto vuelve a escena el viejo discurso de la cohesi¨®n social. Se hab¨ªan olvidado de ella porque el dinero lo tapaba todo, pero ahora que no alcanza hay que volver acordarse. Sarkozy, siempre el m¨¢s r¨¢pido en salir a la palestra, aunque despu¨¦s su discurso no se concrete en nada, alarmado por las huelgas generales de las colonias de ultramar -Guadalupe y la Martinica- y por el ascenso en las encuestas del cartero mileurista Besancenot con un discurso anticapitalista y antielitista que parec¨ªa que ya no volver¨ªa nunca m¨¢s, ha salido a escena para calmar a las principales v¨ªctimas de la crisis, las que se quedan sin trabajo y sin recursos. El populista Sarkozy -que se impuso al resto de los l¨ªderes de la derecha present¨¢ndose como la persona ajena a las ¨¦lites que acabar¨ªa con los vicios de ¨¦stas- se encuentra ahora con el riesgo de ser arrastrado por un furor antielitista. Francia, quiz¨¢ porque acostumbra a ser la que mejor resiste las crisis, siempre pionera en la conversi¨®n de los acontecimientos en met¨¢foras, nos ofrece un verdadero retablo de la confusi¨®n. No es m¨¢s que la estilizaci¨®n de lo que ocurre en los dem¨¢s pa¨ªses europeos: desconcierto, sensaci¨®n de pesimismo, malestar generalizado contra las ¨¦lites tanto pol¨ªticas como econ¨®micas, miedo al futuro. Porque, acabada la fiesta, el poder econ¨®mico -y especialmente en estos momentos el financiero, al que se le cargan casi todos los males- vuelve a estar en el punto de mira.
2. En estas circunstancias, es perfectamente comprensible, aunque pueda parecer ingenuo despu¨¦s de tantos a?os en que el dinero ha sido la ¨²nica vara de medir, que nueve intelectuales antillanos, herederos de la tradici¨®n de Aim¨¦ Cesaire, en un manifiesto en defensa de los huelguistas de Guadalupe, escriban: "Detr¨¢s del prosaico poder adquisitivo o del cesto de la compra, se perfila lo esencial que nos falta y que da sentido a la existencia, a saber: lo po¨¦tico. Toda vida humana un poco equilibrada se articula entre, por una parte, las necesidades inmediatas de beber-sobrevivir-comer (es decir, lo prosaico), y por otra, la aspiraci¨®n a la plenitud de s¨ª, donde la alimentaci¨®n es de dignidad, de honor, de m¨²sica, de canto, de deporte, de danza, de lectura, de filosof¨ªa, de espiritualidad, de amor, de tiempo libre afectado al cumplimiento de un gran deseo ¨ªntimo (es decir, lo po¨¦tico)". Algo de esto est¨¢n diciendo los ciudadanos cuando, como se?alaban diversos medios de comunicaci¨®n este fin de semana, la cultura se perfila como uno de los ¨¢mbitos en que la gente encuentra refugio en estos tiempos confusos. Se ha hablado de la cultura que ha hecho posible esta crisis. Ahora es importante poner el ¨¦nfasis en los cambios en las pautas culturales que esta nueva situaci¨®n puede generar. Creo que hay que abandonar la idea de crisis, porque es una idea conservadora: pretende que estamos en un momento de estancamiento despu¨¦s del cual volveremos al desmadre anterior. Me parece que hay que pensar en t¨¦rminos de cambio de paradigma. Y un cambio de paradigma supone una modificaci¨®n de los criterios culturales y sociales de referencia. No estar¨ªa mal que el ciudadano NIF -contribuyente, consumidor y competidor- encontrara espacios para ganar en complejidad, m¨¢s all¨¢ de las exigencias del dinero, como medida de todas las cosas. Conozco la respuesta c¨ªnica: no todo el mundo puede pagarse una po¨¦tica. Generalmente, los que lo dicen lo tienen todo pagado.
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