El absurdo
A pesar de que me aplico a diario a la tarea de comprender la actuaci¨®n de los pol¨ªticos de mi pa¨ªs en estos tiempos excepcionales, hay demasiadas cosas que me hacen sentir alien¨ªgena: no entiendo, por ejemplo, que la dimisi¨®n de un ministro se reciba como una heroicidad. El espect¨¢culo de los diputados aplaudiendo una dimisi¨®n que se consideraba necesaria me parece grotesca, como de no tener asimilado que la dimisi¨®n o el cese son pr¨¢cticas necesarias en el juego democr¨¢tico. Por otra parte, considero vergonzoso que la oposici¨®n saboree la marcha del ministro como si fuera una victoria. Tantos de los suyos deber¨ªan o deben hacer lo mismo que m¨¢s les valdr¨ªa tomar nota.
No entiendo que sea noticiable el que los presidentes de Castilla y Le¨®n y de Castilla-La Mancha se re¨²nan en Talavera de la Reina para facilitar el intercambio de servicios en las zonas lim¨ªtrofes de las dos comunidades. "Ambos resaltaron la necesidad de superar fronteras". ?C¨®mo se podr¨ªa definir esto, como pol¨ªtica exterior? Me parecer¨ªa un buen chiste para dos personajes del Roto, si no fuera porque tengo la foto de estos dos presidentes delante de mis narices.
No entiendo que un pol¨ªtico, Juan Jos¨¦ Ibarretxe, que forma parte del engranaje del Estado espa?ol (mal que le pese) y que por tanto debiera asumir una m¨ªnima lealtad hacia ese Estado, al margen de sus aspiraciones nacionalistas, pueda declarar que no tiene miedo ni a ETA ni a Espa?a, colocando a un mismo nivel a una organizaci¨®n terrorista y a un pa¨ªs democr¨¢tico y quedarse tan ancho.
Son tres ejemplos pero hay muchos otros que, a diario, me sumen en la perplejidad y me provocan la sensaci¨®n de que vivimos en un absurdo imparable. No aspiro a que mis palabras sirvan para nada (cada vez menos), pero si supiera que algunos de ustedes comparten el mismo asombro me sentir¨ªa muy acompa?ada.
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