?Qu¨¦ salida a la crisis?
No te ba?ar¨¢s dos veces en el mismo r¨ªo". Con este aserto, Her¨¢clito ya dejaba claro que las circunstancias hist¨®ricas no tienden a repetirse. Hoy, cuando la pr¨¢ctica totalidad de los Gobiernos ha vuelto masivamente a las pol¨ªticas keynesianas de intervenci¨®n en la econom¨ªa y de activaci¨®n de la demanda, v¨ªa d¨¦ficit p¨²blico, un difuso malestar se palpa, mezclado con la inquietud sobre el resultado que las costosas intervenciones p¨²blicas puedan producir en la recuperaci¨®n econ¨®mica.
El malestar es especialmente visible en la izquierda pol¨ªtica, que se pregunta si el esfuerzo de los Gobiernos, es decir, del bolsillo de todos, s¨®lo va a servir, si hay suerte, para rehacer el mismo capitalismo de mercado que ha originado la crisis. Se constata el recurso a las t¨¦cnicas keynesianas -con la derecha neoconservadora callada-, pero no se aprecia que la intervenci¨®n salvadora vaya acompa?ada de los valores e instituciones que acompa?aron al keynesianismo tras la Segunda Guerra Mundial, hegemonizando el discurso p¨²blico. A mi entender no ser¨¢ posible volver a ba?arse en ese r¨ªo. Corren otras aguas. Analizaremos dos: una, la naturaleza del capitalismo actual; otra, los valores que impregnan nuestras democracias.
La respuesta a la irracionalidad es m¨¢s regulaci¨®n, m¨¢s intervenci¨®n y m¨¢s banca p¨²blica
Se precisa una 'res-publica' potente para articular una sociedad abierta
El capitalismo que se inici¨® en el comercio a finales de la Edad Media se torn¨® industrial m¨¢s tarde, y ahora es financiero. El valor de las transacciones financieras es decenas de veces superior al de las comerciales. Su desarrollo se ha producido en una situaci¨®n de jungla. Friedman levant¨® bandera contra Keynes diciendo: "El dinero importa". Sus sucesores no tardaron en ir m¨¢s lejos diciendo: "S¨®lo el dinero importa". A esta corriente de econom¨ªa monetarista le acompa?¨® en el terreno pol¨ªtico Hayek, afirmando: "La fatal presunci¨®n consiste en la creencia de que el hombre es capaz de modelar el mundo que le rodea seg¨²n sus deseos". De aquellos polvos, estos lodos. De tan nocivos virus, la enfermedad. ?Barra libre! El capitalismo financiero se ha desarrollado fuera de los controles institucionales, que hac¨ªan de ¨¦l algo socialmente viable. Ni Max Weber podr¨ªa encontrar vestigios de "¨¦tica protestante", ni Adam Smith el self-love con vocaci¨®n p¨²blica que tanto le preocup¨®.
La respuesta a esta crisis del capitalismo financiero tendr¨¢ que centrarse en ello; con m¨¢s regulaci¨®n y con m¨¢s intervenci¨®n p¨²blica. Quienes analizaron las anteriores crisis financieras ya advirtieron que la autorregulaci¨®n era una falacia. Las firmas auditoras y las agencias de calificaci¨®n se han ido prostituyendo al servicio de quien las pagaba, y en lugar de detener la espiral de irracionalidad han entrado a formar parte de la misma. Desde la ca¨ªda de Arthur Andersen la verg¨¹enza no cesa. M¨¢s regulaci¨®n, m¨¢s intervenci¨®n, y tambi¨¦n, m¨¢s banca p¨²blica con criterios p¨²blicos. Tanto m¨¢s ICO cuanto que los independientes bancos centrales han abandonado parte de las tareas que realizaban.
Ya en la fase industrial qued¨® de manifiesto que, contra lo que se ense?a en las facultades de Econom¨ªa, los mercados no tienden al equilibrio. La situaci¨®n de equilibrio es un supuesto particular que casi nunca se produce. En el capitalismo financiero esa constataci¨®n se ha multiplicado y acelerado. No por expresarse en ecuaciones matem¨¢ticas un mito deja de ser falso.
El capitalismo financiero funciona globalmente, y por eso, globales han de ser las respuestas. La cumbre del G-20 en Washington fue positiva por la foto. La pr¨®xima de Londres deber¨ªa entrar en materia, tratando de organizar un orden financiero mundial. Hasta ahora los mercados financieros globales han funcionado como un "gran aut¨®mata", en r¨¦gimen de autismo severo. Con una gesti¨®n cada vez m¨¢s alejada de la propiedad -otro signo clave de estos tiempos-, las trampas se han multiplicado en el solitario. Ahora los platos rotos los pagan las colas de parados y la vida de las gentes. Son necesarios instrumentos m¨¢s potentes y novedosos que los de Bretton Woods.
En una crisis como la actual no hay salida econ¨®mica sin respuesta pol¨ªtica. Es la democracia la que sustenta al mercado, aunque a veces el mercado preceda a la democracia. Si la salida econ¨®mica debe referenciarse en el capitalismo financiero, la respuesta pol¨ªtica s¨®lo podr¨¢ articularse desde las pautas que rigen las sociedades postmodernas. Unas sociedades muy distintas de las de hace 60 a?os.
En los treinta gloriosos que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, el keynesianismo viaj¨® acompa?ado de la socialdemocracia en su versi¨®n m¨¢s cl¨¢sica. Estado de bienestar creciente, salarios reales al alza, impuestos progresivos sobre la renta, desarrollo econ¨®mico industrial hacia el pleno empleo y sindicatos potentes. La sociedad se vertebraba en clases, y de los tres enunciados-valor que nos leg¨® la Revoluci¨®n Francesa, la igualdad dominaba el discurso pol¨ªtico.
La sociedad vertebrada para la producci¨®n ha dado paso a una sociedad mucho m¨¢s dispersa signada por el consumo. El ciudadano-consumidor se siente m¨¢s individuo que clase; elige antes la diferencia que la homogeneidad; y prefiere los impuestos indirectos sobre el consumo a los directos sobre la renta. Aquellos le permiten optar y consumir, ¨¦stos no. Por eso le gusta definirse en t¨¦rminos de libertad y solidaridad, antes que en t¨¦rminos de igualdad. Tras a?os alejado, se reconcilia con lo p¨²blico, y lo har¨¢ m¨¢s. A los servicios p¨²blicos les exige calidad de servicio y un coste-beneficio correcto para darles legitimidad. Incorpora una nueva exigencia: seguridad. Seguridad frente a los riesgos que se multiplican en un mundo calado por la incertidumbre. Beck acert¨®. Vivimos en la sociedad del riesgo.
Este ciudadano-consumidor vive instalado en el presente y no cree el relato de una lucha por "el gran d¨ªa". Frente al v¨¦rtigo de la globalizaci¨®n, busca la seguridad en sus ra¨ªces identitarias. Es voraz coleccionista de novedades y experiencias que el mercado se encarga de satisfacer. Del futuro le preocupa el l¨ªmite ecol¨®gico del planeta. ?Es este panorama social peor que el de la sociedad industrial? No. Es diferente. Comprobados los desastres de dejar la econom¨ªa en manos del laissez faire y la pol¨ªtica en la raz¨®n de la fuerza -como Kagan y Aznar nos propusieron-, es el momento de reordenar, no s¨®lo la econom¨ªa, sino el mundo de valores que la acompa?a.
El ciudadano post-moderno no sigue los relatos ideol¨®gicos de anta?o, pero sigue aspirando a ideales. Es posible un idealismo democr¨¢tico. Las instituciones p¨²blicas tendr¨¢n asignada la tarea de conseguir la mayor parte de esos objetivos. La paz. Un Estado de bienestar eficiente que cubra la educaci¨®n, la sanidad, la vejez, el desempleo y las situaciones de dependencia y marginalidad. Una seguridad que garantice las libertades y cubra los riesgos crecientes que el propio progreso genera. Una inversi¨®n p¨²blica que atienda zonas vitales para el futuro, que la inversi¨®n privada no cubre por falta de beneficio. Una presencia reguladora que no asfixie, pero s¨ª ordene. En definitiva, volver a creer que la consecuci¨®n de ideales democr¨¢ticos exige una res-publica potente, no como lo contrario, sino como lo necesario para articular una sociedad abierta.
Ralf Dahrendorf, liberal profundo y popperiano confeso, dijo que la socialdemocracia se comprometi¨® m¨¢s con la sociedad abierta que el propio liberalismo. En Espa?a esto es doblemente verdad. Desde Aza?a e Indalecio Prieto, a recientes ministros socialistas, as¨ª ha sido. Motivo de m¨¢s para liderar el nuevo periodo.
Justo Zambrana, subsecretario del Ministerio del Interior, ha publicado El ciudadano conforme (Taurus) y La pol¨ªtica en el laberinto (Tusquets).
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