Am¨¦lie Nothomb

Naci¨® en Jap¨®n, pero cuando prob¨® el chocolate supo que era belga. As¨ª que a nadie puede extra?ar que, despu¨¦s de haber crecido dando tumbos como hija de padre diplom¨¢tico entre Nueva York, Laos, Birmania, China o Bangladesh, acabara escribiendo sobre un tema tan crucial como dif¨ªcil de resolver en nuestros d¨ªas: la frontera. "Todos mis libros tratan de eso. De las fronteras", cuenta Am¨¦lie Nothomb.

Quiz¨¢ esa mara?a cosmopolita tejida en su obra sea la clave del ¨¦xito global que disfruta. Las fronteras exteriores e interiores. Otras cosas tambi¨¦n. Asuntos serios como su obsesi¨®n por la identidad, y a la vez otros rasgos m¨¢s livianos, pero no menos determinantes. Una frescura. Un descaro. Un estilo directo y mordaz. Entre ir¨®nico y nihilista, siempre r¨¢pido, brillante, sorprendente, sujeto a una extra?a compulsi¨®n que le lleva a escribir a veces m¨¢s de tres historias al a?o, aunque s¨®lo publique una.

"Creo que soy belga,que es como no tener una identidad clara"

"Me gusta el miedo, y lo he experimentado a fondo a lo largo de mi vida"

"Acabo de terminar mi libro n¨²mero 65", asegura, abriendo los ojos, un tanto ajena a la melena morena, a juego con sus atuendos negros, coherente con su imagen algo neog¨®tica. Lo ha pulido en su horario espartano. De cuatro a ocho de la ma?ana, como una especie de vampiresa de la literatura que despu¨¦s de beberse de golpe un litro de t¨¦ chupa tinta antes de que salga el sol.

Cuando la jornada del resto del mundo comienza, el trabajo de Am¨¦lie Nothomb termina. Y as¨ª va apilando cuadernos. Unos que han visto la luz, como Estupor y temblores, Metaf¨ªsica de los tubos, Anticrista, Biograf¨ªa del hambre o, ahora, De Ad¨¢n y de Eva (Anagrama), y otros que guarda para s¨ª misma sin ense?ar a nadie.

Relatos redactados a mano y escritos previamente en su cerebro, como dice ella, durante alguna noche de insomnio o en los trayectos de metro, bajo las calles de Par¨ªs y Bruselas, entre las que vive a caballo. "En una busco tranquilidad; en la otra, guerra", comenta Am¨¦lie en la penumbra de su despacho en la sede de la editorial Albin Michel, al lado del cementerio parisiense de Montparnasse. Un despacho estrecho y peque?ito donde se apilan cajas, cartas y cuadernos en blanco que le env¨ªan sus lectores para alentarla a escribir m¨¢s y m¨¢s. No lo necesita. Le sale del alma.

Me sorprende que haya escrito usted un libro de amor. Ya. ?Qu¨¦ raro! ?No?

Aunque tambi¨¦n trata sobre malentendidos. Errores de traducci¨®n que marcan. Pues s¨ª. Yo es que creo que cada historia de amor es un malentendido. Y cuando se trata de una historia entre personas de diferentes culturas, el malentendido todav¨ªa es peor. Pero es m¨¢s honesto. Porque lo sabes desde el principio. Cuando una belga se enamora de un espa?ol, no piensas que se pueden dar esas confusiones. M¨¢s o menos sabes lo que te puede pasar, y si te sorprendes, pues resulta m¨¢s raro.

Raro, pero lo otro es m¨¢s excitante. ?El desconocimiento cultural da morbo? Eso es una maravilla. Entre un chico japon¨¦s y una belga, se da por supuesto que existe esa barrera. No lo descubres. Lo sabes.

Cuando habla de una belga, ?se refiere a usted? ?De d¨®nde se siente? Ah, bueno. Eeeehhhh.

Se lo pregunto porque no sabemos muy bien de d¨®nde es Am¨¦lie Nothomb. Finalmente, despu¨¦s de muchos a?os, creo que soy belga. ?Qu¨¦ significa ser belga? Pues no ser de ning¨²n sitio, no tener una identidad clara, definida. Al?menos me he dado cuenta de que no soy japonesa, algo que no ten¨ªa claro antes de que me pasara lo que cuento en este libro.

Ya, porque al regresar a Jap¨®n con poco m¨¢s de?20 a?os, usted se sent¨ªa japonesa. Pero al volver a salir sab¨ªa que no lo era. Me di cuenta. Pod¨ªa creerlo. Pero ahora incluso s¨¦ que yo era entonces ya belga, aunque no fuera consciente porque mi identidad era algo muy vago, y eso es completamente belga. Me da la sensaci¨®n de que es algo que no ocurre con los espa?oles o los franceses. No s¨¦.

Es que, al tiempo que ¨¦ste es un libro sobre el amor, tambi¨¦n trata sobre la identidad. Como todos los m¨ªos. Yo escribo sobre la identidad. Pero es que una de las claves del amor es la b¨²squeda de la identidad. De la identidad propia y de la de la persona que amas. Nunca encuentras la identidad de nadie si no lo conoces a fondo, y la mejor manera de conocer a alguien profundamente es mediante el amor.

Desde luego. ?Y no puede existir una identidad mucho m¨¢s plena en la b¨²squeda del amor que en el sentimiento de pertenencia a un pa¨ªs o a una regi¨®n? Bueno, es f¨¢cil hablar de estas cosas cuando han acabado. Mientras lo est¨¢s viviendo, ni te lo planteas.

Ni te viene a la mente. Nadie filosofa sobre la identidad cuando est¨¢ en una nube amorosa. Hay cosas mucho m¨¢s importantes. ?Por supuesto! Ni sabes qu¨¦ pasa. No piensas en nada. Sientes. S¨®lo quieres sentir.

Hay algo que puede parecer extra?o. La mezcla del amor con el sentimiento de los samur¨¢is. Es que, en el mundo de los samur¨¢is, el amor es un asunto crucial.

?As¨ª que amar supone tambi¨¦n ir a la guerra? Puede ser muchas cosas. Pero al leer el c¨®digo samur¨¢i del siglo XVII te das cuenta de que trata sobre el amor. Dicen que deben amarse entre ellos, aunque no decirlo nunca, eso ser¨ªa obsceno para ellos. Rid¨ªculo. Tambi¨¦n debes amar a quien matas. Mira que son raros los japoneses, por eso me fascinan tanto. En mi caso, cuando Rinri (el protagonista junto a la propia Nothomb) me dice que le d¨¦ el abrazo del samur¨¢i, creo que es lo que convierte esta historia en algo diferente. Una historia bella.

Y verdadera. ?Completamente autobiogr¨¢fica? Al cien por cien.

?Se va desnudando ante sus lectores poco a poco? En este libro se cuentan tantas cosas como se callan. Hay autores que se desnudan mucho m¨¢s. Yo creo que hay l¨ªmites y nunca los traspaso.

Este libro, en manos de Michel Houellebecq, hubiese sido otra cosa. O escrito por Catherine Millet.

As¨ª que vamos descubriendo a Am¨¦lie poco a poco. ?Y ella? ?Tambi¨¦n se va descubriendo mientras escribe? Por supuesto. Como dec¨ªa Virginia Woolf, nada ocurre hasta que no lo escribes". Suscribo esta frase completamente. A veces me sorprendo a m¨ª misma en lo que sale sobre el papel. ?Dios m¨ªo! ??sta soy yo? Las palabras son el espejo. Con la diferencia de que cuando te miras en uno real, a veces te encuentras horrible, pero sobre el papel, nunca. Es algo fresco. No resulta ni narcisista ni espantoso, es muy aut¨¦ntico. As¨ª que finalmente soy como he descrito aqu¨ª, y no es tan malo.

?La escritura es un acto reflejo y reflectante, entonces? Ambas cosas.

Escribe cosas autobiogr¨¢ficas y de fen¨®menos socialmente extra?os que nos rodean. ?Cu¨¢ndo sufre m¨¢s? Depende. Es dif¨ªcil escribir. No quiero decir con eso que sea doloroso. Me refiero a que es intenso. Pero me gusta as¨ª. Si fuera sencillo, f¨¢cil, no lo disfrutar¨ªa.

?Y para hacerlo todav¨ªa m¨¢s dif¨ªcil de lo que es se levanta usted a las cuatro de la ma?ana para escribir? ?Equipara la dureza del oficio a la de una disciplina r¨ªgida? Bueno, eso cuesta. Sobre todo en invierno. Pero no es que necesite endurecerlo todav¨ªa m¨¢s, es que lo que no es dif¨ªcil no merece la pena. Como el amor. Cuando es f¨¢cil, aburre.

Adem¨¢s, escribe m¨¢s de lo que publica. Me interesa lo que tiene guardado bajo llave. ?Qu¨¦ es? ?En qu¨¦ se diferencia con lo que conocemos sus lectores? No es para tanto. No se enga?e. Sencillamente me reservo el derecho de no sacarlo a la luz.

?Pero qu¨¦ son? ?Novelas? ?Poemas? ?Rarezas? Son historias como las dem¨¢s. Pero no quiere decir que no me gusten m¨¢s. Simplemente, que no me apetece compartirlas. Como pasa con algunos hijos, no quieres compartirlos con todo el mundo, pero eso no significa que no los quieras.

?Cu¨¢ntos ha parido hasta la fecha? Llevo 65 y he publicado unos 17 o as¨ª. No s¨¦, me confundo.

No hay duda de que quiere usted ser madame Simenon, como su compatriota, que hizo casi 200 novelas. Quiz¨¢ sea una man¨ªa belga. Un t¨ªo raro, Simenon. Deseaba mucho la fama, pero si te acercas, te da miedo.

Am¨¦lie tambi¨¦n inquieta. No s¨¦? No s¨¦ si yo doy miedo.

Es cosa de los belgas. Quiz¨¢. La gente cree que los belgas somos afables, amables, buena gente. Pero si te acercas, encuentras a Marc Dutroux, ?se acuerda? Y otros tantos monstruos. Muchos fingen ser buenos y dan miedo, est¨¢n llenos de secretos sucios. Lo creo y lo s¨¦.

Seguimos, como ve, d¨¢ndole vueltas a la identidad. La patria de un escritor es la lengua. As¨ª que usted tambi¨¦n es francesa. ?Le gusta? Adem¨¢s es el pa¨ªs donde tiene m¨¢s ¨¦xito. Cierto. Gracias a ese ¨¦xito, Francia es tambi¨¦n mi hogar. M¨¢s dedic¨¢ndome a la literatura. En B¨¦lgica no es gran cosa. Pero en Francia? ya sabe. La literatura. La escritora. Es como ser un Dios.

La pobre y rara Am¨¦lie. S¨ª, bueno, no me ven como algo raro; se alegran, pero no le dan m¨¢s importancia a lo m¨ªo que a un futbolista.

?La sospecha de que era usted belga empez¨® quiz¨¢ con su adicci¨®n al chocolate? M¨¢s o menos. Pero tambi¨¦n estando fuera de B¨¦lgica. Cuando viv¨ªa en Jap¨®n y en Francia. Ya se sabe que es el otro quien nos revela la verdad. En Francia me he dado mucha cuenta de eso. Tan cerca y tan diferente.

?C¨®mo son los franceses? Se pelean siempre por tener raz¨®n. Eso me da mucho miedo. Muchas veces cuando estoy en una cena y todos discuten por imponer su opini¨®n me entra angustia cuando compruebo que a veces no tengo ninguna. Tambi¨¦n son muy intelectuales. En B¨¦lgica no somos as¨ª, como los franceses, que opinan tantas cosas al tiempo cuando yo apenas tengo una solamente. Los debates se endurecen siempre con el tema de la comida.

Eso es religi¨®n. S¨ª. Tambi¨¦n est¨¢n empe?ados en seducir a quien tienen al lado, en B¨¦lgica no nos preocupamos de eso. Con los franceses, al principio sent¨ªa que estaban todos enamorados de m¨ª al sacar un libro y me equivocaba completamente. S¨®lo quieren seducirte.

As¨ª que, en lugar de leerla, lo que quer¨ªan era acostarse con usted. No, no s¨®lo era una cosa sexual. Les pasa a la hora de conversar. Quieren seducirte hablando.

Es que en Espa?a la seducci¨®n siempre suele llevar a lo otro. Somos muy b¨¢sicos. En Francia no. Se puede dar el caso, pero no siempre. Pretenden que por lo menos te enamores de su cerebro.

?Hacer el amor con la cabeza? Eso. Sentir que pasa algo, que puede llegar a pasar algo.

?Despu¨¦s de un orgasmo intelectual previo? M¨¢s o menos. En B¨¦lgica no pasa eso. Me parece fascinante. Por eso creo que me he enamorado de un franc¨¦s. B¨¦lgica es buena para descansar, en Francia vivo emociones m¨¢s fuertes. All¨ª busco la paz belga, y cuando quiero guerra, vengo a Par¨ªs.

Pero no me ha respondido a lo del chocolate. Bueno, s¨ª. El chocolate tuvo mucho que ver en lo de sentirme belga. Lo explico en Metaf¨ªsica de los tubos. Antes de probar el chocolate era un monstruo que s¨®lo gritaba y lloraba. Hasta que vino mi abuela y me lo puso en la boca. ?sa fue la clave. El nexo que me un¨ªa con los belgas.

Despu¨¦s tuvo sus problemas con la comida. Su hermana tambi¨¦n. Decidieron juntas dejar de comer. Por entonces viv¨ªan en Bangladesh. ?Fue una cosa de principios? No soy psic¨®loga y no tengo una explicaci¨®n. Pero el hecho de que vivi¨¦ramos all¨ª, sin duda influ¨ªa. Tambi¨¦n est¨¢bamos en pleno inicio de la adolescencia.

Despeg¨¢ndose de un cuerpo para entrar en otro. Perdiendo nuestro cuerpo. Tambi¨¦n fue algo que tuvo que ver con nuestro amor mutuo. Mi hermana y yo est¨¢bamos muy unidas. Pens¨¢bamos que el hecho de crecer nos separar¨ªa. Al crecer, te alejas y no lo dese¨¢bamos. Sellamos una especie de pacto no escrito.

?Conscientemente? No. No sab¨ªamos lo que hac¨ªamos.

?Cu¨¢nto les cost¨® recuperarse? La anorexia, en s¨ª, en mi caso, unos dos a?os y medio. Pero hay secuelas que duraron nueve m¨¢s. Es una enfermedad muy larga, no hay que aterrorizarse, pero dura mucho. A m¨ª me afect¨® una barbaridad. Estuve a punto de morir. Llegu¨¦ a un extremo en que ca¨ªa o sal¨ªa. Me salv¨¦ al cien por cien y ahora siento placer comiendo. Para mi hermana ha sido m¨¢s largo porque no fue tan traum¨¢tico y puedes convivir con una anorexia leve toda la vida, comiendo muy poco.

Para alguien anor¨¦xico, ?qu¨¦ significa la idea de comer? Es sencillamente el infierno. Una tortura. Te sientes culpable, comer es el mal absoluto. En mi caso, creo que me salv¨® la escritura e irme a Jap¨®n. Cuando regres¨¦ all¨ª despu¨¦s de haberme ido a los cinco a?os y pis¨¦ suelo japon¨¦s, me sent¨ª feliz. Me encontr¨¦ tan bien?

Entonces, Jap¨®n y la literatura le salvaron. S¨ª, s¨ª. De todas formas, por supuesto, no recomiendo a nadie que caiga en ello. Es algo dur¨ªsimo. Pero, como de todo hay que aprender, a m¨ª la enfermedad me ense?¨® algo. No s¨¦ si hoy ser¨ªa escritora sin haberla padecido. Puede que s¨ª. Pero ser¨ªa una escritora completamente distinta y otra persona tambi¨¦n. Descubr¨ª muchas cosas con la anorexia.

?Qu¨¦? Por ejemplo, el hecho de comer como una cuesti¨®n social. Cuando no comes, est¨¢s solo. Nadie te quiere al lado si no deseas comer. Yo no soy una persona solitaria, pero eso lo sientes.

La gente come tambi¨¦n porque recuerda que ha pasado hambre. Lo que era una necesidad, ahora se ha convertido en placer y esa metamorfosis a¨²n no se ha asumido. ?La anorexia puede ser producto de esa transformaci¨®n social de la comida? Es dif¨ªcil saberlo. Hay tantas razones para explicar la anorexia como personas que la padecen. La mayor¨ªa son ni?as y chicas, es algo que tambi¨¦n tiene que ver con la feminidad, pero no soy psiquiatra.

La escritura tambi¨¦n le lleg¨® en plena adolescencia. A los 17 a?os. En Europa me sent¨ªa muy mal. Y no escrib¨ªa sobre m¨ª. Recuerdo mi primer relato. En el futuro, el mundo se hab¨ªa convertido en un huevo gigante. En la yema estaban los poderosos, y los pobres, en la clara. Se produjo una revoluci¨®n. Los pobres tomaron la yema y el huevo explot¨® convirti¨¦ndose en una enorme tortilla que se perdi¨® durante a?os por el espacio.

Una met¨¢fora m¨¢s que apropiada para lo que est¨¢ ocurriendo hoy. Ya, ya. Ahora nos re¨ªmos, pero yo me tom¨¦ aquello muy en serio.

Es que resulta tan real como surreal. Los huevos son una gran met¨¢fora para todo.

?Y d¨®nde meter¨ªamos a Obama? ?En la yema o en la clara? En la clara, sin duda.

?Y a Sarkozy en la yema? Hombre, claro. Es tan vulgar? Como belga no deber¨ªa criticarlo mucho. Llevamos dos a?os casi sin gobierno. Pero es mejor no tener gobierno que soportar a Sarkozy. Obama, en cambio, me llena de esperanza. No ser¨¢ el para¨ªso, pero algo va a cambiar a mejor, sin duda. Para Irak, para la econom¨ªa. Desde luego.

?Qu¨¦ es el ¨¦xito? Usted que lo tiene, ?a qu¨¦ cree que se debe? ?A que va al grano? ?A sus extra?as mezclas? No lo s¨¦. Es un misterio. No tengo ni idea. No s¨¦ si mis obras son buenas o malas. Tampoco me planteo eso para los trabajos que admiro de otros escritores. S¨¦ que me gustan y me vale.

?Qu¨¦ le apetece seguir explorando? ?Todo! Todo lo que tiene que ver con el g¨¦nero humano. Porque nuestras relaciones pueden ser catastr¨®ficas o maravillosas.

Lo gracioso de que ahora nos venga con una novela de amor es que parec¨ªa algo que usted despreciaba. No lo he despreciado. Puede ser algo horrible, pero al tiempo es maravilloso. En mis libros siempre trato de encontrar fronteras. Fronteras entre seres humanos. Para evitar las guerras, encontremos la frontera correcta. Si no eres consciente de que esas fronteras van a aparecer, vas mal. Debes encontrarla pronto para evitar conflictos. No es tan f¨¢cil.

?As¨ª que la medida de nuestras relaciones est¨¢ en las fronteras? Como en la geograf¨ªa. Igual.

?Qu¨¦ cree que escribir¨¢ en el futuro? S¨¦ que hay un libro que no he escrito y que debo hacer. Creo que ¨¦se ser¨¢ mi mejor libro.

?A qu¨¦ espera? Todav¨ªa es demasiado pronto. No ha llegado el momento. Hay que esperar a que algunas personas no se encuentren con nosotros. Y que yo no me muera antes de hacerlo. No significa que los que he escrito hasta ahora no sean importantes.

?Necesita que se produzca algo, como Truman Capote hizo para terminar 'A sangre fr¨ªa'? No, hombre. No voy a compararme con Truman Capote. No soy tan est¨²pida.

Bueno. Pero ?a qui¨¦n le apetece compararse? ?A qui¨¦n admira? Uff. ?Hay tantos a los que admiro! Desde Capote hasta Simenon o Marguerite Yourcenar, a los japoneses Mishima, Murakami?

?Lee con la misma pasi¨®n que escribe? Con la misma.

?Y cu¨¢l es la frontera de un gran escritor? ?Leer tan bien como escribe? Una mezcla de ambas cosas. Yo busco ese equilibrio. Necesito tanto una cosa como la otra. Pero tambi¨¦n la vida.

Escribir, leer, vivir, sufrir, disfrutar, ?todo a la vez? ?Es ¨¦se el alimento de la literatura? No me da miedo el sufrimiento, pero no disfruto con ello. Lo importante son las emociones fuertes. El amor, el desamor. El miedo?

Algunas de sus obras dan yuyu, realmente. Me gusta el miedo. Y lo he experimentado a fondo a lo largo de mi vida. El miedo a escribir es enorme. Fran?oise Sagan lo dec¨ªa: "La escritura da miedo. Tanto como conocer a un amante". Entiendo muy bien esa frase. Cuando conoces a un amante, te aterras ante la posibilidad de no estar a la altura. Lo mismo pasa con la escritura.

?Y cu¨¢l es su problema con los asesinos? Bueno, es lo que hemos hablado antes de las fronteras. El problema del otro. A menudo, el otro puede ser un engorro. A veces te entran ganas de matar a alguien, pero no puedes. Lo proh¨ªbe la ley. Pero la literatura te lo permite. Puedes jugar con eso y te sientes bien. ?Por qu¨¦ no desahogarme as¨ª?

Hay elementos que tambi¨¦n le ayudan a desahogarse en sus novelas. Son marcas de la casa, como la comida o la m¨²sica. Entre Bach y Radiohead no se ha dejado a nadie en medio. El caso de la m¨²sica supone una b¨²squeda constante. Entrar en otro territorio de sentimiento, sensaci¨®n. Radiohead es un claro ejemplo de cosas inexploradas por el lenguaje en los que su m¨²sica penetra mejor que t¨². Otra frontera. Del cerebro. Un m¨¢s all¨¢. La m¨²sica es una forma estupenda para explorar los l¨ªmites de la mente.