Ecos de suciedad
La semana pasada hubo muchos susurros por Madrid, entre los que destacan los ecos de suciedad. Coincidiendo con los pedazos de corrupci¨®n y las inmundicias del espionaje en la Comunidad, el Ayuntamiento ha puesto en marcha una nueva ordenanza de limpieza y una tasa de basuras que costar¨¢ aproximadamente 60 euros anuales a cada familia y reportar¨¢ al consistorio 169 millones.
Las multas son elevadas (750 euros), pero las prohibiciones, elementales: orinar en la calle, tirar colillas al suelo, dar de comer a las palomas, reparar veh¨ªculos en la v¨ªa p¨²blica, hurgar en los contenedores, tirar cosas por la ventana, no recoger los excrementos de las mascotas, en fin, meter en la bolsa de la basura objetos que impiden su reciclaje.
De ahora en adelante, cualquier persona respetable puede acabar el d¨ªa con varias multas, a lo tonto. Do?a Rosita sale de ma?ana a pasear al perro; ¨¦ste levanta la pata y riega un ¨¢rbol; poco despu¨¦s, defeca; su due?a no se entera porque est¨¢ fumando; tira la colilla al suelo. Por la noche, un inspector de basuras indaga en la bolsa de la buena mujer y comprueba que ha mezclado churras con merinas. Do?a Rosita ha cometido cuatro infracciones.
Tendr¨¢ que pagar, la pobre, tres mil pavos por infringir la ley y dar un mal ejemplo a la juventud. Y as¨ª, otros muchos posibles ejemplos. En cuanto a los inspectores de basura, la cosa no huele tampoco demasiado bien. Escarbar en la bolsa de alguien puede ser una violaci¨®n al derecho de intimidad y tambi¨¦n una vulneraci¨®n de la presunci¨®n de inocencia.
Por otra parte, existen muchas basuras que son irreciclables, irrecuperables, como determinadas personas.
Todo parece indicar que hay que tener cuidado con los malos. Sir Thomas de Quincey lo vio muy claro y avis¨®: "Se empieza por un asesinato, se sigue por el robo y se acaba bebiendo excesivamente y faltando a la buena educaci¨®n". A lo mejor do?a Rosita mat¨® a alguien y acab¨® as¨ª, la desventurada.
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