Hacia Rusia con amor
Los espa?oles, o por lo menos los espa?oles que han le¨ªdo a Freud y su teor¨ªa de los actos fallidos, ya saben en qu¨¦ piensa Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero. El punto ligeramente envarado, la solemnidad de la que es tan amigo, su af¨¢n de proyectar una imagen que combina idealismo y eficacia: todo ello salt¨® el martes por los aires. Le tocaba hablar, en la rueda de prensa que ofreci¨® con el presidente de Rusia, Dmitri Medv¨¦dev, de la magn¨ªfica sinton¨ªa que existe entre ambos pa¨ªses en materia de turismo, y se embal¨®. Dijo que el a?o pasado hab¨ªan visitado Rusia cerca de 500.000 espa?oles y, tras tomar aliento para enfatizar la importancia del pacto que acababa de firmar, subray¨® que ¨¦ste iba a servir "para estimular, para favorecer, para follar...".
Justo entonces el presidente, que gusta tanto de los silencios para darle bombo a ca-da-co-sa-que-quie-re-de-cir, tom¨® carrerilla para borrar el verbo que se le hab¨ªa escapado, lo sustituy¨® por "apoyar" y empez¨® a deslizarse a velocidad de v¨¦rtigo hacia otra cosa. Los espa?oles -y, sobre todo, ya se ha dicho, los que conocen la teor¨ªa de los actos fallidos de Freud- hicieron lo contrario: frenaron en seco, rebobinaron y empezaron a analizar el lapsus verbal.
Por qu¨¦ se le fue esa palabra precisamente en ese contexto? ?Por qu¨¦, por ejemplo, no se le resbal¨® en la discusi¨®n sobre los Presupuestos o en las campa?as electorales de Galicia y el Pa¨ªs Vasco o cuando se lanza a resolver la crisis en dos plumazos? La belleza de las eslavas, la necesidad de enga?ar el fr¨ªo con la cercan¨ªa corporal, la hermosura de Julie Christie que deja prendado a Omar Shariff en Doctor Zhivago, ?qu¨¦ era lo que le rondaba la imaginaci¨®n para que la fuerza del inconsciente dinamitara en ese instante todas las barreras que la raz¨®n levanta para protegernos de nuestros verdaderos deseos?
Se le fue el verbo, y las espa?olas y los espa?oles (hayan le¨ªdo o no a Freud) entendieron que Zapatero es uno de los nuestros. Uno m¨¢s (fuera de solemnidades y grandes gestos), pensando en lo que piensan todos. Y supieron tambi¨¦n que, como todos los espa?oles que tienen correo electr¨®nico, ¨¦l tambi¨¦n recibe esos mensajes de Irina o de Olga que, en un chapucero espa?ol, tocan las fibras sensibles y prometen: desde Rusia con amor.
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