Redeiras, la puntada necesaria
El oficio de atadora, hasta ahora invisible, requerir¨¢ un t¨ªtulo profesional
Siguen la estela de Mar¨ªa Soli?a, una superviviente a los asaltos piratas que la poblaci¨®n costera de O Morrazo sufri¨® en el siglo XVII. Hubo muchas otras pero su figura resisti¨® el paso del tiempo y perdura hoy en la memoria colectiva como un s¨ªmbolo femenino de sufrimiento y resistencia. "La gallega es una mujer luchadora", dice Nera Trigo, presidenta de la asociaci¨®n Marux¨ªa de Cambados. Ha pasado la barrera de los 50 y, pese al dolor de espalda (por una hernia discal), de hombros y de mu?ecas -habituales en este colectivo- adora lo que hace: atar redes.
All¨ª donde hay un puerto pesquero, hay y habr¨¢ tambi¨¦n atadoras. "Ya pueden tener barcos muy buenos, pero si llevan aparejo y no hay rederas a ver qu¨¦ hacen", dice Nera y prosigue: "Lo que yo no entiendo es por qu¨¦ los ayuntamientos montan tantos cursos de jardiner¨ªa, esto no es Versalles". Sumergidas en un mar de j¨¢begas, unas 700 mujeres reparan los aparejos en Galicia. Una labor sin reconocimiento social ni oficial, de momento. El Consejo de Ministros aprob¨® en febrero un Real Decreto que actualiza la cualificaci¨®n de profesionalidad para la confecci¨®n y mantenimiento de artes y aparejos.
Hasta ahora las maestras formaban a las j¨®venes sin seguro y sin cobrar
"Se montan muchos cursos de jardiner¨ªa y esto no es Versalles"
Las redeiras est¨¢n "en lucha", un efecto m¨¢s del Prestige, y reivindican acciones como la campa?a de Vicepresidencia que, bautizada como Mar¨ªa Soli?a, busc¨® visibilizar el colectivo. Evangelina Mart¨ªnez, presidenta de la Federaci¨®n Galega de Redeiras Artes¨¢s, entiende que para una ocupaci¨®n "invisible" como la suya disponer de un t¨ªtulo -pendiente s¨®lo de publicarse en el BOE- "es important¨ªsimo" porque permitir¨¢ formalizar la ense?anza del oficio.
"Hasta ahora se hac¨ªa en los puertos", las maestras formaban a las j¨®venes "desprotegidas, sin seguro y sin cobrar". Una situaci¨®n "bastante penosa" porque, adem¨¢s, son necesarios "cinco a?os" para llegar a dominar la aguja y los xeitos de las redes. "Es mi ingenier¨ªa", apunta Nera, que guarda en la mirada y en las manos todo el romanticismo de un oficio que ya no encuentra quien le quiera.
En la federaci¨®n "siempre pensamos que se deb¨ªa hacer a trav¨¦s de una escuela". De hecho, alrededor de 20 atadoras disponen ya del t¨ªtulo de formadoras. Para la Conseller¨ªa de Traballo, que ha colaborado con Pesca en la obtenci¨®n de este certificado, el siguiente paso es habilitar esa nueva oferta formativa en los centros de la Xunta, bien sean ¨¦stos de FP, a trav¨¦s de los sindicatos o de las escuelas mar¨ªtimo-pesqueras. Una cuesti¨®n que deber¨¢ definir ya el pr¨®ximo Gobierno gallego. Pero el t¨ªtulo, adem¨¢s, permitir¨¢ que "todos aquellos que realizaron esa actividad vean reconocida su experiencia laboral".
Son los primeros pasos para regular una profesi¨®n que refleja, como pocas, la discriminaci¨®n por raz¨®n de g¨¦nero. Los redeiros, cuyo silencioso trabajo es "m¨¢s pesado, m¨¢s bruto", se dedican a reparar las mallas de arrastre y "est¨¢n reconocidos". "Ellos, aunque tambi¨¦n hay alguna mujer, trabajan para empresas, nosotras somos aut¨®nomas", explica Evangelina. El oficio de atadora ocupa el primer lugar en la lista de prioridades de Ley de Galicia 2/2007 de Trabajo en Igualdad, por el alto grado de irregularidad detectado.
Las mujeres destacan dos problemas: el intrusismo y los intermediarios. Buena parte de los "ilegales" (seg¨²n sus c¨¢lculos superan el millar, sobre todo jubilados y mariscadoras), con m¨¢s presencia en Berganti?os y A Guarda, trabajan "para efectos navales", y lo hacen tan s¨®lo "por dos euros la hora", frente a los 5,50 que cobran en el puerto de Cangas. Su objetivo es alcanzar los 10. Desde la federaci¨®n denuncian "una explotaci¨®n tremenda en las artes menores", y llevan dos a?os exigiendo a la Xunta que act¨²e. No obstante, "es muy dif¨ªcil" porque la mayor¨ªa trabaja en su propia casa.
Los "ilegales" duplican en n¨²mero a las trabajadoras dadas de alta en la Seguridad Social. Tras este oficio sin regular subyace una econom¨ªa sumergida que las maestras redeiras pretenden erradicar para dignificar una profesi¨®n "necesaria" pero en peligro. Para ser redeira hay que saber de pesca, conocer las redes, su ca¨ªda, el arte, las capturas, los plomos, los corchos... Su mano se ve tambi¨¦n despu¨¦s en el volumen de capturas, porque son las j¨¢begas "las que traen el pescado a casa".
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