La raz¨®n de la violencia
En cierta ocasi¨®n lord Chesterfield asisti¨® a una celebrada representaci¨®n de Otelo y cuando le preguntaron si hab¨ªa obtenido alguna lecci¨®n de la tragedia, repuso: "En efecto, que las se?oras deben tener cuidado con d¨®nde guardan sus pa?uelos". Bastantes de las lecturas y conclusiones proclamadas a partir de las recientes elecciones en Euskadi me recuerdan por su enjundia e irrefutable tino a la humorada de milord. ?Qu¨¦ facilidad para pintar usando rosas o negros, no seg¨²n la realidad sino a partir de los apremios del corazoncito pol¨ªtico de cada cual! Eso s¨ª que es impresionismo y no lo de Renoir... Visto lo cual, poco da?o podr¨¢ hacer que yo colabore en este concurso urgente de frescos.
Sin el terrorismo y su mundillo, los nacionalistas vascos quedan en minor¨ªa
Hay la oportunidad de acabar con la manipulaci¨®n y el clientelismo
A mi juicio, lo primero que resulta evidente otra vez es la raz¨®n de fondo para que siga habiendo violencia terrorista: muy sencillo, porque sin el terrorismo y el mundillo que apoya, jalea o excusa el terrorismo... los planteamientos nacionalistas se quedan en minor¨ªa. En cuanto ETA y adl¨¢teres son puestos al margen (en la medida muy relativa en que tal cosa puede hacerse) del juego pol¨ªtico, las veleidades m¨¢s declaradamente separatistas se muestran minoritarias y los partidos que pretenden ganar votos tienen que disimularlas todo lo posible para obtener buenos resultados. Y eso sigue igual despu¨¦s de 30 a?os de gobierno nacionalista, de educaci¨®n nacionalista, de radio y televisi¨®n p¨²blicas nacionalistas, etc¨¦tera.
En la resaca electoral, los nacionalistas y sus madrazos han denunciado que el mapa pol¨ªtico obtenido est¨¢ falseado por la ilegalizaci¨®n de quienes apoyan la ilegalidad, debida a un astuto c¨¢lculo del Gobierno socialista. Silencian el otro c¨¢lculo electoral que se ha frustrado, el de los que cuentan siempre con quienes no quieren renunciar ni a las armas ni a los votos, ni al refrendo en las urnas ni a la coacci¨®n antes de llegar a ellas, el del ¨²til extremismo de quienes favorecen que las opciones similares pero no sanguinarias se convierta en resignado refugio de pecadores asustados, el de quienes se las han arreglado para silenciar o forzar al exilio a los vascos que no quer¨ªan serlo more nacionalista. El momento m¨¢s pintoresco del r¨ªgido y sopor¨ªfero debate que mantuvieron en Euskaltelebista todos los candidatos a lehendakari fue cuando Patxi L¨®pez le pidi¨® a Ibarretxe que especificara una sola idea pol¨ªtica que estuviera ilegalizada en Euskadi. Ibarretxe no supo m¨¢s que mencionar las transferencias supuesta o realmente pendientes del vigente Estatuto, que no parecen precisamente el meollo de la ideolog¨ªa reivindicativa de Batasuna. Una salida de pata de banco, claro, pero ?qu¨¦ quieren ustedes que dijera el hombre? No iba a declarar que lo ¨²nico ilegalizado era la ventaja que ellos obten¨ªan de una violencia tan repudiable como... rentable.
Bien, dejando fuera a quienes a¨²n no se deciden entre la lucha armada y el Parlamento, la mayor¨ªa de los ciudadanos de Euskadi es electoralmente constitucionalista. Ahora parece posible conseguir que eso se refleje en la lehendakaritza y el gobierno, tras tres d¨¦cadas de hegemon¨ªa nacionalista... que algunos han llegado a considerar derecho natural y voluntad divina. Y para conseguirlo no queda otro camino que juntar en la sesi¨®n de investidura los votos de socialistas, populares y quiz¨¢ UPyD. No se trata de ning¨²n "frentismo" sino de pura matem¨¢tica parlamentaria... exactamente igual que lo fue un intento semejante en las elecciones de 2001. Produce cierto melanc¨®lico regocijo las contorsiones intelectuales que vemos hacer a tantos chocantes desmemoriados para demostrar que, contra toda evidencia, lo de ahora no tiene nada que ver con aquello. Incluso se nos pretende convencer de que aquel intento de unir a socialistas y populares para conseguir un lehendakari no nacionalista fue una estrategia equivocada, contraproducente y con malos resultados electorales.
Nada m¨¢s lejos de la verdad. En 2001 la suma de votos constitucionalistas fue la m¨¢s alta de la historia democr¨¢tica, cien mil y pico votos por encima de la obtenida en los pasados comicios por las mismas fuerzas. Los nacionalistas ganaron porque desde Batasuna, presente en la oferta electoral, se transfirieron 70.000 votos al PNV para cerrar el paso al constitucionalismo: algo parecido a lo que ha pasado ahora en menor medida con Aralar y que en cualquier caso tuvo el m¨¦rito de conseguir que muchos pro-violentos aceptaran por primera vez votar a un partido que condenaba el terrorismo. Y despu¨¦s PNV-EA gobern¨® gracias al apoyo de Esker Batua (cuyo descalabro ha sido la mejor noticia de estas elecciones) y a pr¨¦stamos puntuales y mefistof¨¦licos de los proetarras instalados en el Parlamento. En cuanto a los mensajes lanzados en aquella campa?a electoral en la que ambos partidos constitucionales tantos recelos mutuos guardaban, poco difieren de lo que ahora hemos o¨ªdo: desalojar al nacionalismo del poder que patrimonializa, demostrar que nada tr¨¢gico ocurre si Euskadi es gobernado por no nacionalistas, etc¨¦tera. De modo que tiene poco caso asegurar (como Aizpiolea, "Las cosas van a ser distintas en Euskadi"): "Puede decirse que ayer se enterr¨® la pol¨ªtica frentista antinacionalista de Mayor-Redondo y la posterior de Mar¨ªa San Gil. UPyD queda ahora como residuo de esa ¨¦poca". Gracias, muy honrados. Pero quedan bastantes m¨¢s "residuos" de entonces, afortunadamente. Por ejemplo, sin Mayor Oreja, Redondo Terreros, Mar¨ªa San Gil y, sobre todo, sin los movimientos c¨ªvicos que a comienzos de siglo movilizaron a la ciudadan¨ªa a favor del Estatuto, la Constituci¨®n y contra el nacionalismo obligatorio, Patxi L¨®pez tendr¨ªa hoy las mismas posibilidades de llegar a lehendakari que yo de ser nombrado vicario general castrense. Quiz¨¢ a eso se refiere L¨®pez cuando menciona el "abismo" que le separa de UPyD: es el que separa recordar de d¨®nde venimos y fingir haberlo olvidado.
No hacer "frentismo" es cosa buena: para eso precisamente sirven la Constituci¨®n y el Estatuto apoyado en ella. El socialismo de Patxi L¨®pez tiene ahora la posibilidad de darle a la Espa?a constitucional la oportunidad de la que ha carecido hasta hoy en el Pa¨ªs Vasco, gobernado siempre desde el gui?o de quienes aprovechaban la legalidad vigente pero no pierde ocasi¨®n de proclamar que no se sienten comprometidos con ella. Por supuesto, no se trata de excluir por principio ni a los nacionalistas ni a nadie, salvo a los violentos. Pero s¨ª de erradicar la manipulaci¨®n partidista de la Ertzaintza o de los medios p¨²blicos de comunicaci¨®n, as¨ª como combatir el clientelismo incrustado en la sociedad (m¨¢s debido a la hegemon¨ªa ininterrumpida sin alternancia que a la ideolog¨ªa nacionalista, porque en Andaluc¨ªa, por ejemplo, existe igual). Una vez disipado el clientelismo y la convicci¨®n de que sin poner cara de nacionalista no se llega a nada, ya veremos si hay tanto nacionalismo popular en Euskadi como nos cuentan los mamporreros del r¨¦gimen. Llega la hora de cambiar de verdad y no de seguir fingiendo que hay que tener cuidado con d¨®nde deja uno el pa?uelo...
Fernando Savater es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa de la Universidad Complutense.
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