Pedro Ortiz Armengol, escritor, galdosiano, diplom¨¢tico
Hay una vieja fotograf¨ªa en la que se ve a Pedro Ortiz Armengol, galdosiano, escritor, historiador, diplom¨¢tico, viajero, en la primera fila de los que esperan el 4 de mayo de 1976, en las rotativas de Miguel Yuste, a que salga el diario EL PA?S. Entonces este entusiasta curioso que hab¨ªa arriesgado dinero en aquel proyecto porque quer¨ªa un pa¨ªs distinto al que hab¨ªa entonces, y pens¨® que un peri¨®dico nuevo pod¨ªa ayudar, ya hab¨ªa recorrido m¨¢s de medio mundo. Y sigui¨® viajando. Hasta este ¨²ltimo mi¨¦rcoles, 11 de marzo. Ortiz Armengol muri¨® en Madrid a los 87 a?os. Deja atr¨¢s una extensa carrera diplom¨¢tica, pero sobre todo el resultado de su inmensa curiosidad hist¨®rica, literaria y pol¨ªtica.
En primer lugar, don Benito P¨¦rez Gald¨®s. ?l cre¨ªa que no era el garbancero que se dec¨ªa, y a demostrarlo gast¨® muchos de los mejores a?os de su vida. Vida de Gald¨®s, Apuntaciones de 'Fortunata y Jacinta', De c¨®mo lleg¨® a Inglaterra -y a qui¨¦n, y ad¨®n-de- el primer ejemplar de Fortunata y Jacinta, y la edici¨®n conmemorativa, anotada e ilustrada de la famosa novela de su m¨¢s querido autor. Ortiz Armengol cre¨ªa que Gald¨®s era el segundo escritor de la lengua espa?ola, despu¨¦s de Cervantes, y su pesquisa literaria, en la que no cej¨® nunca, le convirti¨® en uno de los m¨¢s importantes galdosianos de nuestro mundo. Frente a Dickens y a Balzac, ¨¦l opon¨ªa a Gald¨®s; y frente a la Espa?a oscura de la posguerra, ¨¦l anhelaba una Espa?a distinta, menos ensimismada, competitiva no s¨®lo en la literatura sino en la econom¨ªa y en la pol¨ªtica.
La b¨²squeda de las fuentes, como historiador de la literatura y de la pol¨ªtica, le llev¨® por otros derroteros. Estaba muy intrigado por las aventuras de los exiliados espa?oles del siglo XIX, y persigui¨® las andanzas de Morat¨ªn, de Espronceda, y se detuvo especialmente en la figura singular de Aviraneta, a quien dedic¨® Aviraneta o la intriga. Su trabajo fue el de un aut¨¦ntico detective; sus destinos diplom¨¢ticos, sobre todo en Filipinas, Francia y el Reino Unido, le sirvieron para cumplir la tarea de buscar en bibliotecas como si estuviera indagando en las fichas actuales de personajes que le subyugaron.
?l fue el primer autor espa?ol en desentra?ar la historia de la ciudad, tan occidental, de Manila, y a ese lugar dedic¨® no s¨®lo una amplia investigaci¨®n urban¨ªstica y pol¨ªtica, sino tambi¨¦n algunas de sus mejores ficciones.
Naci¨® en Madrid, en un barrio galdosiano, las cercan¨ªas de la calle de San Luis (Centro); dio la vuelta al mundo (fue embajador en Manila y desempe?¨® puestos diplom¨¢ticos en Londres, Par¨ªs, Washington, Lisboa...) y muri¨® cerca de donde naci¨®, en la atm¨®sfera galdosiana; en 1996 vivi¨® un momento especialmente feliz de su vida, cuando la Real Academia Espa?ola le concedi¨® el premio Fas-tenrath por lo que ¨¦l m¨¢s quer¨ªa, su Vida de Gald¨®s.
Su pasi¨®n literaria (que en cierto modo tambi¨¦n fue period¨ªstica) fue precoz; con su hermano Andr¨¦s hizo cuadernos period¨ªsticos con 10 a?os, y en la ¨²ltima d¨¦cada escribi¨® cuadernos incontables para sus siete nietos: quer¨ªa que relacionaran el paisaje con la literatura y los hombres; repiti¨® as¨ª lo que hizo apasionadamente para sus hijos (Pedro e ??igo, arquitectos; Mar¨ªa Eugenia, economista; su esposa tambi¨¦n se llama Mar¨ªa Eugenia); recorr¨ªa el mundo obsesivamente, y les impon¨ªa a los chicos la historia que ve¨ªan: la Salamanca de Unamuno, los lugares de Proust, los paisajes de Stendhal, el Dubl¨ªn de Joyce, que no le gustaba, pero era el heredero de Sten-dhal, otra de sus pasiones.
Era un gran defensor del servicio p¨²blico, una vocaci¨®n que cumpli¨® a rajatabla. Sol¨ªa decir que cuando se perdiera deber¨ªan buscarle en San Juan de Luz, contemplando las mareas, como hacia ante el T¨¢mesis; le fascinaba observar c¨®mo se advert¨ªa el oleaje hasta en Putney Bridge... Cuando ya no pudo viajar por otros mares, era en Comillas, en la casa de su hijo ??igo, donde comprobaba cada d¨ªa que cada seis horas y 20 minutos sube la marea. Y miraba al mar, ese enigm¨¢tico oleaje.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.