El cine no traiciona a Alan Moore
Me ha costado esfuerzos ¨¦picos, el abandono de prejuicios razonables y autocr¨ªtica sobre mi gen¨¦tica tentaci¨®n al fanatismo, para volver a disfrutar de adulto con algo que me hizo mucha y grata compa?¨ªa en la infancia. Se llamaban tebeos y establec¨ªa con ellos una relaci¨®n na¨ªf, me divert¨ªan, me regalaban enso?aci¨®n. Les cog¨ª man¨ªa a principio de los setenta. Cuando me enter¨¦ de que su verdadero nombre no eran tebeos sino c¨®mics, que representaban una forma superior de la cultura popular y del gran arte. Lo afirmaba gente tan inteligente como Umberto Eco, pero tambi¨¦n muchos pedantes ilustrados, farsantes con carn¨¦ de modernidad, semi¨®ticos de sal¨®n.
Me reconcili¨¦ con g¨¦nero tan involuntariamente trascendente e intelectual gracias a las frecuentemente sombr¨ªas aventuras de Corto Malt¨¦s, ese existencialista tranquilo, hijo de un marino de Cornualles y de "La ni?a de Gibraltar". Tambi¨¦n me dej¨® huella y la vergonzante sospecha de que te pod¨ªas identificar con los implacables retratos sobre gente con enorme capacidad para mentirse a s¨ª misma y a los dem¨¢s que hac¨ªa el vitri¨®lico Georges Lauzier en su impagable serie Las cosas de la vida. Me divert¨ª mucho con los pasotes de Makoki y su indescriptible wild bunch. Me fascinaba la brutalidad del monstruoso Rank-Xerox que se inventaron Tamburini y Liberatore.
Entre los personajes hay de todo. M¨ªsticos y fan¨¢ticos, matones y vividores, asesinos y fil¨®sofos
Fi¨¢ndome del consejo de amigos sin pose iconoclasta ni carn¨¦ de modernidad, que adem¨¢s de saberlo todo del c¨®mic siempre sintieron pasi¨®n por ¨¦l, independientemente de que ¨¦ste adquiriera seg¨²n las ¨¦pocas odiosa condici¨®n de moda, y que conocen mis ortodoxos gustos, me inquieto y me emociono con una narraci¨®n sobre el horror que pueden desatar los hombres (aunque tengan forma de ratones) como Maus, me admiro con la personalidad y la fuerza expresiva de cl¨¢sicos como Harold Foster y Will Eisner, sigo los tenebrosos pasos de ese creador de infiernos urbanitas llamado Frank Miller, me admira la capacidad narrativa y la imaginaci¨®n de Alan Moore. El c¨®mic no llena mi mundo como lo hacen el cine y la literatura, pero ya s¨¦ que dentro de algunos de ellos pueden coexistir sensaciones y universos que asocio con pel¨ªculas hipn¨®ticas y con novelas negr¨ªsimas.
Las desasosegantes historias paridas por el cerebro del enigm¨¢tico Alan Moore han tenido suerte al ser trasladadas a im¨¢genes de cine. Albert y Allen Hughes recrearon con estilo y atm¨®sfera en From hell el atormentado rastreo de un detective opi¨®mano sobre la identidad de Jack El Destripador, ese asesino de humor macabro obsesionado con masacrar a las putas callejeras en el Londres victoriano. Y me parece m¨¢s que sugestiva V de vendetta, producida por los temibles hermanos Wachowski y dirigida por su antiguo director de fotograf¨ªa James McTeigue. Es una adaptaci¨®n brillante de una tesis tan audaz como provocadora. En una Inglaterra gobernada por un Estado de concepci¨®n y metodolog¨ªa fascista (aunque se supone que legitimado por las urnas), un justiciero cubierto con una mascara ajusta letales cuentas con Goliath y se empe?a en la voladura del Parlamento para provocar la rebeli¨®n del oprimido pueblo. Rodada con pulso, clima y convicci¨®n, recrea con tanta fidelidad como talento las esencias del complejo universo de Alan Moore. A m¨ª me enamora la voz, el lenguaje y los modales de ese vengador tan refinado como letal, su subterr¨¢nea, tortuosa y finalmente conmovedora historia de amor con la desconcertada mujer a la que protege en su acorazada guarida, la personalidad de los villanos.
He tardado demasiado tiempo en leer Watchmen. A pesar de que representa la Biblia no ya para los fans del guionista Alan Moore y del dibujante Dave Gibbons, sino para la mayor¨ªa de los amantes con paladar de las novelas gr¨¢ficas. Tal vez por mis prejuicios hacia el g¨¦nero de superh¨¦roes. Nunca me han provocado excesivo magnetismo ni Superman, ni Spiderman, ni el Capit¨¢n Am¨¦rica, ni el Incre¨ªble Hulk, ni Batman. Lo cual no impide que reconozca como cine de primera clase lo que ha logrado Christopher Nolan en su acercamiento a Batman en Batman begins y en El caballero oscuro.
Pero me equivocaba al imaginar que Watchmen estaba protagonizada por superh¨¦roes. Bueno, hay uno, el Doctor Manhattan, pero el resto son seres demasiado humanos, gente que adopt¨® una mascara para ejercer de sheriffs en las turbulentas calles. Y entre ellos hay de todo. M¨ªsticos y fan¨¢ticos, matones y vividores, asesinos y fil¨®sofos, presuntos salvadores de la Humanidad e incendiarios apocal¨ªpticos. Les conocimos j¨®venes y actualmente andan hechos polvo, conjurados despu¨¦s de muchos a?os porque acaban de cargase a El Comediante, que siempre fue c¨ªnico, depredador y amoral. Mi favorito se llama Roscharch. Es el m¨¢s desgraciado de todos, un b¨²ho enmascarado, loco, hiperviolento, m¨¢s solo que la una, convencido de que hay que purificar con sangre la corrupta ciudad.
Las vi?etas, la acci¨®n, los mon¨®logos, los di¨¢logos, los personajes, las situaciones, el clima y el misterio de Watchmen chorrean talento visual y literario, originalidad y magnetismo. Ya puedo comprender las razones de su categor¨ªa de icono.
Y su adaptaci¨®n al cine es muy digna. Zack Snyder, director de la vibrante 300, se acerca a Watchmen con enorme respeto, sin peligrosas tentaciones de autor¨ªa absoluta, reproduciendo con aroma, fidelidad y arte el poderoso mundo de Alan Moore. Es probable que le sobre un poco de metraje y el desenlace me fatiga ligeramente. Pero su experimento ha merecido la pena. Y no era f¨¢cil.
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