Regreso al camino original
Ve la luz la versi¨®n de la legendaria obra que Kerouac escribi¨® en un rollo de papel
Kerouac odiaba a los hippies. Me lo dijo Caroline Cassady, a la que tuve la fortuna de conocer en Londres gracias a mi buen amigo y mejor escritor Barry Gifford. Caroline recordaba claramente los a?os pasados con Jack Kerouac y Neal Cassady cuando ella era el queso y el jam¨®n del s¨¢ndwich, y le gustaba hablar de ello con una sonrisa en los labios. Jack, contaba Caroline, era un escritor, no un vagabundo, y adoraba la elegancia de sus h¨¦roes del bebop: Charlie Parker, Coltrane, Gillespie, Max Roach... Odiaba tener la casa llena de melenudos, y en su cabeza se ve¨ªa m¨¢s cercano a Scott Fiztgerald que a todo ese cuento de la contracultura. Al parecer, y con frecuencia, Jack montaba en c¨®lera por el lugar que la caprichosa trama cultural le hab¨ªa reservado. "?Deber¨ªa estar sentado en una academia y no en el sal¨®n de mi casa soportando la veneraci¨®n de estos palurdos!", dec¨ªa Caroline que gritaba Jack, harto de que unos seminformados pero bien uniformados jovencitos se bebieran sus cervezas. Odiaba que cualquiera se atreviese a llamarle Jack, ¨¦l prefer¨ªa se?or Kerouac.
Tambi¨¦n me cont¨® esa encantadora mujer que Jack y Neal no eran homosexuales, ni heterosexuales, que eran cada uno su propio asunto y que ella los adoraba y los respetaba. La oportunidad de pasar una larga tarde y parte de la noche charlando tranquilamente con la mujer de estos dos centauros ayuda a desterrar para siempre esa mirada vulgar que con frecuencia acompa?a a los mitos culturales y volver al camino sensato de la verdadera apreciaci¨®n y, como bien indicaba ella, al verdadero respeto.
La publicaci¨®n por la editorial Anagrama del rollo mecanografiado original de En la carretera es la mejor excusa para acercarse a Kerouac con las gafas limpias de los viejos t¨®picos y leyendas que han rodeado la obra de este reservado y explosivo canadiense, que comand¨® casi sin quererlo la generaci¨®n beat. El rollo en cuesti¨®n no tiene mayor inter¨¦s, lo vi hace tiempo en una exposici¨®n metidito en una urna y no me provoc¨® ninguna emoci¨®n especial. Kerouac mecanografi¨® una novela en la que llevaba trabajando a?os en un rollo de papel continuo, como si se tratase de un solo impulso literario. El truco funcion¨® y el rollo se hizo casi tan legendario como la novela. En la versi¨®n que ahora se presenta se ha recurrido a este original prescindiendo de algunas correcciones pudorosas que el propio escritor llev¨® a cabo en la primera edici¨®n. Hay pocas sorpresas, los nombres de sus amigos son los que ya conoc¨ªamos, pero ahora sin alias, y puede que el texto se haya desembarazado de cierta timidez sexual; tal vez el pene legendario de Neal adquiera aqu¨ª a¨²n m¨¢s protagonismo (he de reconocer que siempre me ha provocado ternura la admiraci¨®n de Kerouac por el pene de su hermano-amigo); por lo dem¨¢s, evidentemente, estamos frente al mismo libro.
Dec¨ªa Charles Bukowski que los escritores siempre triunfan por las razones equivocadas. En el caso de Kerouac est¨¢ claro que la imagen de una juventud rebelde y libre, enredada en un viaje sin fin aderezado con drogas, alcohol, m¨²sica y sexo se ha convertido desde hace tiempo en carne de anuncios de pantalones vaqueros y coches con frecuencia caros y alemanes. As¨ª que nunca est¨¢ de m¨¢s volver al texto para olvidar precisamente la abusiva malversaci¨®n de la leyenda.
Como dec¨ªa Caroline, Jack era un escritor y, por obvio que resulte, esto es una obra literaria. Sus muchos logros son por lo tanto formales. El reto que Kerouac se propuso consist¨ªa en trasladar algo del ritmo y la estructura musical del bebop a la novela; as¨ª, tema, melod¨ªa, beat y ese espacio abierto para la improvisaci¨®n sobre las notas del tema central encontrar¨ªan su paralelo en esta saga, ¨¦pica e ¨ªntima a la vez, acerca de Am¨¦rica, la amistad y el movimiento.
En la carretera es, efectivamente, una novela que camina al ritmo preciso de un solista excepcional; nada es pues tan accidental como pudiera parecer, y al igual que en la m¨²sica gloriosa que sirvi¨® de inspiraci¨®n para la obra, el conocimiento, la precisi¨®n y el rigor de Kerouac consuman esa sensaci¨®n de libertad que tantos han tratado de emular con tristes resultados. Por supuesto que nada en este proceso corresponde al territorio de la invenci¨®n, tal cosa no es posible en un arte tan antiguo, pero s¨ª al territorio nada despreciable del descubrimiento y sobre todo a la formulaci¨®n de una voz propia, que es en gran medida la aspiraci¨®n de todo escritor que se precie. Esta carretera, o camino, es en realidad un cruce de caminos, una confluencia de intereses literarios que van desde Mark Twain a Louis Ferdinand Celine, pero que Jack Kerouac consigue cabalgar con la confianza y la naturalidad de quien ha domado a su propio caballo. El arte sin el arte es una mera an¨¦cdota, y alrededor de Jack Kerouac y de sus compa?eros de aventuras literarias las an¨¦cdotas han pesado demasiado, desenfocando a menudo la materia misma de su talento. Esta nueva y cuidada edici¨®n es, en definitiva, una nueva oportunidad para la literatura y espero que otra derrota para la moda.
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